23/05/2024
JUSTO JOSÉ DE URQUIZA.
SU IMPORTANTE PAPEL EN LA EDUCACION
Hoy, 23 de mayo, día del trabajador de la educación, cabe recordar a uno de los hombres que más trabajaron por la educación de la República Argentina
Urquiza, un adelantado en educación pública
Argentina concitó la admiración de todo el subcontinente por el gigantesco esfuerzo de convertir un pueblo analfabeto en instruido.
Lo que pocos recuerdan es que Urquiza, como Gobernador de E. Ríos, se adelantó en VEINTE AÑOS al resto del país.
Su proyecto educativo de 1848 y ejecutado a partir de 1849, reunía los elementos de lo que hoy consideramos política educativa.
En carta a Antonio Crespo, expresa su idea sobre la educación:
“Mis afanes, mis desvelos y conatos para enseñar e instruir a esta joven generación son contraídos y encaminados al loable fin de propagar la civilización, elevar a la provincia y si se quiere, a la Confederación toda, al más alto grado de progreso y adelanto”.
Se la escribió en 1849, año en que Sarmiento editaba "La Educación Popular". Es decir que compartían el concepto de educación para todos, pero no deja de sorprender que mientras uno basaba la prédica en su formación intelectual o su experiencia con los esposos Mann de Estados Unidos, el otro los tuviera por intuición y por una visión realista de lo que se necesitaba para salir del atraso. Otro echo a tener en cuenta es que, mientras Sarmiento solo teorizaba sobre los de "debería" hacerse, Urquiza fundaba escuelas.
Ambos concebían la educación como complemento de la organización republicana, como un modo de capacitar a la gente para que pudiera ejercitar cabalmente el derecho que le confería el sistema representativo.
Pero en algo más coincidía con el concepto sarmientino de educación popular: mientras en Bs. As. y en gran parte del país, sólo los pudientes tenían acceso a la educación, en Entre Ríos se hacían previsiones para que los pobres no fueran excluidos del proceso educativo, como exenciones en gastos de internado, útiles y libros escolares, becas, etc. Olegario Andrade fue uno de tantos chicos sin recursos, beneficiado por esa política educativa popular y de excelencia.
Por si algo faltara en el punto de encuentro entre quienes curiosamente luego estuvieron enfrentados, Urquiza proyectaba la creación de dos escuelas normales, en Paraná y Concepción del Uruguay, para superar la carencia de maestras; iniciativa que no pudo concretar por falta de profesores capacitados.
Prueba de que Urquiza estableció las bases de una verdadera política educativa, es la creación de la Junta Directora de la Instrucción Primaria, en Agosto de 1849, constituida por un Presidente y 7 vocales con funciones como la de designar preceptores, así se llamaba a los maestros, aprobar planes de estudio, otorgar premios, hacer cumplir la obligatoriedad de la instrucción primaria, asignar recursos y administrar el sistema.
Creaba también las Juntas Inspectoras en cada Departamento y es ése el remoto antecedente que determinó instituir en 1883, el Consejo General de Educación con rango constitucional, luego receptado en la Constitución de 1933 y en la actual.
No era fácil alfabetizar niños en aquella época y por ello se echaba mano a la obligatoriedad y las sanciones. Porque los mismos padres carecían de interés en que se hiciera ya que no le veían utilidad en un ámbito donde no abundaban diarios ni libros. Pero los visionarios como Urquiza se empeñaban en extender a todos ese servicio cuyos beneficios se verían un siglo después.
El plan preveía al menos una escuela en cada villa para lo cual se mandaron construir los respectivos edificios, comenzando por el de Concordia.
En estas tareas contó con la colaboración de un hombre de su confianza, que paradojalmente no era docente: el General Manuel Antonio Urdinarrain, quien fue titular de la Junta Directora de Escuelas.
En pocos años, Entre Ríos se fue llenando de escuelas primarias en cada una de las villas y ciudades, lo que puso en evidencia la falta de maestros. Por ello atrajo con contratos ventajosos a docentes de Buenos Aires y Montevideo que junto a los refugiados y exiliados de Rosas y el mundo, encontraban en nuestra provincia, libertad y respeto a sus derechos.
Urquiza no ahorraba esfuerzos por atraer a todo tipo de intelectuales, aun los llamados unitarios, con la sola condición de que respetaran las leyes y las autoridades.
