02/09/2022
Ya llegó septiembre, mes patrio, mes del natalicio de Don Porfis así que hoy le cambiamos tantito a la línea editorial trayéndoles un poquito de historia del arte en el porfiriato. Pásenle a leer lo que preparó el antropólogo que, como quien dice, se mete hasta en la sopa y es ajonjolí de todos los moles:
El arte en el Porfiriato
por Antrop. Isaías H. Rosales
El periodo de la historia mexicana conocido como “Porfiriato” y comprendido del año de 1876 a 1911, trajo consigo una serie de grandes cambios que hasta ese momento no se habían presentado en la historia de la República Mexicana. Si bien no es correcto decir que este periodo fue del todo bueno o malo,es un hecho que la situación general del país tuvo grandes avances y un rumbo nuevo que buscaba la modernidad, la prosperidad y el óptimo desarrollo la economía del país.
El general Porfirio Díaz, quien el 28 de noviembre de 1876 asume el poder como presidente de facto tras la derrota militar del presidente Sebastián Lerdo de Tejada y de su huida de la capital, tenía en mente, desde su entrada como ejecutivo, un proyecto de nación según el cual México debía progresar, dejando de ser un país pobre y convirtiéndose en una potencia moderna y próspera. Esta corriente ideológica a la que más tarde se le denominaría como positivismo porfiriano , provocaría muy notables desarrollos en cuanto a la renovación del mercado, se mejoraron los puertos y el correo; las minerías se expandieron y aumentaron su producción, y la economía en general avanzaba a grandes pasos. Asimismo, el arte no se quedó atrás y fue durante el porfiriato que el país se adentró más en potencializar a grandes artistas y a que se incrementara la oferta en lo que eran los cines, el teatro, y en general las bellas artes.
Literatura
El Modernismo fue una corriente en ciernes que, sumado a la narrativa francesa, ganaba mucha fuerza en ese entonces, ambos fueron elementos tomados por el escritor mexicano Amado Nervo.
Del mismo modo, destacaron Ignacio Manuel Altamirano y Manuel Payno, igualmente modernistas y nacionalistas. Justo Sierra también sobresale como uno de los mayores exponentes de la literatura de influencia francesa; sus obras eran también de tendencia liberal y abundaron textos que incluían rimas, cuentos y novelas históricas. Durante la época, al ser fundamental la idea de promover a México, brindándole un sentido de identidad, surge también Manuel Rivera Cambas. A él se le atribuyen las obras de "México Pintoresco y "Artístico monumental" que hablan y enaltecen la diversidad cultural mexicana.
De igual manera, la literatura histórica tuvo acercamientos con nuevas corrientes, tales como el costumbrismo, de las manos de José Tomás Cuellar, Ángel del Campo y Manuel Payno, el costumbrismo; destaca de estos autores Payno, cuyo mayor logro literario, Los bandidos de Río Frío, “[...]nos habla sobre las divisiones sociales de la época, justificando así las etiquetas con que definió, no sólo a artesanos, indios y mercaderes, también a clérigos, profesionales y militares.”
Pintura
Tal como señala el sociólogo Jorge Morales, el discurso de lo que él llama “cultura política liberal” permeó, a la par de las representaciones religiosas, como ejemplo la obra de Juan Cordero, las temáticas de todas las artes plásticas, sobre todo la pintura, la cual tuvo una tendencia a “construir-representar la patria” a través del paisajismo, en el caso de José María Velasco Gómez, y la pintura histórica.
La obra de José María Velasco Gómez destaca entre otros artistas plásticos del porfiriato pues sus sobras retratan principalmente escenarios del Valle de México, incluyendo paisajes de haciendas, volcanes, sembradíos, etc. siendo todas de carácter innovador y trascendente, imágenes nunca antes vistas desde ese esquema, cuya intención residía en mostrar la realidad del país, pero a través de bellos escenarios que evidenciaban el respaldo nacionalista de México.
La mencionada pintura histórica tuvo un gran relevancia en el arte porfiriano, ésta tenía fincados sus antecedentes en la época de la república restaurada y se caracterizó por temáticas indigenistas y una paradójica reivindicación de la cultura indígena de manera simbólica pues, cabe destacar que tanto el gobierno Juarista, Lerdista y Porfirista, durante los cuales proliferaron estas representaciones, fueron regímenes que mantuvieron una política de aislamiento, desprecio y hasta aniquilación de los pueblos indígenas, dando paso a una tendencia que se extendería en el discurso político de nuestro país durante muchos años: “Glorificar al indio mu**to y aniquilar al indio vivo”. Los representantes principales de este estilo fueron José Obregón, Leandro Izaguirre y Félix Parra.
