30/07/2022
La cerámica y la alfarería en México tienen sus raíces en el periodo precolombino, con las primeras culturas y civilizaciones de Mesoamérica.
De alguna forma México-Tenochtitlan fue “la tierra prometida” de aquellos pueblos que peregrinaron desde tierras del norte.
Lo que se ignora es la ubicación de la mítica Aztlán (de donde partieron), el tiempo de su peregrinaje y la ruta que siguieron.
En la Reseña histórica del vecino municipio de Tizapán se dice que “según algunos estudiosos de la antropología, por los vestigios precortesianos que existen, habitaron esta región los TOLTECAS sin poder precisarse con exactitud la fecha en que tuvieron lugar los asentamientos que se formaron tanto Tizapán como en sus cercanías.
Algunos afirman que allá por el siglo VII de nuestra era comenzaron a establecerse en las márgenes del Lago de Chapala (Cojumatlan incluido) y también del río hoy llamado de La Pasión, varias tribus”.
Prueba fehaciente de la presencia humana en Cojumatlan hace miles de años son los petroglifos encontrados en el Puerto de León.
Para su estudio, la evolución cultural en esta región ha sido dividida en dos etapas a partir del inicio de la agricultura y el asentamiento en aldeas, hacia el año 1500 antes de nuestra era.
La primera etapa abarca un poco más de 2000 años y se caracteriza por la adopción de la vida en las aldeas, así como la práctica de la agricultura que se sumó a la caza y a la recolección. La vida sedentaria les permitió dedicarse a otras actividades como la fabricación de cerámica, la práctica de ceremonias religiosas y funerarias, y del trueque.
La segunda etapa de las culturas de occidente se ha denominado “Tolteca” y se caracteriza por el dominio militar en unos pueblos sobre otros más débiles. En esta época se perfeccionaron los trabajos de cerámica (arte que al parecer surgió para cubrir las necesidades básicas de la vida domésticas).
El descubrimiento o hallazgo en Cojumatlan de esta pieza de cerámica, su exquisitez, solidez y la belleza de sus grabados vienen a poner fin a la idea equívoca de que en los sectores occidentales de México, las culturas prehispánicas eran simples y de pequeña escala.