22/01/2024
Crónica de un Fin de Semana Motero:
*Entre Parrillas, Curvas y la Historia Grabada en Piedra*
El rugir de los motores marcó el inicio de un fin de semana motero total.
El sábado, nos sumergimos en la adrenalina y el compañerismo en la 🄸 🅀🅄🄴🄳🄰🄳🄰 🄼🄾🅃🄴🅁🄰 🅁🄸🄱🄰🄼🄾🄽🅃🄰🄽 🄰🄻 🄼🄰🅁 , un evento que contó con la imponente presencia de numerosas motos de todo tipo.
La caravana, capitaneada por el Harley Davidson Club Montañés, nos dejó boquiabiertos con sus monturas espectaculares y exclusivas, una verdadera exhibición sobre ruedas.
La Biela43 nos acogió con los brazos abiertos en este epicentro de la pasión motera. Tras las presentaciones y el rugir coordinado de los motores, la ruta comenzó, guiada por el Harley Davidson Club Montañés y sus máquinas que parecían rugir con vida propia. Las curvas de los alrededores de La Biela43 fueron testigos de la majestuosidad y diversidad de estas motos, cada una con su historia y personalidad única.
En el recorrido, la caravana atravesó paisajes pintorescos y carreteras serpenteantes que enmarcaron el rugir de las motos. El viento fresco acariciaba nuestros rostros mientras avanzábamos en esta procesión sobre ruedas.
La ruta no solo era una experiencia visual, sino un banquete para los oídos con el constante y armonioso rugir de los motores que se entrelazaba con la naturaleza circundante.
Al retornar a La Biela43, nos esperaba una parrillada que despertó todos nuestros sentidos. Las brasas chisporroteaban mientras compartíamos risas y anécdotas de la ruta. La camaradería motera se palpaba en el ambiente, con historias compartidas sobre dos ruedas y la pasión por la libertad que solo los moteros comprenden.
La tarde se tiñó de vibraciones roqueras con el grupo "The Old Trastes". En el escenario improvisado, las guitarras lloraron y las motos rugieron en perfecta sintonía. La quemada de rueda fue el clímax de esta experiencia, una exhibición que dejó a todos con la adrenalina a flor de piel.
El domingo nos esperaba con un sol radiante y temperaturas ideales para una rutilla tranquila.
Desde Hoznayo, recorrimos la N 623 con una parada estratégica para re-desayunar.
Pero el plato fuerte estaba por llegar: el puerto del Escudo. Curvas desafiantes, desniveles vertiginosos, y al coronarlo, la majestuosa Pirámide de los Italianos, también conocida como el Cementerio de Mussolini, a nuestra derecha.
Fue inaugurado el 26 de agosto de 1939.
Mussolini mandó levantar en el Escudo una esbelta pirámide de hormigón con la puerta situada hacia el amanecer y una enorme M en el encuadre, en homenaje a sí mismo. Un historiador distraído se empeñó en demostrar décadas más tarde que, en realidad, aquella M, que allí sigue, quiere decir Moritorio (cementerio en italiano).
La pirámide del Escudo acogió 384 cadáveres hasta que en 1975 el Gobierno italiano decidió la exhumación de los cuerpos, que repatriaron en cajas de cinc (268) y el resto se trasladó a la Torre-Osario de Zaragoza. La medida se había fraguado cuatro años antes, cuando un autobús militar con medio centenar de familiares llegados de Roma para visitar el cementerio se despeñó en una de las curvas del puerto. El accidente, con 12 mu***os, sirvió para recordar la existencia de una necrópolis incómoda.
Descendimos hacia Arija, acercándonos al embalse del Ebro, que se encontraba bajo mínimos, mostrando la huella de la sequía. Y allí, en medio de las aguas tranquilas, se alzaba La Catedral de los Peces, un lugar único que desafía la lógica y deja a cualquiera boquiabierto.
La Catedral de los Peces, también conocida como "San Andrés de los Peces", es una maravilla arquitectónica subacuática enclavada en el embalse del Ebro. Construida en el siglo XIX, su historia se entrelaza con la leyenda de un antiguo pueblo que, sumido en las aguas por la construcción del embalse, dejó como única huella esta iglesia peculiar.
La catedral se sumerge parcialmente durante la temporada de lluvias, emergiendo majestuosamente cuando el nivel del agua baja.
Esta obra maestra arquitectónica, con sus arcos y ventanales, crea una imagen surrealista al emerger del agua, desafiando el tiempo y la naturaleza.
El apetito llamó nuevamente, y para cerrar con broche de oro este fin de semana motero, nos dirigimos al restaurante La Flor en Anero. Un cocido montañés nos esperaba, como un abrazo reconfortante después de tantas emociones vividas en la carretera.
Así concluyó nuestro fin de semana motero, donde la camaradería, la aventura y los lugares mágicos se entrelazaron en una trama inolvidable. Entre risas, curvas, la Pirámide de los Italianos y la Catedral de los Peces con su historia grabada en piedra, esta crónica queda como testimonio de un viaje que quedará grabado en el asfalto y en el corazón de cada motero que lo vivió.
¡Que vengan más fines de semana como este, llenos de kilómetros, historias y la pasión por la carretera!