01/07/2020
Veinticinco años ya. Las bodas de plata (que no esperaba celebrarlas así)
Con más kilos, más joven y con muchas ilusiones, hace veinticinco años que abríamos la agencia. Con mi ordenador bajado de casa, con folletos y licencia prestados y con mucha improvisación y cargados de incertidumbre. Recuerdo cuando mi padre me llamó unos días antes para decirme que si montábamos la agencia (porque se iba a quedar en el paro) y yo, con mi bisoñez de los veinte, dije que sí entusiasmada sin pensármelo dos veces.
Un compañero de un trabajo anterior me dijo que dedicarse al turismo era como una droga, que si lograbas aguantar el primer verano de estrés, lo ibas a querer por siempre. Y en mi caso, tenía razón. Porque no es dar a un simple botón como creen algunos que menosprecian nuestro trabajo, es vender ilusiones. Es el esforzarse porque el viaje de alguien, que seguramente se ha dejado los cuernos trabajando el resto del año, salga a la perfección; por dar a conocer gentes y lugares y enseñar... Que seguramente eso sea una de las cosas que más me gustan de mi trabajo y que hace que me emocione cuando alguien a quién le he recomendado un destino o preparado un viaje con mimo regresa para darme las gracias. O cuando mis portugueses disfrutan con los paseos por mi Madrid, que me hincho como un pavo.
En estos 25 años hemos pasado por huracanes, terremotos, guerras, accidentes áereos y de autocar, impagos de clientes, crisis... y ahora, la pandemia. Muchos quebraderos de cabeza y más canas, pero también muchas alegrías.
No voy a negar que últimamente me cuesta mucho mantener la ilusión. Ver cómo se volatiliza en un instante el trabajo del último año, la poca colaboración de algunos proveedores, el machaque constante desde algunos sectores y la incertidumbre de cuando se va a arreglar esto, me están haciendo mucha mella anímicamente.
Estos días de comerse marrones y de prácticamente nulo trabajo productivo, tengo mucho tiempo para pensar. Y cuando mi Mrs. Hyde aparece, mi lado Jekyll le recuerda lo mucho que disfruta con su trabajo; a esos clientes que ahora vienen con sus hijos cuando antes venían con sus padres y a toda la buena gente a la que he tenido la oportunidad de conocer y de todo lo que he aprendido y he visto gracias a mi trabajo.
Así que, ¡a por los próximos 25 años!
Gracias a todos los que nos habéis apoyado en este tiempo y espero poder veros pronto.