08/08/2022
About San jose
Hablan muchas veces del vaso medio lleno, medio vacío. De todas las gotas que caen y de cómo influye cada una en nuestro día a día. En nuestro ánimo, nuestra motivación, nuestras ganas de seguir.
Hubo un tiempo que el vaso estaba medio vacío, pero que cada gota conseguía desanimarme más. Hasta el punto de que una más me ahogaría. Se iban acumulando, sin poderlas frenar. Sin conseguir darle la vuelta al vaso, sin conseguir que no nos sobrepasara, que no llegara a colmar.
Y entonces llegó. Llegó esa gota. Y no colmó, sino que salvó el vaso.
Llega ese tipo de gota que te salva. Te sana. Ese tipo de gota que es capaz de hacerte olvidar lo demás o de apartarlo por un tiempo. De dejarlo en un segundo plano. Llega esa gota que te saca una sonrisa, que no consigue vaciar el vaso, pero sí verlo lleno. Pero de cosas bonitas. De las que te empujan a seguir.
Esa gota tuvo nombre y apellidos. Tenía manos pequeñas y ojos grandes. Y muchas ganas de comerse el mundo. De hacerlo todo un poco más fácil. Llegó con un objetivo, una misión: la de sacarnos una sonrisa. La de hacernos ver el lado bueno de las cosas, valorar mucho más la vida y descubrir que puede ser maravillosa. Y lo consiguió.
Me salvó. Y desde entonces, estoy en deuda con ella.