17/04/2023
CARTA DE UN MONTAÑISTA A SU PAREJA
Amor mío, me voy a la montaña nuevamente y veo en tus ojos el reproche callado de dejarte sola.
No me juzgues, no es que no quiero estar contigo, sino que necesito estar conmigo mismo, pero sé, que por más que insistas en tratar de comprender el afán que me embarca a la montaña, jamás podrás comprenderlo.
Es que siento en el alma ese amor por los espacios abiertos, por tocar las piedras, recorrer senderos y la aventura.
Necesito un lugar alejado, con agua, viento. Quiero ensuciarme, descuidar mi aspecto, sentir el cansancio, que queme el sol mi cara, me congele la helada y pasar frío.
Quiero ver ríos, plantas, animales, flores silvestres, nieve, hielo, barro, piedras, quiero sentarme y reírme con mis compañeros de escalada de cualquier estupidez, quiero extrañarte e imaginarte esperando mi regreso.
Me miento y digo que esta será la mejor salida a la montaña que vaya a realizar en mi vida, aunque sé que en la próxima, volveré a decirme lo mismo y ya en el campamento estoy feliz, bastón en mano y a mirar la cumbre que me hipnotiza, es una paz única.
A veces siento que he nacido en épocas equivocadas, donde el triunfo del hombre se mide en plásticos de tarjetas de crédito, donde el frío se regula con un termostato y el calor del verano no existe al prender un aire acondicionado.
He nacido en una época de traiciones y luchas por una cuenta de bancos, donde todo se compra y se vende.
Pero cuando escalo, amor mio, me alejo de este mundo de bocinas, de escapes venenosos, me alejo del confort, del lujo y la televisión que idiotiza.
Yo puedo aceptar las reglas del juego, soy lo suficientemente civilizado como para convivir en este espacio de locos, pero déjame escapar cada tanto.
Amo a mis botas mi arnés, mi casco y cuerdas porque son el juguete que me transporta a este gran juego en la montaña, y te pido que no veas en ellos un instrumento de muerte, porque son de vida. Jamás me siento mas vivo que cuando las empuño tras un ascenso.
Y verás, que cuando ya no pueda hacerlo más, estaré por ahí sentado al sol, donde me pongan las cariñosas manos de nuestros hijos o las tuyas, y te aseguro que una sonrisa lejana se dibujara en mis labios resecos. No pienses que es la vejez inevitable, sino que estaré recordando alguna salida a la montaña.
Y si me vieras abatido y solo, aburrido en mi sillón, pon en mis manos mi arnés o mi casco mi baston gastado o mi querido piolet, al tocarlo y rozar sus formas de acero, me transportare en el tiempo, verás entonces que mis manos apretarán al viejo compañero tratando de recuperar esos momentos ya idos.
Quizás sea, mi amor, que hoy me voy a la montaña, para poder atesorar esos momentos y así poder vivir feliz en el mañana.