06/09/2022
Los mayas insurrectos durante el periodo virreinal.
La península de Yucatán represento un reto para el dominio español debido a las condiciones previas de inestabilidad y atomización del poder en el periodo Posclásico, sumado a la ausencia de metales preciosos y el clima tropical hizo que el único incentivo para el control del territorio fuese el reparto de las poblaciones mayas mediante la figura de la encomienda, sistema que a diferencia del resto del virreinato se mantuvo vigente hasta el siglo XVIII. Pero uno de los recursos que tenían los mayas para poder liberarse de esta clase de regímenes tiránicos era el abandono de las comunidades para internarse en la selva, siendo uno de sus principales ejemplos a seguir el señorío de Peten Iztá, estado surgido durante la lucha de poder de los últimos grandes estados mayas de Yucatán donde los itzaes de Chichen Itzá serían los primeros derrotados por los cocom de Mayapan y forzados a huir a la zona del Peten, sirviéndole de defensa tanto para las incursiones de sus antiguos aliados y posteriormente contra los españoles convirtiéndose en un lugar inaccesible y libre del dominio español hasta finales del siglo XVII.
Las duras condiciones impuestas por los españoles a los mayas hizo más atractiva la idea de huir hacia el sureste de la península en los territorios correspondientes al sureste de Campeche, gran parte de Quintana Roo y el actual Belice, zonas donde gracias a la belicosidad de sus habitantes y lo complicado para hacer llegar las expediciones militares hizo que los españoles decidiesen desistir de conquistarlo o evangelizarlos (con excepción de Bacalar que a duras p***s logro sobrevivir para el siglo XVIII). Este aislamiento les permitió volver a establecer comunidades en las selvas libres de toda influencia española con excepción de un problema, a diferencia del norte peninsular donde el ecosistema predominante es la selva baja, en el sur imperaba la selva alta con sus árboles de 30 a 45 metros, por lo que para poder trabajar la tierra la cual les permitía obtener hasta dos cosechas se haría imprescindible la llegada de las herramientas de metal como las hachas y los machetes para limpiar los terrenos. También es cierto que vivir en la selva era un reto aun mayor tanto por la presencia de insectos nocivos como de animales mortales como las serpientes y los jaguares, siendo considerado el “monte” o “kaax” como un refugio temporal de los mayas del norte para sobrellevar las guerras o los desastres naturales como los huracanes, siendo considerados lugares sobrenaturales donde se albergaban a espíritus malignos.
Debido a la zona donde tienen que vivir, los mayas fugados serian nombrados como “teppche”, que quiere decir “los que viven debajo de los árboles”, cargando con el estigma de ser considerados como miserables que ap***s y podían sobrevivir, desconociendo con ello la gran fertilidad que tenían estos territorios. A lo largo de los dos primeros siglos de control español, se mantenía un flujo constante de migrantes mayas hacia los territorios no pacificados, proviniendo especialmente de los partidos de la Sierra, Camino Real Alto, Camino Real Bajo y Costa, los cuales se encontraban en las cercanías tanto de Mérida como de Campeche y por lo tanto eran sometidas las poblaciones indígenas a una mayor presión para abastecer a las ciudades españolas. El inicio de las migraciones empezaba de forma individual cuando uno de los miembros de la familia se fugaba, después cuando ya había logrado tener los medios para sobrevivir ya se mandaba al resto para acompañar a sus parientes en la selva, aunque había variaciones como el caso de las parejas de jóvenes fugados, o también lo hacían las familias que tenían hijos pequeños, incluso se sabe que poblaciones enteras huían de su lugar originario para mantenerse lo más lejos posible de los españoles como los casos de Tixpetén, Oxpetén, Olón, Tantemó y Sahcabchén en Campeche, donde en algunos casos trataron de revivir las religiones prehispánicas.
Dentro del sistema de asentamiento maya había forma de fugarse poco a poco, empezando con el retiro de la propiedad familiar para trasladarse a los terrenos de la milpa, más retirado del pueblo, ya de ahí podían empezar a internarse en la selva hasta encontrar una población donde los pudieran aceptar, estas se mantenían alejadas en un patrón de 80 leguas, más de 400 kilómetros de los pueblos encomenderos, y se localizaban de forma dispersa entre sí para impedir cualquier posibilidad de una campaña militar. El contacto con las poblaciones de origen se mantenía de forma clandestina por las redes familiares, sobre todo para tener activas las rutas comerciales y estar abastecidos, aunque había casos en donde los encomenderos se enteraban e impedían estas relaciones provocando el ataque de los fugitivos para forzarlos a comerciar con ellos. Su apariencia denotaba su rebeldía, regresando a las cabelleras largas, a hacerse perforaciones, el uso de joyas y de pintura facial, causando mucha curiosidad cuando llegaban a las poblaciones colonizadas, pero no retornaban del todo a las antiguas vestimentas al mantener un alto grado de occidentalización, como es el caso del nada claro uso del huipil que más tarde deriva en los camisones lacandones.
A pesar de mantenerse estas poblaciones rebeldes, se hicieron imprescindibles en el sistema colonial yucateco, ya que ellos abastecían a los pueblos de algodón, cacao, cera y miel para cubrir los tributos, forzando a las autoridades españolas a tolerar y convivir con los fugitivos. El mestizaje cultural era una realidad entre los mayas fugados, si bien se habían resucitado algunas de las antiguas costumbres como los sacrificios y las grandes ceremonias al aire libre, también se había incorporado en la religión el culto a los santos católicos o el uso de las campanas, también el liderazgo de los ah kin se había mezclado con los cabildos españoles dejando escritos acerca de sus acciones de gobierno, sobre todo se mantuvo muy viva la tradición profética de los katunes como parte de la mística para sustentar la resistencia. Siempre tuvieron como meta la conquista de Campeche y Mérida para echar tanto a los españoles como a los mestizos, siendo usual que de vez en cuando atacasen los pueblos, pero nunca llegaron a dar un golpe fatal a la presencia española que desestabilice la región, en cambio ellos si lograrían desbalancear la situación con la conquista de Peten Itzá en 1699, desarticulándose la resistencia en poblaciones aisladas, pero manteniendo el espíritu rebelde que terminaría por estallar primero en el siglo XVIII y en el siglo XIX.
Gracias por su atención y los espero en la siguiente lectura.
Bibliografía:
La península de Yucatán represento un reto para el dominio español debido a las condiciones previas de inestabilidad y atomización del poder en el periodo Posclásico, sumado a la ausencia de metale…