30/06/2014
Brasil no es solo Mundial de Fútbol, y ahora que ya le queda poquito para acabarse, Brasil vuelve a ser un sitio un poco más tranquilo, pero a la vez uno de los más importantes centros turísticos mundiales.
Tiene tanto que ver, que sería imposible escribirlo todo en un solo post, así que hoy os hablaremos de un bonito lugar del país: Salvador de Bahía.
Pocas ciudades en el mundo tienen una mística tan especial como Salvador de Bahía. Es que esta ciudad concentra en su interior todos los encantos turísticos imaginables: playas espectaculares, riqueza histórica, ecléctica arquitectura colonial, diversidad cultural, vibrante vida nocturna, deliciosa gastronomía y toda la infraestructura moderna de una gran metrópolis, la tercera más poblada del país. Sin mencionar que aquí se festeja el carnaval más alegre de todo Brasil (lo que equivale a decir: el carnaval más alegre del mundo entero).
Y es que el espíritu festivo es la marca de identidad de esta ciudad tan llena de contrastes. Además de la capital del Estado de Bahía, Salvador es considerada la capital brasileña de la alegría. Su gente es sencilla y amistosa, en cada esquina hay música y baile a cualquier hora del día y el color de las tradiciones (mezcla de culturas africanas, indígenas y europeas) se vive intensamente en rituales que son una fiesta. Arte y artesanías ancestrales, sincretismo religioso, ritmos étnicos, capoeiras y casonas e iglesias centenarias hacen de Salvador un verdadero museo viviente, con el marco increíble de la costa tropical nordestina.
Las bahianas del acarajé con sus delantales blancos son una típica postal de la ciudad, aunque esta deliciosa especialidad (bollo frito de feijao relleno con camarones) debe ser probada con cuidado por los estómagos delicados. También son imperdibles la moqueca (mariscos y pescados en leche de coco), la “casquinha de siri” (carne de cangrejo servida en su caparazón) y las dulces cocadas (postre frutal con coco, leche y azúcar). Una recorrida por los restaurantes y puestos de comidas ambulantes (siempre chequea su calidad primero) es un descubrimiento de sabores nuevos, tan simples como exóticos.
Salvador tiene 50 kilómetros de playas turquesas y arena blanca, con muy diversas opciones para pasar el día tomando sol, nadando o haciendo deportes acuáticos. La parte baja de la ciudad está bañada por la inmensa Bahía de Todos los Santos, mientras que la ciudad alta tiene costas atlánticas. En el límite entre la ciudad alta y baja, tenemos al Porto da Barra, la playa más famosa de Salvador, donde se aprecian las puestas de sol más bonitas de Bahía. Eso sí, no te quedes en las playas luego del atardecer, ya que se transforman en escenarios hostiles. Con el clima espectacular de la región y la temperatura tibia del agua, la mañana y la tarde son más que suficientes para disfrutar a pleno las playas bahianas.
La religión está en todas partes en Salvador, una ciudad donde coexisten en armonía los santos católicos con los orishás umbanda. Por todo su perímetro urbano se esparcen cientos de iglesias y capillas, algunas con más de 300 años de historia. La Catedral de Salvador, la Iglesia de Nosso Senhor do Bonfim y el Convento de San Francisco son tres de los magníficos templos que debes visitar. No solo es un recorrido por la historia religiosa de la ciudad, sino por la de los diversos estilos de arquitectura, desde el barroco hasta el neoclásico.
Otro de los símbolos por excelencia de Salvador es el Elevador Lacerda, conector de la Ciudad Alta con la Ciudad Baja. Fue construido por el ingeniero Augusto Frederico de Lacerda en el siglo XIX y tiene 72 metros de altura. Como imaginarás, la vista desde arriba es una maravilla: la Praça Cayru, el Mercado Modelo y la Bahía de Todos los Santos con su multitud de barcos.
Seguiremos hablando de Brasil.