Por su parte Juan Cordero, es el representante del discurso que vivió a la par de la “cultura política-liberal”, un discurso clasicista y, hasta cierto punto, conservador que se refleja en las temáticas bíblicas y religiosas, por otra parte, en sus retratos donde se denota “[...] la imagen académica clasicista mexicana […] todo él es armonía y elegancia” ; de su obra en general podemos decir que encontramos la influencia francesa del modernismo y el “culto a la belleza”.
Otro pintor de gran relevancia fue Santiago Rebull Gordillo quien creó retratos del emperador Maximiliano I y la emperatriz Carlota, así como de Benito Juárez y del mismo Díaz. Además, fue Director General de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de México. Saturnino Herrán fue también un muy importante pintor mexicano quien se enfocó en pintar bellos cuadros que plasmaban a las personas “del pueblo” que nuevamente representaban un simbolismo de lo que era el mexicano o la mexicanidad idealizada.
Arquitectura
La arquitectura se vio privilegiada durante la época porfirista gracias al crecimiento económico, a la apertura a la inversión extranjera y a la política “modernizadora” de Díaz que se vio reflejada en un intento de “europeización” o “afrancesamiento” de la Ciudad de México con el fin de presentar a México como un país adelantado, moderno y próspero.
Bajo este esquema, Díaz y su gabinete empezaron a invertir grandes cantidades de dinero en construir edificios oficiales o remodelar los ya existentes, se adoquinaron las principales avenidas, como paseo de la Reforma y se construyeron o se proyectaron nuevos y palaciegos edificios como el Palacio de Correos, diseñado por Adamo Boari (Italiano) y Gonzalo Garita (mexicano); este apogeo arquitectónico se extendió a otras ciudades como Pachuca, donde se construyó el famoso reloj monumental como símbolo del auge minero de la región o en Mérida donde se construyó el paseo Montejo, una extensa avenida que emulaba al paseo de la Reforma.
De la mano de este “afrancesamiento”, sumado al contacto de México con Francia y otros países mediante la apertura económica y cultural que se daba en las ferias internacionales del siglo XIX y XX llegó a nuestro país una corriente, movimiento o estilo peculiar, el Art Nouveau.
El art Nouveau tuvo su origen en Europa, cuando algunos artistas insatisfechos con estilos como el neo gótico o el neoclásico, se vieron obligados a crear o recrear “normas” estilísticas que no fuesen la reencarnación o el renacimiento de las viejas artes sino algo nuevo y único que fuese la “reacción” a la “mercantilización, insensibilidad y rigidez” de la razón que imperaban en las artes.
Esta nueva corriente daría respuestas a las necesidades de la burguesía industrial y comercial naciente del capitalismo en ciernes, este estilo florecería entre 1880 y 1914 y fue bautizado con diversos nombres según el país donde hubiese llegado, “[…] en España [se le llamó] Modernismo o Gaudí (por el arquitecto Antonio Gaudí y Cornet); en Francia, donde alcanzó su máximo esplendor, se le denominó Art Nouveau, Modern Style o Guimard [...]” .
Este nuevo estilo fue indiferente a las frías y rígidas normas clásicas y optó por un concepto estético que apelara a los sentidos sobre la razón, tomando a la naturaleza vegetal y animal como fuente de inspiración, así como al mundo de ensueños que evocaban reminiscencias del romanticismo, eligiendo la línea curva y ondulada y utilizando una paleta de colores tenues con matices de blanco, verde, rosa y violeta.
El art Nouveau tuvo un gran alcance pues muchas cosas se concibieron bajo sus estatutos, ropa, joyería, muebles, pinturas, esculturas, objetos de uso personal, etc. En el caso de la arquitectura se propuso un estilo homogéneo e integrador que abarcara interiores y exteriores además de usar materiales novedosos para su época como el hierro, el hormigón armado, el cristal y el acero.
El auge del art Nouveau en Europa coincidió con el México de Díaz y llegó, como ya se estableció, de la mano del afán modernizante y “europeizante” de su gobierno, llegando al ser el estilo preferido de la burguesía, la alta burocracia y la aristocracia mexicana capitalina, quienes aspiraban a ser o distinguirse como europeos, como franceses y como parisinos.
Este anhelo de una nueva imagen urbana llevó a los “altos jerarcas” a contratar arquitectos e ingenieros de diversas nacionalidades para el diseño de sus mansiones y fincas para las cuales importaron directamente de Europa personal, planos, materiales, etc. Estos proyectos dieron sus frutos en las colonias Juárez en 1898, Condesa y Roma en 1902 y la Cuauhtémoc en 1905 que se convirtieron en asentamientos de la clase alta; mientras tanto, la clase media se atrincheró en las Colonias San Rafael y Santa María la Ribera, donde varios profesionistas, militares y servidores de la baja burocracia se asentaron y les dieron a sus casas ciertos tintes de esta nueva tendencia, según sus recursos les permitiesen.
