25/02/2024
PASO DEL QUINDÍO POR LA CORDILLERA DE LOS ANDES.
Humboldt Alejandro Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América. Ed. Madrid, Gaspar, 1878
“La Cordillera de los Andes se parte en el reino de Nueva-Granada, entre 2° 30 ´ y 5° 15’ de latitud boreal, en tres cadenas paralelas; y de ellas, solo las dos laterales están cubiertas á grandes alturas de arenisca y otras formaciones secundarias.
Separa la cadena oriental de las llanuras del Rio Meta el Valle del Magdalena, y en su pendiente occidental se encuentran los puentes naturales de Icononzo. La Suma Paz y Chingasa son sus mas elevadas cimas, aunque ninguna llega á la región de las nieves perpetuas.
Divide las aguas la cadena central entre la cuenca del Rio Magdalena y el Cauca; toca al límite de las nieves perpetuas y sus cimas colosales Guanacas, Barragán y Quindiu lo pasan. A la salida y puesta del sol presenta esta cadena magnífico espectáculo á los habitantes de Santa—Fe, y recuerda, aunque con más imponentes dimensiones, la vista de los Alpes de la Suiza.
La cadena occidental de los Andes marca el Valle de Cauca distinguiéndolo de la provincia del Choco y costas del mar del Sud. Cuenta apenas 1,500 metros de altura, y baja de tal suerte entre las fuentes del Rio Atrato y las del San Juan que cuesta trabajo seguir su prolongación en el istmo de Panamá.
Confúndanse hacía el Norte estas tres cadenas de montañas, entre 6 y 7 grados de latitud boreal, formando un solo grupo al Sur de Popayán, en la provincia de Pasto. Preciso es, por otra parte, diferenciarlas de la división de las Cordilleras observada por Bouguer y La Condamine, en el reino de Quito, desde el ecuador hasta 2° de latitud austral.
Santa-Fe de Bogotá se halla al Oeste del Páramo de Chingasa, en una meseta de 2,650 metros de altura absoluta, que se prolonga por la Cordillera oriental. De modo que, por razón de esta estructura particular de los Andes, para ir de Santa-Fé á Popayán y al Cauca, es necesario bajar la cadena oriental, bien por la Mesa y Tocayma, ó por los puentes naturales de Icononzo; cruzar después el valle del Rio Magdalena y pasar la cadena central. Es el Páramo de Guanacas, el paso mas frecuentado, y ha sido descrito por Bouguer, á su vuelta de Quito á Cartagena de Indias. Atraviésase siguiendo este camino en un solo dia y por medio de país habitado, la cresta de la Cordillera central. Nosotros preferimos al paso de Guanacas el de la montaña Quindiu ó Quindío, entre las ciudades de Ibaga y Cartago. He creído indispensables estos detalles geográficos para dar á conocer mejor la posición de un sitio que en vano se buscaría en los mapas mas acabados de la América Meridional, por ejemplo, el de La Cruz.
Considerase la montaña de Quindiu (lat. 4°, 36’, long. 5°, 12’) como el más penoso paso de la Cordillera de los Andes; porque es bosque espeso, completamente deshabitado, que en la mejor estación cuesta diez ó doce días de travesía. Allí no hay cabaña alguna, ni medios de subsistencia. Los viajeros, en todas las épocas del año, hacen sus provisiones para un mes, porque á menudo sucede que por el deshielo de las nieves y súbita crecida de los torrentes, se encuentran aislados y sin poder dirigirse á Ibaga ni á Cartago. El Garito del Páramo, que es el punto culminante, mide 3,500 metros sobre las aguas del Océano, y como el pié de la montaña, hacia las orillas del Cauca, solo cuenta 960, disfrutase en este sitio de un clima dulce y templado. El sendero porqué se pasa la Cordillera es tan estrecho que apenas tiene 4 ó 5 decímetros, y se parece á una galería al descubierto. Como casi toda la Cordillera, esta parte de los Andes es de superficie arcillosa, habiendo formado barrancos de 6 á 7 metros de profundidad los hilos de agua que bajan de la montaña. Por estas grietas llenas de lodo se anda, no obstante las oscuridades que produce la espesa vegetación que cubre las aberturas. Los bueyes, bestias de carga que se usan en estas comarcas, difícilmente pasan por dichas galerías que tienen hasta 2,000 metros de largo, y si se tropieza con ellos por desgracia en el centro de los barrancos, hay que desandar el camino recorrido ó subirse á los bordes de la grieta sujetándose á las raíces que del suelo penetran hasta allí.
