24/02/2015
LA DUREZA DE LOS DIAS: LA DIFICIL TAREA DE SER EXTRANJERO
El proceso de adaptación a un país o ciudad nueva es una experiencia agridulce, a veces más agria que amable. Cuando llegas esa sonrisa que traes atornillada a la boca se va desvaneciendo a paso lento pero seguro; reconstruirla es un trabajo de fino optimismo.
Te bajas del avión y vas a buscar las maletas repletas, en su mayoría, de cosas inútiles que guardas hace años sin usar y que en tu nuevo hogar tampoco vas a usar aunque jures que ahora sí las vas a necesitar; ropa, zapatos, libros, bolsos, etc.
Luego viene a la fila para pasar Migraciones y Aduana. Las maletas ya no pesan nada comparadas con el temor de que no te dejen entrar; quién sabe por qué, pero a muchos nos invade ese sustico bobo de que en migraciones sepan de aquel secreto oculto o que en Aduana nos quieran quitar los tesoros traídos del hogar.
Si tienes suerte alguien te va a buscar al aeropuerto y te va a instalar en una cómoda habitación individual con calefacción. Si no, más te vale que hayas averiguado qué transporte te conviene para irte del aeropuerto al hostel u hotel. Entonces, te subes a un carro con tres desconocidos y un señor panzón (para ahorrar el costo del taxi individual) mientras vas rezando para que ese paseo a tu futura casa no se convierta en una ridícula película gringa donde secuestran chicas y el papá de una de ellas resulta ser más eficaz que Jean Claude Van Dame, Jackie Chan y Rocky juntos.
Disimuladamente te tocas mil veces tu escondite secreto esperando que tus dólares o tarjeta(s) no se hayan ido volando o evaporado. Mientras el taxi marcha por calles desconocidas para ti, te vas a sentir como un niño pequeño que sus papás abandonaron en un gran centro comercial en el extranjero. Cuando te digan “llegamos” te sentirás realmente mal al descubrir que ese llegamos ya no se refiere a un lugar conocido para ti. En ese punto tu sonrisa es más una mueca agotada.
Ya en la cama te sentirás aliviado al descansar tus pies; tus pobres pies que sufrieron porque, como siempre, no elegiste los zapatos adecuados para viajar. Dependiendo de donde vengas y qué hayas vivido, podrás sorprenderte de tener que compartir una habitación con alguien que no es tu hermano. ¿Habitaciones de 4? Jamás en mi vida me imaginé compartiendo habitación con 3 desconocidos, eso en mi país no existe. Ahí te enteras de la diferencia entre un Hostel y un Hotel. Qué precio que tiene esa S. Pero espera, el dinero, el portátil y el iphone ¿duermen abrazados a ti? ¿Te los llevas al baño cuando te bañas? ¿Los escondes debajo de la almohada? o ¿confías en el tal casillero que seguramente se puede abrir con un soplo? Buena suerte en la decisión.
Si el hostel, o el hotel, lo elegiste por Internet es probable que tu habitación sea menos cómoda y esté menos limpia de lo que aparentaba en esas fotos retocadas. Los de la recepción ya no son tan amables en persona y en el hostel no te van a despertar para que alcances la hora del desayuno, empiezas a sufrir la anhelada independencia. Y si llegaste a una residencia, olvídate, más te vale que hayas cambiado dólares en el aeropuerto para que puedas ir sin bañarte a buscar un lugar cercano a comprar comida local.
Si llegaste a Buenos Aires – Argentina, como yo, necesitarás con urgencia una tarjeta SUBE que funciona en colectivos, trenes y subtes. Si no la tienes realmente no vales nada, tus días serán un problema y sufrirás buscando monedas para pagar colectivos. La SUBE la compras en un LOCUTORIO (almacén con cabinas telefónicas, tarjetas para llamadas, chips de celulares, etc), si después de eso no la registras en alguna oficina de SUBE, perderás tu saldo si extravías la tarjeta. También puedes comprar un chip para tu celular en los locutorios, puestos de diarios o estaciones de subte. Las empresas de telefonía celular compiten por cuál de las tres es peor que las otras, cualquiera que elijas va a andar mal.
Busca en Internet alguna página que te indique como llegar de un lugar a otro, en Buenos Aires hay una excelente que se llama Mapa Interactivo o puedes comprarte la Guía T; un curioso libro que mi inteligencia nunca pudo aprender a usar. Cómprate un mapa, en serio cómpralo, ahora es tu único y mejor amigo. En el miso lugar que compres el mapa compra una libretica y un lapicero, ahí anótalo todo, todo. No esperes que alguien cargue contigo en tus primeros días de expatriado; la gente tiene un trabajo, una carrera, unos amigos, un amor y no quiere ser tu siamés. Sal a la calle, tírate al destierro, atrévete al error, equivócate de bus, di las palabras erradas, déjate insultar por la cajera del supermercado por no saber que ahora tú mismo debes empacar tu compra, camina mucho, es la única manera de aprenderte las calles. Mira tu celular largamente, sorpréndete al ver que nadie te llama porque nadie tiene tu número o, simplemente, porque no haces parte de la rutina de nadie. Sufre al darte cuenta que cambiaste de parecer respecto a la rutina; ahora sí que vas a querer una rutina que tenga horarios, amigos, obligaciones, cumpleaños, papás y todas esas cosas de las que antes renegabas, porque ahora sí estás solo, solo de verdad.
La primera mañana añorarás más de un producto que en tu nuevo destino ni siquiera saben que existe. Empieza a guardar esos gustos en cajones y aprende a disfrutar de lo que tu nuevo hogar de ofrece, si no, la nostalgia te come vivo. Olvídate de las tiendas, en Argentina las tiendas venden ropa o zapatos, no víveres. Si necesitas comprar comida pregunta por un Super o un Chino (Buenos Aires está llena de chinos), ahí no vas a encontrar lo que quieres pero sí lo que necesitas para alimentarte y mantenerte limpio.
No te sorprendas cuando aún después de una semana te sientas un turista más, aprovecha ese sentimiento para conocer los sitios turísticos que después, cuando caigas en cuenta que realmente no eres un turista sino un residente, no volverán a importarte.
Y en medio de todo esto, si no estás de turista, es probable que andes solo en la calle, con las manos en los bolsillos, esperando que alguien quiera ser tu amigo. No entiendes por qué tus conocidos de vivienda o universidad no te invitan a sus reuniones, te sentarás en un parque a mirar a la gente caminar, puedes no pararte de tu cama por todo un fin de semana sin que alguien toque a tu puerta a preguntarte qué carajos te pasa, puedes no bañarte por tres días, total nadie se va a dar cuenta, puedes pasar días sin que alguien te roce una mano o incluso, sin escuchar tu propia voz. Eso compañero expatriado se llama soledad y silencio.
No seas flojo, no te lamentes de tu decisión y párate de tu cama. Todo será más fácil si aprendes a hacerte amigo, construir rutina, disfrutar del silencio, salir solo, cocinar para uno, caminar sin compañía, comprar una sola entrada para el cine, cantar a gritos en tu cuarto, lavar tus platos y dejar la cocina limpia. Si lo anterior te resulta muy difícil empieza clases de tango, cocina, inglés, literatura, guitarra o lo que sea, total los talleres abundan. Cuando menos los esperes el chino al que le compras las verduras te va a saludar con una gran sonrisa y te va a preguntar por qué no habías vuelto hacía días.
Autor: Malú Posada (posadamalu.wordpress.com)
