01/02/2016
Luego de cinco años de trabajos de gabinete, el sitio arqueológico Zultépec-Tecoaque, en Tlaxcala —donde a principios de la Conquista de México indígenas acolhuas sacrificaron a 550 personas que integraban una caravana que acompañaba a Hernán Cortés—, vuelve a ser explorado por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en búsqueda de vestigios que permitan conocer cómo vivieron los cautivos antes de su inmolación.
Como parte de los avances en la excavación que comenzó en agosto pasado y se prolongará hasta diciembre próximo, los arqueólogos Enrique Martínez Vargas y Ana María Jarquín Pacheco, responsables del Proyecto Arqueológico Zultépec-Tecoaque, dieron a conocer el descubrimiento de áreas de cautiverio donde se retuvo a los miembros de una caravana de Cortés, ubicadas dentro de las unidades habitacionales del sitio acolhua perteneciente al señorío de Texcoco. Se trata, dijo Enrique Martínez, de cuartos encerrados, áreas reservadas donde los indígenas mantuvieron a los prisioneros.
La exploración en las áreas habitacionales deja ver que los integrantes de esa caravana fueron repartidos en diferentes conjuntos de aposentos, tal vez con la finalidad de que los acolhuas los vigilaran, detalló Enrique Martínez. Resaltó que en este caso no se puede usar el concepto de esclavitud, porque no hay indicios de ello, sólo es posible inferir que el grupo estuvo en cautiverio para ser sacrificado.
Explicó que todo el sitio fue sometido a un cambio arquitectónico importante para dar cabida a medio millar de personas que se sumaron intempestivamente a la población local durante ese lapso (junio de 1520 a marzo de 1521), lo cual se explica porque se ha encontrado rastro de la construcción de nuevos cuartos para albergar a los habitantes del asentamiento, quienes desocuparon sus habitaciones para encerrar a los cautivos.
Las evidencias arquitectónicas se suman a los vestigios de materiales descubiertos en temporadas pasadas. Hasta este momento, el trabajo de gabinete ha clasificado 15 mil objetos. Entre los vestigios destacan decenas de cabezas de figurillas de cerámica que fueron degolladas; unas tienen fisonomía hispana, otras rasgos negroides; una escultura miniatura representa un ángel y otra con un rostro de un demonio con cuernos de cabrío.
Se han clasificado cajetes aztecas en cuyo fondo está grafiteada una cruz cristiana. Esos elementos estaban dispersos en los aposentos y en algunos entierros, que con la excavación para recuperar su aspecto arquitectónico se han encontrado encerrados.
El arqueólogo explicó que durante la primera fase del proyecto, entre 1993 y 2010, se exploró el área ceremonial, conformada por la plaza Central, donde están los templos dedicados a Ehécatl-Quetzalcóatl, deidad del viento, y Tezcatlipoca, dios del cielo y de la tierra; la plaza Sur con sus templos a Tláloc, dios de la lluvia, y a Mictlantecuhtli, deidad de la muerte; la plaza de uso común y una parte del área habitacional.
En los espacios habitacionales se encontraron los restos de los miembros de la caravana con señas de haber sido inmolados en diferentes rituales que se llevaron a cabo a lo largo de seis meses para conmemorar diversas festividades marcadas en el calendario mexica, como la celebración de Panquetzaliztli, la más importante dedicada a Huitzilopochtli. Por estudios de antropología física y los objetos asociados, se sabe que los sacrificios localizados en la plaza Central se llevaron a cabo en honor a Huitzilopochtli, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl; los de la Sur, a deidades relacionadas con eventos agrícolas.
El especialista del INAH-Tlaxcala calcula que todos los miembros de la caravana fueron inmolados. Algunos se colocaron en un tzompantli, con otros se elaboraron huesos trofeo para ser colocados en los espacios habitacionales.
La finalidad de las inmolaciones, explica Enrique Martínez, fue pedir la protección de las deidades frente a la llegada de gente extraña. La distribución de los cuerpos remite a mitos mesoamericanos de origen, lo que habla de la angustia que vivieron al enfrentar al conquistador. El sitio muestra que la Conquista no fue fácil. El episodio en Tecoaque habla de algo inédito en la historia de México porque no hay evidencias arqueológicas que revelen una resistencia.
Enrique Martínez recuerda que los estudios han revelado la presencia de personas de diferentes razas, no sólo españoles: negros, zambos y mulatos, que con seguridad fueron traídos por Cortés desde Cuba, donde las razas ya se habían mezclado. Así como de mesoamericanos que se fueron adhiriendo a la caravana, principalmente totonacos y tlaxcaltecas. Destaca la presencia de cerca de 50 mujeres adultas, unos 10 niños de meses hasta los tres años de edad y animales europeos.
Enrique Martínez resalta el descubrimiento de un nuevo aljibe en las unidades que se excavan, que se suma a 12 que ya habían sido hallados, algunos de ellos fueron explorados en etapas anteriores. En los próximos meses se explorarán este nuevo y otros dos, pues en estos depósitos construidos para almacenar agua, los acolhuas escondieron muchos objetos de la caravana con el fin de que el ejército de Cortés no los encontrara.
En los aljibes explorados con anterioridad se descubrieron alrededor de 200 objetos europeos: una espuela de caballo, un camafeo, clavos de hierro, anillos, figurillas y cerámica vidriada. Resaltan los restos de cerdos sacrificados. Dicho animal fue el único que no consumieron los acolhuas, destaca Enrique Martínez.
Enterado Hernán Cortés de la matanza de su gente, dio instrucciones a Gonzalo de Sandoval de destruir Tecoaque. El asentamiento quedó devastado. Los acolhuas huyeron y algunos fueron alcanzados y matados. De este último episodio, el arqueólogo también busca indicios y justo a mediados de septiembre, durante la actual temporada de campo, descubrió en una de las unidades habitacionales un conglomerado importante de cerámica prehispánica fragmentada, en especial recipientes de uso cotidiano y la escultura de un perro, además de un plato de cerámica mayólica completo.
El investigador explicó que es muestra clara de un abandono intempestivo. Por alguna razón la población acolhua concentró toda la cerámica en ese espacio y cuando cayeron los muros de las habitaciones la quebraron y la cubrieron por siglos. El evento debió ocurrir al enterarse de que los militares españoles se dirigían a castigarlos. Entonces también se apuraron a esconder las evidencias de la caravana en los aljibes.
El arqueólogo comentó que en las primeras temporadas estudiaron el sacrificio humano y los rituales, pero no se conocían las características de la vida de la caravana a partir de su cautiverio. En esta temporada se excavarán cuatro unidades habitacionales con la esperanza de obtener datos al respecto. Con dicho espacio quedará explorado el 20 por ciento de la zona arqueológica, cuya extensión total es de 32 hectáreas.
“El sitio tiene que explicarnos qué ocurrió en esos seis meses cuando murió tanta gente. La información de Tecoaque es muy importante para la historia de la Conquista de México, porque nos habla de un contacto, quizá el primero antes de que Cortés entrara a Tenochtitlan”, concluye Enrique Martínez Vargas.