Bajando por la pendiente occidental de la Cordillera en octubre de 1801, a pie y seguidos de doce bueyes que llevaban nuestros instrumentos y colecciones, sufrimos mucho en los últimos días de caminar por esta montaña de Quindiu, en razón de los continuos chaparrones que nos molestaron. Pasa el sendero por un país pantanoso poblado de cañas bambú, y los pinchos de las raíces de estas gigantescas gramíneas, destrozaron nuestro calzado; de suerte que tuvimos necesidad de marchar descalzos, como todo viajero que se encuentra en nuestra situación y no gusta que le lleven á hombros de otro. La indicada circunstancia, la humedad constante, lo largo del camino, la fuerza muscular que se emplea andando sobre la arcilla espesa y cenagosa, la necesidad de pasar á nado profundos torrentes de agua muy fria, hacen que sea este viaje excesivamente penoso; mas no ofrece, á pesar de ello, esos peligros con que la credulidad del pueblo alarma á los viajeros. Si bien es el sendero estrecho, son pocos los parajes en que puede haber temor de dar con un precipicio. Como los bueyes acostumbran poner la pata siempre en la misma huella, formase en el camino una serie de hoyos pequeños separados por ciertas prominencias de tierra, que en el tiempo de las lluvias fuertes permanecen ocultas por el agua haciéndose muy vacilante la marcha del viajero que ignora si pisa en las hondonadas ó en los diques.
Siendo pocas las personas acomodadas que tienen hábito de andar á pie en estos climas y por caminos tan difíciles durante diez y nueve ó veinte días seguidos, se hacen llevar en sillas que se colocan los hombres á la espalda; pues el paso de Quindiu no permite caminar montados en mulos. Se oye decir en este país andar en carguero, como quien dice ir á caballo, sin que por esto se crea humillante el oficio de carguero; debiendo notarse que los que á él se dedica no son indios, sino mestizos, y á veces blancos. Más aun sorprende oír cómo estos hombres, desnudos y ocupados en cosa tan degradante á nuestros ojos, disputan en medio del bosque porque el uno rehúsa dar al otro, que pretende tener mas blanca la piel, el título de Don ó Su Merced. Los cargueros conducen seis á siete arrobas (75 á 88 kilos.) y algunos muy robustos hasta nueve. Apenas se concibe cómo escogen voluntariamente este oficio los jóvenes más fuertes de estas montañas sin que sean parte á detenerlos la enorme fatiga que les ocasiona una marcha por este país montuoso de ocho horas diarias, ni los destrozos que hace en sus espaldas la ruda faena cual si fueran bestias, ni la crueldad con que algunos viajeros los abandonan en la selva si por desgracia enferman, ni la modesta ganancia que obtienen de este trabajo que llega á 240 ó 280 reales. Solo el gusto de una vida errante en que se goza de cierta independencia, explica la preferencia de esta ocupación respecto de la sedentaria y monótona de las ciudades.
