26/02/2023
Quise proveer armario y ropero de algunas prendas nuevas por simple necesidad de reposición con mi parco acetismo habitual. Además estaba cerca la Navidad, cumpleaños, Reyes, familia, ser tio, tener función de padrino: Esas cosas.
Y se ensañó la calle en mostrarme (de nuevo) que ya estoy viejo. Me puse a buscar para encargar lo que quisiera por fuera del estándar adocenado de desagradable novedad, con el talle colado de una prenda cómoda que ya tuviera y la imagen de algún modelito que pretendiera calzar, cuando en esos recovecos hallé algo que remontaba su existencia a la globalización pre-digital. Venía la marca con nombre poco feliz, pero quizás no tuviera en origen la misma carga semántica que adquiere al rescoldo del fuego de la noche anterior en un viaje tardío al tercer mundo. O eso quise y quiero creer.
Sin embargo la referencia a la República Banana no ayuda mucho. Y en lo que valga, frente a objeciones locales, sepan que, al menos por estas regiones, de frutas no es el monocultivo, y la United Fruit Company no establece gobierno por ahora. Sin embargo vestir, hay que vestir, la ropa de refriega era buena, y lo trendy hace rato se fue al carajo. Entonces me dije: Para novedad lo clásico. Prefiriendo lo que me gusta, para compartirlo con los que aprecie. Seamos libres que lo demás no importa nada, y desterremos de una buena vez los anacronismos manipulados, hipócritas y berretones que exigen petición de principio por cada razón, bajo las luces opacas de una lógica endocriada, en el nido enredado de esa maraña de acartonamientos éticos artificiosos, recubiertos de pragmatismos sentenciosos, inverosímiles e impostados, en el mundo como va (y según parece lo hará para largo). Sin embargo, lo que nunca entendí, es por qué en los 80’s insistían con las camisas a rayas.