Claro que no toda la arquitectura fue un puro Art Nouveau, tal como pasó en las artes plásticas varios estilos y convivieron en las ciudades del país, sobre todo en la Ciudad de México, tales como el neo-gótico, el renacentista y un naciente “neo- indígena”, muy ad hoc con el discurso de reivindicación de la historia nacional.
Cinematografía y teatro
El cinematógrafo llegó a México en 1896 de la mano de Gabriel Veyre, comisionado por los hermanos Lumiére, para mostrar su invento al General Porfirio Díaz, comisión que cumplió el 6 de agosto de ese año en una función privada para el presidente y su familia y una función posterior para los altos funcionarios de su gabinete en la droguería de plateros. (Molina,S. & Rosas, A., 2014)
El cine, junto con el circo, el teatro, los toros y las peleas de gallo fueron una de las múltiples diversiones que la sociedad porfiriana utilizaba para paliar sus momentos de ocio. Tomando esta idea, hubo para el cine una gran influencia de la literatura, mostrando que en el entorno real se pueden distinguir cuestiones más raras que incluso en la ficción. Díaz siempre tuvo en mente que le debía proporcionar de este tipo de arte a la sociedad con el uso de un medio que garantizaría la persistencia del recuerdo de la historia de México. El cine fungiría entonces como el producto de la memoria de la sociedad, de sus recuerdos e incluso, sus secretos.
El teatro no se quedó atrás y de hecho se introdujo una nueva perspectiva y estilo de producción teatral. Influida igualmente por los acontecimientos sociales, económicos y políticos del momento, los teatros se diversificaron en toda la ciudad de México y en otras ciudades grandes, masificándose y comercializándose como nunca antes. En el teatro se fusionaron el género español y el popular mexicano, dando origen a piezas emblemáticas de la dramaturgia nacional como La hija del Rey, de José Perón Contreras; Contigo pan y cebolla, de Manuel Eduardo de Gorostiza, entre otras. El teatro y la literatura buscaban ser transmitidos a toda la población, por lo que se fomentó la creación de espacios culturales y agrupaciones artísticas, incluyendo museos y teatros, de los que quedaron inmortalizadas distintas corrientes no sólo francesas sino europeas en general.
Música
Por último, pero no más importante, la música quedó consolidada como una transmisión artística promovida por el gobierno de Díaz y los científicos, del que se desprenderían los símbolos que hasta la fecha representan a México. Ricardo Castro se destacó por su creatividad en la invención de piezas del género de la música de salón, influenciadas también por Europa. Los valses, óperas, marchas militares y zarzuelas eran los estilos más escuchados de la época y se estableció un nuevo estilo musical que tomaría las raíces del folklor nacional mexicano. Asimismo, Juventino Rosas, Macedonio Alcalá y Felipe Villanueva resaltan como personajes que buscaron rescatar y utilizar en sus composiciones sonidos provenientes de los sectores más inferiores de la población.
A manera de conclusión
Para finalizar, podemos reflexionar sobre los claro oscuros del gobierno de Díaz, pues es bien sabido que su figura y la de su gobierno ha sido satanizada por la historia oficialista y más recientemente por la izquierda radical y moderada sin detenerse en temas como éste que, si bien no pueden atribuirse como aciertos de la dictadura porfirista en sí, pueden tomarse como aportaciones que llegaron gracias al impulso de ésta. Estos temas, olvidados hasta cierto punto, merecen realmente un acercamiento, estudio y difusión para poder tener una visión más amplia y “objetiva” de este periodo de nuestra historia.
Si bien muchas de sus decisiones del régimen porfirista fueron duramente criticadas tanto en la crisis de su mandato como en la figura que se nos muestra hoy en día, una de las más llamativas fue el “malinchismo” que le recriminaría la historia posterior y trataría de ser reivindicado por el arte posrevolucionario, esta misma percepción no era particular del dictador, sino que también de los artistas, quienes compartían este gusto por las tendencias culturales provenientes del extranjero, trayendo nuevas y frescas propuestas, pero manteniendo la expresión de los ideales y los sentimientos nacionalistas, religiosos y folclóricos aunque estos fueran al servicio de la dictadura porfirista.
Aunque, es verdad, debemos tener en cuenta que mucho de este impulso se hizo bajo el discurso positivista del progreso y la modernización, así como de una recalcitrante “europeización” que, desde tiempos virreinales, ha marcado las políticas gubernamentales y el pensamiento general de la población, sumado a una creciente “norteamericanización” de la cultura, las artes, entre otras cosas.
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