19/01/2023
Desde tiempos antiguos, el volcán llamado Nevado de Toluca se ha convertido en un territorio importantísimo para el encuentro con la naturaleza y lo sagrado.
Se menciona en el Códice Xólotl, documento generado entre los años 1542-1546 de nuestra era, en donde se le presenta como un cerro con nueve puntos denominado Chicnauhtécatl, de ahí su traducción como "el que habita los nueve (cerros)".
Este nombre náhuatl de la montaña tiene que ver con la interpretación del cosmos para los pueblos originarios, ya que para los antiguos pobladores del Valle de Toluca, el inframundo constaba de nueve lugares o niveles, teniendo como base el Tlalocan, el cual estaba regido por Tlaloc, dios del rayo y la tormenta.
De este mundo provenía la lluvia y la fertilidad de la tierra para la agricultura, pero también las tormentas de granizo capaces de destruir las siembras. El inframundo era el lugar al que descendían las almas de los mu**tos, quienes, después de pasar por nueve lugares de difícil tránsito, podían por fin llegar al Mictlán.
Curiosamente uno de esos lugares que tenía que sortear el alma de los mu**tos era el río Chicnahuapan (en náhuatl: nueve aguas o nueve manantiales), tal como se le denominaba al río Lerma, que nace al oriente del Nevado de Toluca y el cual ha sido sobreexplotado desde hace más de 60 años desde que comenzó la intubación de mantos acuíferos para alimentar la casa vez más decadente Ciudad de México y su zona conurbada.
Es entonces que se puede concluir que el nombre Chicnauhtécatl, “el habitante de los nueve”, sería una de las advocaciones de Tlaloc personificado del Nevado Toluca, así como sucedía con otras montañas de México, como es el caso del Popocatepetl.
El topónimo oficial Xinantécatl se registra desde 1854 en la Estadística del Departamento de México, incluida en los Anales del Ministerio de Fomento, y proviene de la lengua matlazinca Tzinantécalelly y del náhuatl Xinantécatl, que significa, en ambos casos, “hombre desnudo”.
Según la información oficial del CEDIPIEM (Consejo estatal para el desarrollo de los pueblos indígenas), para los primeros pobladores de esta región, el volcán fue utilizado como el lugar sagrado para realizar diversas ceremonias y pedir buenas cosechas, cuyos vestigios se han encontrado en las lagunas del Sol y de la Luna que se encuentran en el cráter de la montaña.
Realizaban ofrendas consistentes en conos y esferas de copal, artefactos ceremoniales de madera, púas de maguey, puntas de proyectil de obsidiana, vasijas y objetos de cestería, entre otros.
Dichas ceremonias han sobrevivido al paso del tiempo y hoy, con el sincretismo religioso, producto de la conquista y la fe católica, siguen presentes en algunos de los pueblos originarios que han cambiado los dioses por santos.
Sin embargo, siguen asociando la cosmogonía de la montaña con lo divino, porque a través de ella brota el agua necesaria para la vida y el ciclo agrícola de las comunidades. De ahí, incluso, en lengua ñah-ñuh (otomí), su nombre “Tastobo”, se traduce como “montaña blanca”, asociando este nombre con el de las consortes del señor de la tormenta en sus analogías cómo Iztaczihuatl (mujer blanca) en la región oriente del Estado de México o como Matlalcueye (la de faldas azules) en Tlaxcala.
📸 Y 🧾
✨🌟🐺🌟✨