26/09/2022
Hace ya algún tiempo que el término ‘baños de bosque’ se coló en las páginas de bienestar y tendencias, convirtiéndose en una práctica que numerosos estudios han referenciado. La teoría es tan sencilla como la práctica: dar paseos por el bosque mejora el estado de salud de quien los recorre. No se trata de ‘abrazar árboles’ ni bailar desnudos alrededor del fuego, sino sencillamente de transitar por ellos, una actividad al alcance de todos que está repleta de beneficios, físicos y psicológicos.
Los ‘baños de bosque’ o tienen su origen, como tantas otras terapias, en Japón. Su significado literal es ‘absorber la atmósfera del bosque’, concepto acuñado en los años ochenta cuando técnicos de la Agencia Forestal de Japón se marcaron dos objetivos: poner en valor los bosques del país -que cubren el 67% de su superficie-, y promover el contacto con la naturaleza en una población urbana que presentaba un elevadísimo nivel de estrés y ansiedad asociados al trabajo.
Un baño de bosque, por definición, es una excelente herramienta para desconectar de la rutina y los hábitos poco saludables asociados al sedentarismo. No es casual que se recorra en silencio, sin más estímulos que los que ofrece el bosque, aplicando todos los sentidos a los elementos naturales que encontramos por el camino. Su práctica fortalece el sistema inmunológico y reduce un buen número de ‘males’ urbanitas: las emociones negativas, los niveles de ansiedad y estrés, la tensión arterial y la incidencia de infartos.