21/02/2017
Nota aclaratoria sobre el post de ayer: muchos no se sintieron cómodos leyéndome de esta forma nueva, tan emocional. Probablemente algunos ya no me estén siguiendo. El texto de ayer fue un poco brutal pero sin embargo charlado y aceptado por los dos previamente. ¿Contiene demasiados detalles? Sí. ¿Me habría mantenido fiel a la realidad si los hubiese omitido? No. Sería una narración incompleta y tibia sin esos detalles necesarios. Sin esos detalles necesarios me hubiese quedado a medias con un relato fuera de contexto que no ilustra nada. ¿Podría haberme extendido más sobre mis propias limitaciones? De acuerdo. ¿Podría haber sido más objetiva hablando también sobre los buenos momentos? Definitivamente. Pero no era la idea disertar sobre la dicha de viajar en pareja, sino sobre lo cruda que puede ser a veces la incompatibilidad emocional cuando estás de viaje con la persona que se convierte en tu único sostén y compañía durante determinado lapso de tiempo. Chicos, yo no soy una máquina de escribir itinerarios sobre Santorini y consejos para reservar hoteles. Cuando entren a mi blog, piensen que están mirando por una ventanita pequeña hacia el interior de mi mente. Algunos se asustaron de verme tan humana, pero esto no es una película de Disney, y como le respondí a alguien ayer, acá se escribe desde las entrañas. Y yo escribí este post pensando en que otras personas seguramente iban a sentirse identificadas, porque somos todos humanos imperfectos relacionándonos imperfectamente desde nuestras virtudes y carencias, y porque me harto de leer en internet esa narrativa motivadora sobre la hermosa y espectacular y maravillosa experiencia que es viajar. Y a veces no, a veces podés pasártela llorando en un viaje, o peléandote con tu pareja porque no se entienden o persiguen fines diferentes, y eso también es real y natural porque es parte de la vida y te va a hacer crecer igual o más que las otras cosas buenas que también te van a pasar mientras estés viajando. Ni me disculpo ni me justifico con esto. Así que dicho todo, ahora sí podemos continuar con las fotos de perritos en kimono y los posts de viajes. Que no panda el cúnico.