28/06/2020
DÍA 8- APOLO Y DAFNE, BERNINI 1625 c/a
Ya empieza a acercarse el fin de esta primera serie de esculturas. No podía excluir Apolo y Dafne de Bernini, ya que por ciertos aspectos, nadie más ha conseguido resultados similares con el mármol. Pero hoy no os quiero hablar del estilo, ni de los aspectos técnicos, más bien de la atormentada historia de amor que representa.
El mito nos cuenta que un día Eros, el dios del amor quiso vengarse de Apolo y, disparándole una flecha, hizo que él se enamorara de la hermosísima Dafne. El dios empezó entonces a cortejarla, pero cuanto más el intentaba acercarse, más ella se reusaba y huía. Un día desesperada, mientras Apolo la estaba perseguiendo, pidió a su padre Ladone y a la Madre Tierra que se apiadaran de ella y de su libertad, así que la trasformaron en un árbol de laurel, que en griego se dice daphne.
Cuando Apolo llegó a tocarla ella se había casi tranformado por completo: las uñas se habían convertido en raíces, su melena en una copa frondosa y sus dedos en ramas repletas de hojas. Al abrazar el tronco leñoso podía sentir todavía el corazón de la muchacha latiendo. De aquel entonces Daphne, osea el Laurel, sería la planta consegrada a Apolo y a las artes, y por esto que a los poetas y a los artistas se le ciñe con una corona de laurel.
Esta es la historia de un amor no correspondido, como cuando tenemos la ilusión de haber conseguido algo que tanto anhelamos, pero la codicia de la posesión, de repente, se disuelve para siempre, y se convierte en mero añoro. Como el mármo, plasmado por la luz, desaparece y se hunde en la oscuridad del oblío.