24/06/2024
EL NIÑO DE LAS CATITAS
Leyenda
POR FRANCISCO TIZCAREÑO IRACHETA
¿Qué es la vida sin sueños, sin poemas, sin locuras y sin fantasías?
Dice Don Carlos que cuando el era chiquillo, escuchaba decir a la gente mayor, que en el cerro de la bufa, allá en las Catitas, exactamente a las doce del día algo extraño pasaba en la mina. Un indio pequeño, creo que un niño, entre lo oscuro del hueco, de la nada aparecía entre sus manos , tres naranjas de oro, brillaban con la luz del sol. Entre murmullos, a quien lo observaba, con una sonrisa se las ofrecía invitándolo a entrar en la oscura mina.
“¡Ven, entra aquí a jugar! te daré estas tres naranjas si juegas hoy con migo” ¡Era un indio huachichil! El jugaba con juguetes hechos por su padre indio, minero rico, dueño de las venas de los cerros, que allá enfrente de la bufa relumbran con luz de oro, con sombras de plata y con rayos de sol destellantes al reflejarse en la riqueza del Potosí dormido.
Ahora es un espíritu que custodia las minas de nuestros ancestros. Nos invita con el placer de su sonrisa, y con el orgullo del recuerdo de sus juegos. Su esencia sigue vigente entre las rocas y los socavones de las Catitias, nos indica la alegría de su riqueza.
La bufa es un cerro alto, redondo como en forma de “bota” de esas hechas de cuero donde se guardaba antes el vino. Esta de frente al Cerro de San Pedro tan rico como el Cerro Rico de Potosí y al Pópulo, junto con estos cerros, la bufa enclava el pueblo entre sus recodos para protegerlo y para mirarlo con la riqueza de sus entrañas. Para subir a este cerro, es fácil si se toma el camino que pasa por Tlaxcalilla, una hacienda de beneficio que existió hace mucho y donde aun se encuentran vestigios del los hornos de fundición y de las tahonas, junto con las ruedas enormes de piedra con las que se molía el mineral. Y siguiendo el camino del arroyo por donde baja el agua cuando llueve es muy fácil llegar a la mina de “las Catitas”.
Una vez que llaga uno a la Mina de las Catitas podemos ver del otro lado, la cima del cerro, coronado por unas peñas, desde donde se puede ver todo el valla de San Luis.
Las aguilillas vuelas retozando por el cielo azul y el tiempo se detiene, el presente se esfuma y pareciera estar en cualquier momento de la eternidad.
Aquí caminaron nuestros antepasados golpeados por el látigo de la dominación española, y el oro y la plata de los huachichiles ya no fue mas para sus hijos. Se lo llevaron junto con la vida de tantos hermanos indígenas, pero la esencia nunca la han podido arrancar, por que se aferra a la tierra, los profundos socavones impregnados de trabajo, de sudor, de cansancio, de dolor y de coraje, y en forma de inocencia surge ahora después de cuatro siglos, como un niño huachichil, que con una gran sonrisa, nos quiere mostrar la riqueza entre sus manos. Con orgullo muestra los regalos de estos cerros y pretende guiarnos hasta la profundidad del tiempo que no concluye con la muerte, por que aun vive en cada hijo de esta tierra, la esencia misma de la raza huachichil que no será vencida nunca por el olvido.
¡Ven, sígueme adentrarte en la vieja mina de los sueños de los hombres de esta tierra! El oro es tuyo si te atreves a tomarlo de las manos de los guardianes del espíritu del cerro.
La oscuridad, la incertidumbre y el miedo, nunca deben ser obstáculos para llegar a los tesoros que la vida nos regala.
El oro es el símbolo de los rayos del sol. Y la plata , la luz de la luna que envuelve nuestros sueños.
Tres naranjas de oro son: mente, cuerpo y corazón.
La inocencia de este niño, es coraje, es cordura, es la más fuerte atadura con la esencia huachichil.