Al igual que Napoleón, carecía de una instrucción completa, sólo cursó primeras letras y algo de preparatorio, pero tenía la virtud de convocar a los mejores asesores y así como en el orden político contó con los servicios de Francisco Seguí, Ángel Elías o Antonio Cuyás y Sampere, Miguel Molinas, Julio Victorica, etc, en lo educativo armó una verdadera selección convocando a Alejo Peyret, Marcos Sastre, Alberto Larroque, Luis José de la Peña, los sacerdotes Manuel Erausquin y José Delgado, Juan Casas, Lorenzo Jordana, Domingo Ereño, José Sagastume, Lucas Fernández, Miguel Vidal y José Miguel Galán sin dejar de recordar los servicios de su apoderado en Bs. Aires el Dr. Vicente López y Planes que desde la capital le brindaba su prudente mediación en múltiples temas de Estado.
Entre Ríos tenía muy desarrollada su educación, con buenos docentes y métodos de enseñanza. Pero faltaban maestros y los recursos no sobraban. Por ello el sistema lancasteriano de aprendizaje era muy útil ya que la participación de los alumnos avanzados como monitores, suplía la escasez de docentes.
Para un proyecto tan progresista, la falta de maestros era un impedimento y por eso en 1848 Urquiza intentó crear dos escuelas normales, con lo que se adelantaba en 25 AÑOS al nacimiento del normalismo en el resto de Argentina, cuya gestación estaba al borde del alumbramiento, cuando ocurrió su as*****to, en Abril de 1870.
Tampoco descuidó la enseñanza práctica orientada a la producción, por lo que se lo puede incluir en la línea de pensamiento que inauguró Belgrano y siguieron Alberdi y Sarmiento.
Por ello ordenó que en cada pueblo de campaña se instalara una chacra, donde los niños aprendiesen tareas agrarias, de huerta, frutales y de lechería.
Y que el producido fuera para la escuela.
Este avanzado concepto sobre las ventajas de la enseñanza práctica marcó un antecedente con respecto al proyecto de Osvaldo Magnasco. También fue un precursor de la enseñanza de la música en las escuelas, que muchos desdeñaban como innecesario.
Es más: en la educación de sus hijos, la música fue un complemento, al punto que muchos visitantes del Palacio San José eran agasajados con algún concierto a cargo de sus hijos, como lo recuerda Susana Domínguez Soler.
Más de una vez se encontraba en medio del campo con niños cuyos padres conocía y les preguntaba por qué no asistían a la escuela.
Todavía se conservan en el palacio, boletines de calificaciones de alumnos por cuyo desempeño se interesaba, muchos de ellos becados por él mismo, para que prosiguieran sus estudios.
Por orden suya, en los campamentos de Calá, Arroyo Grande y El Tonelero, los soldados alfabetizados debían instruir a los otros.
Tenía una clara noción de la importancia de la cultura y aprovechó el aporte de foráneos, a quienes atrajo con tentadores sueldos para incorporarlos a la docencia y a otros planos de la vida cultural, como el periodismo.
Así vinieron grandes educadores: Marco Sastre, Luis J. de la Peña y Alberto Larroque; arquitectos como Fosatti, pintores como Juan Manuel Blanes, escultores y otros artistas.
Luego de la Organización Nacional, aprovechó la separación de Buenos Aires y el establecimiento de la capital de la República en Paraná, para procurarle crecimiento cultural a su provincia. Con el traslado de gran parte de la intelectualidad nacional que vino a ocupar funciones de gobierno, la provincia experimentó una actividad y movimiento cultural como no había tenido antes.
Toda la estructura educativa urquiciana era sostenida con la provisión gratuita de textos, silabarios, catones, tableros, planas, cartillas, muchas de las cuales se mandaban a confeccionar en las imprentas de los periódicos entrerrianos, como "El Porvenir de Entre Ríos" en C. del Uruguay que el Presidente Urquiza ayudó a fundar.
Hasta entonces, otra característica de la educación era que se reservaba únicamente a los varones. Urquiza rompe con ese concepto y en 1850 funda en Paraná la Primer Escuela de Niñas de Argentina. Allí recibirían instrucción en primeras letras y en labores de la mujer, confección, bordado, etc.
Los trabajos eran vendidos y con el aporte de las alumnas pagas, se costeaban las becas para las de menos recursos, que podían llevar trabajos a sus hogares.
Para la educación de los varones, crea en Paraná el primer colegio preparatorio dirigido por el Padre Manuel Erausquin, aunque tuvo una trayectoria breve.
Un año antes había fundado el Colegio Histórico de Concepción del Uruguay que en sus primeros tiempos alcanzó nivel universitario.
Gracias a Urquiza, ninguna otra provincia había alcanzado un desarrollo educativo de base social tan amplia y currícula de todos los niveles y especialidades, incluida la formación docente.
Y lo más importante: todo articulado en un proyecto político integral. Fue sin dudas un adelantado.
Autor, Gustavo Rivas