22/04/2014
ORULA E IKÚ
Olofin estaba ya viejo y muy cansado. “Tengo que abandonar las cuestiones del mundo”, pensaba constantemente. Fue así que un día decidió: “Voy a llamar a Orula y a Ikú a ver cuál de ellos elijo para sustituirme.”
–He decidido dejar los problemas del mundo –dijo Olofin–, y uno de ustedes dos deberá sucederme. Por eso los voy a someter a una prueba. El que soporte tres días de ayuno demostrará que es capaz de sustituirme.
Ikú y Orula se fueron del palacio de Olofin, dispuestos a permanecer tres días sin probar bocado pero al segundo día Eleguá se apareció en casa de Orula.
–Orula, estoy mu**to de hambre, ¿por qué no me das algo de comer?
Orula comenzó a prepararle un akukó a Eleguá, pero fue tanto el apetito que se le abrió, que casi sin pensarlo mató una adié y la cocinó para él.
Después de la opípara cena, ambos se quedaron dormidos, no sin antes limpiar esmeradamente los calderos y enterrar los restos en el patio.
Aprovechando el sueño de su contrincante, Ikú –que también tenía mucha hambre– se llegó a casa de Orula y comenzó a registrar la cocina. Como allí no encontró nada, registró en la basura donde tampoco pudo encontrar ningún rastro de lo que había sucedido.
Eleguá, que duerme con un ojo cerrado y el otro abierto, no le perdía ni pie ni pisada al ir y venir de Ikú.
Al fin Ikú se puso a registrar en el patio y como vio la tierra removida, escarbó hasta que encontré los huesos de la adié y del akukó y comenzó a roerlos con afán. Fue el momento que aprovechó Eleguá:
–¡Ikú, así te quería agarrar! Ahora se lo voy a contar todo a Olofin.
Por eso, Orula es mayor que Ikú.