06/07/2022
En la oscuridad del presente lapso compartiré una pequeña historia.
Ilustrada en la vida real, un día cualquiera cómo aquel domingo.
Aquel domingo
Nos encontrábamos todos reunidos, como aquel domingo familiar; ese domingo que nos recordaba que éramos una sola familia, una sola madriguera. Todos venían a tu reino; el reino con con el tesoro más preciado; tu existencia, tu amor, tu calor, su sonrisa, tu abrazo, tus comidas, tu café y tú compañía. Hijos, nietos, sobrinos y tíos, estábamos todos, compare tanto este día con aquellos domingos porque desee con todo mi corazón ver en ti la alegría que emanabas cuando estábamos todos reunidos. La realidad de este día era otro, no era domingo, aquel día cualquiera caíste sin aire, todos gritamos, todos corrimos, aquel día cualquiera se borró tu sonrisa, se apagaron tus ojos, se apagaron nuestros ojos, se inundó nuestra vida.
Era un día cualquiera en el que la vida nos golpeaba y nos arrebataba el tesoro de tu reino, Era estremecedor tanto vacío, pum, pum, pum... latía mi corazón queriendo salirse de mi para darte un sorbo de vida y ver nuevamente tu sonrisa, escuchar tu carcajada y tu voz, queriendo grabarla para nunca olvidarla. Este día cualquiera nuestro encuentro era sin riqueza, tu luz se había apagado, estabas reposando para irte, te marchabas, te ibas con toda nuestra riqueza, tu risa, tu vida tu existencia y tú presencia, ahí estabas encajonada, con lo que más te gustaba, aquel vestido de flores que te hizo ver tan hermosa siempre. Sigo anonadada, este día cualquiera era como aquel domingo, la diferencia era que estabas por última vez con nosotros, ya no habrían más domingos, ya no tendríamos la presentación viva y tangible de tu tesoro. Se apagaron tus ojos se detuvo tu corazón, ya estabas cansada, nosotros no, nunca nos cansamos de verte incrementar nuestro tesoro, nos hiciste millonarios. Desee detener tu reino y detener el tiempo en nuestro domingo. Aquel domingo, vestida de flores, sonriente, tomando café, todos vestidos de colores de vida, de risa, hoy vestimos blanco y negro, porque así está nuestro reino, con un luto eterno. Te marchas a la eternidad, robando nuestra herencia; tu reino, la sonrisa y el café de todos los domingos y de los días cualquiera que existías.