29/12/2021
Subir el Kilimanjaro no ha sido ni de cerca el mayor reto…
Pero, irónicamente, eso no es lo que pensábamos hace ya algo más de un par de semanas cuando, con las rodillas doloridas, los labios cortados por el frío y el corazón latiendo a tres mil por todo lo que acabábamos de vivir, llegábamos de nuevo a las faldas del Kilimanjaro tras una épica expedición de seis días.
Épica, épica, de verdad que sí.
Por lo bueno.
Por lo no tan bueno.
Por lo mejor. Por lo insuperable.
Pero, especialmente, por todas las cosas que no pueden describirse con palabras.
Solo con esas miradas cómplices llenas de triunfo tintado de cansancio y superación que se dedican aquellos que acaban de pasearse por lo más alto.
En este caso por el mismísimo techo de África.
A nivel físico, mental, emocional…
INSUPERABLE.
¿Cómo se puede explicar algo así?
¿Cómo describir la paradójica sensación de no querer volver a ver una montaña en tu vida y, en menos de 24 horas, estar pensando ya en una nueva aventura?
Solo puedo decirte que tienes que probarlo.
TIENES QUE.
Es como tocar el cielo.
Pero es ahora cuando, sin saberlo ni haberlo anticipado como tal, nos enfrentamos al mayor de los retos: la vuelta a casa.
¿Cómo volver a caminar por el asfalto cuando has tocado las estrellas?
¿Cómo volver a las comodidades de nuestro “hogar, dulce hogar” cuando ya no las necesitas?
¿Cómo explicar la nueva persona en la que te has convertido a aquellos que más quieres?
Tras el subidón inicial de abrazos, reencuentros y sorpresas familiares y de amigos se impone la realidad.
No va a ser fácil, hemos cambiado.
Nos hemos descubierto, conocido, retado y superado.
¿En 4 meses? Vaya tontería.
Pues sí, en 4 meses.
Y, sin embargo, sabemos que una de las mayores pruebas del camino empieza ahora.
Veremos qué tal lo hacemos.
Nosotros, por si acaso, vamos a ir preparando la próxima aventura.
💙