No es el paso de Quindiu, el único punto donde de este modo se viaja; en la provincia entera de Antioquía, rodeada de terribles montañas, no hay otro medio de escoger sino el de andar á pié cuando la robustez lo permite, ó encomendarse á los cargueros; tal es el camino que va de Santa-Fé de Antioquía á la Boca de Nares, ó al Rio Samaná. He conocido un habitante de dicha comarca que, por su gordura, no había encontrado más que dos mestizos capaces de llevarlo; si sus dos cargueros hubieran mu**to mientras él se encontraba en el Magdalena ó en el Mompós ó en Honda, no regresara á su casa. En Choco, Ibaga, y Medellín es tan grande el número de los jóvenes que llenan este oficio de bestias de carga, que á veces se cuentan filas de cincuenta á sesenta en el camino. Cuando los españoles intentaron hacer practicables á los mulos estos senderos de Nares á Antioquía, los cargueros protestaron de la mejora, y el gobierno tuvo la debilidad de ceder á la reclamación. Conviene recordar aquí, que hay en las minas de méjico una clase de hombres que no tienen mas ocupación que llevar á cuestas otros hombres. La pereza de los blancos, enorme en estos climas, hace que los directores de los establecimientos mineros tomen á sueldo á los indios de este género, á quienes llaman caballitos porque se hacen ensillar todas las mañanas, y apoyados en un bastoncillo, con el cuerpo inclinado hacía delante, conducen al amo de un punto á otro de la mina. Los caballitos y cargueros de paso más seguro, igual y dulce son preferidos. ¡Cuán triste es pensar que hay hombres recomendables por cualidades propias de las bestias!
La persona que va en las sillas de los cargueros, ha de permanecer inmóviles horas enteras, so pena de caer ambos con mas peligros aun de los naturales, porque atraviesa el carguero los puntos más escarpados, fiado en su destreza, ó el torrente en un pequeño madero. Son, sin embargo, raros los accidentes, y los que ocurren se atribuyen á la imprudencia de los viajeros que asustados saltan á tierra desde la silla.
Descúbrase un sitio pintoresco, á la entrada de la montaña de Quindiu, en las cercanías de Ibaga y junto á un punto que se llama Pie de la Cuesta. Aparece por encima de una gran masa de rocas graníticas, el cono truncado de Tolima cubierto de perpetua nieve, y recordando en su forma el Cotopaxi y el Cayambe; el pequeño riachuelo de Combeima, que mezcla sus aguas á las del Rio Cuello, serpentea por un estrecho valle, abriéndose camino al través de un bosque de palmeras, y allá en el fondo se divisa una parte de la ciudad de Ibaga, el gran Valle del Magdalena y la cadena oriental de los Andes.
Una vez llegados á Ibaga, entre los preparativos del proyectado viaje, se cuentan muchos cientos de hojas de bijao, cortadas en las montañas próximas, planta de la familia del Bananero que forma un género nuevo semejante al Thalia y que no debe confundirse con la Heliconia bihai. Estas hojas membranosas y lustrosas como las del Musa, son ovales y tienen 54 centímetros de longitud por 37 de ancho. Su superficie inferior es blanca plata y cubierta de una sustancia harinosa que se desprende por escamas. Este particular barniz las pone en condiciones de resistir mucho tiempo á la lluvia. Al recogerlas, ábrase una incisión en la nerviación principal que es la prolongación del peciolo, incisión de que se sujetan cuando se trata de convertirlas en techumbre móvil; pasado. el momento se arrollan y guardan. Se necesitan 50 kilógramos de estas hojas para el techo de una cabaña que cobije seis ó siete personas. Los cargueros proporcionan algunas estacas y preparan la tienda en un paraje del bosque seco y útil para pernoctar en él. En pocos minutos, con ligaduras de lianas y las hojas de vijao se forman estas cabañas frescas y cómodas. Si durante la noche siente el viajero que la lluvia penetra hasta él, indica la gotera y una hoja basta para remediar el inconveniente. Nosotros pasamos muchas noches en el valle de Boquía, bajo una de estas tiendas sin que el agua que abundante y casi continua caía, nos molestara un momento.
La montaña de Quindiu es uno de los sitios más ricos en plantas útiles é interesantes. Allí encontramos la palmera Ceroxylon (Ceroxylon andicola), cuyo tronco está cubierto por una especie de cera vegetal; las pasifloras arbóreas y la magnífica Mutisia grandiflora, cuya flor, escarlata, tiene una longitud de 16 centímetros”.
1. Fuente: Humboldt Alejandro Sitios de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América. Ed. Madrid, Gaspar, 1878
Álvaro Hernando Camargo B.