27/10/2017
Qué tipo de sensibilidad tiene el responsable de este proyecto? Por favor, que dejen la costa como estaba y retiren ese desastre, pues como dicen nuestros amigos:
"Con la innecesaria degradación de este paisaje vivo, empañamos a nuestros mayores los recuerdos de toda una vida y les robamos a nuestros pequeños la oportunidad de disfrutar de entornos auténticos, cada vez más escasos."
UNA NUEVA AGRESIÓN AL LITORAL CON EL SELLO DEL ESTADO
Estos días se ha llevado a cabo por parte de la Demarcación de Costas en Cantabria una intervención de ingeniería en el entorno de La Maruca, junto a la antigua Batería de San Pedro del Mar, transformada hace unos años en Centro de Interpretación del Litoral, en Santander.
La obra ha causado notable revuelo entre la población local, dada la popularidad de este lugar como punto frecuente de baños de mar y sol para los habitantes de Monte, y por la evidente degradación paisajística de este entorno.
Nos gustaría poder decir que la actuación persigue unos objetivos razonables, y que además lo hace de forma eficiente y elegante. Desgraciadamente, una vez más, nada más lejos de la realidad:
El objetivo propuesto es frenar la erosión natural del pequeño acantilado por la acción del oleaje. Es sencillo comprender que este fin no es en general suficiente para justificar intervenciones de este estilo: ¿Debemos cubrir con escolleras los cientos de kilómetros de la costa de Cantabria que están sometidos a erosión natural?. Todas las zonas acantiladas son continuamente labradas por el oleaje, y son litorales en retroceso. Esa es su naturaleza y su vocación irrefrenable.
Solamente en casos muy puntuales puede justificarse el empleo de dinero público en emprender acciones físicas para frenar estos procesos naturales. Y aún más en el actual contexto de cambio climático global, en el que la clave es la capacidad de respuesta estratégica a unos fenómenos naturales que apuntan a ser cada vez más intensos. No podemos aplicar respuestas del siglo XX a los problemas del siglo XXI, fundamentalmente porque ahora sabemos que el mundo está cambiando a una velocidad con pocos precedentes en la historia del planeta.
Las infraestructuras de defensa, como esta escollera, deben proteger algo: Algún elemento patrimonial o bienes inmuebles que no admitan otras alternativas más razonables a medio plazo como la relocalización u otras medidas de adaptación a estos procesos naturales. Este no es el caso en La Maruca. La nueva escollera no protege de la erosión absolutamente nada. La intervención es, por lo tanto, prescindible e innecesaria.
Pasemos a la ejecución material de esta intervención: La construcción de escolleras con bloques de cantera podría ser tolerable en lugares urbanizados o paisajísticamente degradados, pero está absolutamente fuera de lugar en parajes de la calidad paisajística de La Maruca. Supone una agresión y una ruptura muy llamativa de las líneas generales de un paisaje que habla de forma muy elocuente de su génesis geológica. La obra es sumamente zafia e impropia de un litoral tan encantador como este, y ha sepultado algunos elementos geológicos de interés que se visitaban frecuentemente con fines didácticos, ya que en este lugar podemos comprender cómo era la Cantabria inmediatamente posterior a la extinción de los grandes reptiles.
Además la obra está muy expuesta, por lo que es visible desde multitud de puntos, pero sobre todo, desde el amplio aparcamiento, que es el punto principal de llegada y concentración de un número elevado de personas que acuden a este paraje precisamente a huir del caos de asfalto y hormigón y disfrutar del paisaje natural desde este frente marítimo.
Lo realmente paradójico del asunto es que a escasos 100 metros de un Centro en el que se trata de acercar a la población a la comprensión y el respeto del litoral se ubique un caso tan claro de irresponsabilidad y falta de sensibilidad.
En este entorno la propia erosión natural que modela los acantilados es el elemento valioso, ya que nos permite comprender cómo funciona y cómo se genera nuestro paisaje a lo largo del tiempo. Con la innecesaria degradación de este paisaje vivo, empañamos a nuestros mayores los recuerdos de toda una vida y les robamos a nuestros pequeños la oportunidad de disfrutar de entornos auténticos, cada vez más escasos.