03/07/2023
Chilecito, sos hermoso ❤️
Nací en Chilecito, un pequeño pueblo en la provincia de La Rioja, Argentina. Siempre que me presento en algún lugar, eso es lo primero que menciono; y después agrego un poco de historia de mi pueblo. Chilecito nació en 1715, conserva su inocencia y vive de lo que su tierra produce. Está ubicado en el corazón de la provincia y es pequeño, pero quiere ser grande.
Se encuentra en un valle rodeado por cerros y montañas. Su clima es bien marcado: en invierno hace frío en serio; y en verano, hasta al sol le hace calor. Por su naturaleza árida, tiene poca agua; así que los cactus son como hierba. Toman el agua de las pocas lluvias de verano, y con eso tienen para sobrevivir el resto del año. Ese clima seco, los 1100 metros de altura sobre el nivel del mar, el fuerte calor de sus días y el intenso frío de las noches son el fertilizante perfecto para abonar nuestros viñedos.
Cada febrero, nuestra tierra se tiñe de dorado cuando las parras se cargan de dulces uvas de la única cepa nacida en Argentina: el Torrontés Riojano. Nueces, aceitunas, tomates, pimientos y un montón de frutos más nacen de esta tierra árida que, aunque pasa mucha sed, nunca deja de dar vida.
Aquí se encuentra el Cable Carril más alto y largo del mundo, una gran estructura de acero oxidada por el tiempo, que en 1903 se metió hasta las entrañas del Nevado de Famatina para extraer su oro. Chilecito fue testigo del dolor y el sacrificio de personas y animales que perdieron sus vidas por construir esa infraestructura de transporte. Los usaron para llegar al oro de la montaña que le da vida al pueblo, y con su sacrificio escribieron la historia del Chilecito que sustentó a la Argentina y sus aliados a principios del siglo XX. Del sufrimiento nacieron grandes enseñanzas para no volver a errar el camino. Nuestra historia quedó impresa con esa tinta imborrable, y hoy se reescribe con la resiliente sangre de nuevas generaciones.
En el año 1892, Chilecito fue el lugar elegido para establecer la primera sucursal del Banco de la Nación Argentina e instalar la primera línea telefónica del interior del país. Todo esto sucedió en el mismo lugar donde se acuñaron monedas de nuestra república a mediados de 1800. Es Chilecito, mi pueblo, parte importante de la historia de nuestra gran Argentina.
Quienes vivimos aquí no somos personas comunes. No nos gusta que nos digan adónde ir ni qué hacer. Nos apasiona la poesía, el arte, la música y la danza. Nos emocionamos cuando escuchamos los latidos de las cajas chayeras —una especie de pequeño tambor que hace “tun tun”— mientras se prepara el festejo de todo un mes, en el que se juega con agua y harina bajo el perfume de las hojas de albahaca.
Para nosotros, la plaza del pueblo es como un carrusel, nos encanta dar vueltas en ella. Lo hacemos desde niños, y aunque se construyan decenas de atracciones a su alrededor, la plaza sigue siendo el epicentro. Tiene enormes árboles centenarios que en verano la mantienen fresca con su sombra, y en otoño dejan caer sus hojas para regalarnos las gamas más hermosas de amarillos, dorados y rojos.
Dos montañas gigantes hacen de guardianes en nuestro pueblo: una al este y otra al oeste. El sol despierta cada mañana con el permiso del Cerro Velasco y se va a dormir cada noche detrás del Nevado de Famatina. Aquí tomamos agua pura de montaña. Grandes rocas de hielo eterno son nuestras reservas de agua dulce permanente. Las lluvias las cargan, el frío las congela, y la naturaleza hace el resto. El agua viaja por pequeños ríos que nos nutren a nosotros y también a los animales de la zona.
De aquí salieron varias mujeres y hombres que dejaron huellas profundas en la historia del país. Nos encanta inscribir el nombre de Chilecito en cada uno de nuestros logros. Nos ponemos orgullosos cuando uno de los nuestros llega lejos, y sentimos que sus sueños son los nuestros. Chilecito tiene aire puro y cielo celeste, inocencia y rebeldía, tradiciones, cultura nativa y una Fe inquebrantable. Aquí nací, aquí elegí vivir; y espero irme solo cuando Dios me llame.
Chilecito es mío y de mis hijos, como lo fue de mis padres y mis abuelos. Intentar describirlo no es fácil, porque las palabras no alcanzan cuando el amor se involucra.
Josho Campillay
Hijo de Chilecito