28/08/2024
El árbol metido en un cuello de botella.
David Noble era un guardabosques de esos que no se quedan dando vueltas con el jeep oteando el horizonte, nada de eso, era de los que agarraba la mochila y daba a sus botas raciones de caminatas de esas que no sabes cuándo terminarán ni donde te llevarán. Trabajaba en el Parque nacional de Wollemi en 1994, y el día que le hizo pasar a la posteridad se introdujo en un angosto cañón, era una de esas zonas del mapa que siempre quedaban pendientes por inspeccionar con calma. David tenía nociones de Botánica y de pronto se encontró con una especie de conífera que no salía en sus libros. No era un grupo muy numeroso de ejemplares, apenas unos 40. Recogió muestras y regresó con ese cosquilleo especial que sientes cuando algo importante va a suceder, pero aun no quería hacerse ilusiones, no sería la primera vez que alguien cree descubrir algo que ya está descubierto.
Ya de regreso, consultó y mostró las muestras a especialistas, y si, ya la conocían…en piedra. Aquella planta se suponía extinta desde hacía dos millones de años y entraba en el selecto grupo de la familia de las Araucarias. De todas formas, era especial, algo que los científicos llaman un “Taxón Lázaro” término aplicado a plantas o animales que a lo largo de su historia aparecen, y desaparecen sin dejar rastro en los registros fósiles.
La Wollemia nobilis, que así fue bautizada, había sido identificada varias veces atrás en el tiempo, pero sus apariciones estaban separadas por millones de años. Y ahora, aparecía de nuevo.
Rápidamente se puso en marcha la maquinaria, existía cierta urgencia, los 40 ejemplares no gozaban de una salud a prueba de todo, se les veía ligeramente estresados. Inmediatamente los botánicos acudieron a verla, recogieron semillas y no se reparó en gastos para germinar y distribuir esas plantas por diferentes Parques nacionales de Australia. Para el 2006, solo 12 años después, ya estaba disponible en Viveros de venta al público tanto en su país de origen como en Europa o América, la fiebre de la Wollemia se disparó, los coleccionistas pusieron en esa conífera sus ojos hasta el punto de que hubo que proteger a los ejemplares que se exhibían en los Parques nacionales con rejas o cámaras de vigilancia las 24 h.
Bien, volvamos a esos 40 ejemplares, al verlos te das cuenta de que algo pasa, la mayoría están muy ramificados desde la base, y muy cerca unos de otros. No son muy altos, y cada rama termina dando un cono de flores macho o hembra, y ahí se queda hasta que se forma la piña, luego muere la rama y surge otra más arriba. Al estudiar con calma la situación se entendió el porqué de esa falta de salud, todos esos ejemplares son el mismo genéticamente y se estaba reproduciendo generando brotes de sus raíces, por lo visto, la especie había sufrido una situación de “cuello de botella” situación que sucede cuando se ha experimentado un drástico descenso en el número de miembros en algún momento del pasado, llegando casi a estar al borde de la extinción. Como consecuencia, los ejemplares de las generaciones posteriores al cuello de botella presentan una escasa variabilidad genética y menos defensas por consiguiente frente a enfermedades.
Pero que no cunda el pánico, aun, esos cuellos de botella aceleran la deriva genética y la evolución de esa especie, pues se produce una selección intensiva de determinados caracteres que pasan a ser mayoritarios en los individuos supervivientes, o eso, o desaparecen por completo. A veces somos nosotros quienes provocamos esos cuellos de botella, por ejemplo, por una tala masiva de árboles. Pero no es el caso, esta conífera parece haber llegado a esa situación de forma natural.
La realidad, tanta visita tuvo ese cañón por parte de estudiosos y curiosos que de forma clandestina se acercaron a ver la nueva planta, que apareció un hongo de nombre temible, Phytophthora cinnamomi, posiblemente adherido a las zapatillas de alguien. Ahora, mientras se trata a esos ejemplares para sobreponerse al hongo, se han redoblado las medidas de seguridad, de hecho, el lugar es secreto, nunca se facilitó la ubicación exacta, pero siempre hay algunos que tienen tiempo y buen calzado, y tristemente Mucha irresponsabilidad.
Las buenas noticias llegaron al fin, primero, se localizaron dos nuevos grupos de Wollemia nóbilis en lugares cercanos, y segundo, todas esas Wollemias que se distribuyeron por diferentes lugares del planeta entraron en contacto con otros microorganismos, sus raíces se alimentarán de distintos minerales, al final, eso cambiará ligeramente su composición genética y en consecuencia, a las siguientes generaciones, creando un “efecto fundador”, eso significa que se producirá una deriva genética que en algunos casos dará a la Wollemia armas para defenderse en el futuro, en otros no, pero eso es la evolución, abrirse paso por la vida, no todos llegarán a vivir, solo aquellos más fuertes, o afortunados, y sus genes, seguirán en la brecha, rendirse no es una opción.