20/12/2022
“La Cibeles” es uno de los grandes símbolos de la ciudad de Madrid. Se encuentra en la plaza del mismo nombre, en la intersección de la calle Alcalá (oeste-este) con el paseo de Recoletos (norte) y el paseo del Prado (sur).
Junto con las fuentes de Neptuno y Apolo, nuestra Cibeles data del siglo XVIII, dentro de un plan de remodelación urbana que se llevó a cabo durante el reinado de Carlos III. Inicialmente iba a decorar los jardines de La Granja de San Ildefonso (Segovia), pero se decidió colocar frente al Palacio de Buenavista mirando hacia la fuente de Neptuno.
Se instaló en 1782 pero no funcionó hasta 1792: tenía dos caños, con uno se abastecía de agua a los aguadores oficiales que llevaban el agua a las casas (no había agua corriente) y el otro era para uso público. En 1862 los caños se cambiaron por dos figuras con las que facilitar la recogida del agua: un oso y un grifo.
En 1895 la fuente fue trasladada al centro de la plaza, convertida ya en elemento decorativo y siendo modificada: se retiraron el oso y el grifo, se añadieron dos amorcillos a su parte posterior, se colocó sobre una plataforma para elevar su altura, se orientó hacia la calle Alcalá y se rodeó con una verja, que con el tiempo se retiró.
La Cibeles está custodiada por cuatro edificios emblemáticos que rodean la plaza: el palacio de Buenavista (1777), el Banco de España (1891), el palacio de Linares (1900) y el palacio de Cibeles (1919), ¡y cada uno pertenece a un barrio diferente!
En origen, la plaza se llamaba “Plaza de Madrid”, hasta que el 14 de diciembre de 1900 el Ayuntamiento cambió su nombre a “Plaza de Castelar”. No obstante, la población madrileña no se refería de otra manera a esta plaza sino como “Plaza de Cibeles” ya que desde 1895 la fuente ocupaba su centro, lo que hizo que en 1941 finalmente fuera nombrada oficialmente así, “Plaza de Cibeles”.
La fuente fue diseñada por el arquitecto Ventura Rodríguez (1717-1785) y representa a la diosa Cibeles en su carro tirado por dos leones: Atalanta e Hipómenes. Cibeles era una deidad frigia (Anatolia, actual Turquía) de la naturaleza, los animales, la tierra fértil y las murallas. Como en la mitología griega su papel ya era ocupado por otras divinidades, su figura fue adaptada para integrarse en los mitos que ya existían.
En “Las Metamorfosis” de Ovidio se cuenta el mito más famoso en el que aparece y por el que es así representaba en nuestra fuente. ¿Te habías fijado en que cada león mira hacia un lado? ¡No es casualidad! Esto tiene que ver mucho con este mito, te lo contamos:
Una bebé fue abandonada por orden de su padre al nacer, ya que él quería un hijo varón (ojo si esto te lo cuentan con 6 años antes de dormir). Los llantos de la bebé en el bosque llamaron la atención de una osa, que cuidó de la niña como si fuera su osezno (ojo a la lección, una “bestia” no hace distinciones entre especies y un humano sí lo hace entre s**os). Creció la niña y un día un cazador la vio en el bosque y la apresó. El cazador y su esposa no habían podido tener descendencia y (tras el secuestro) la adoptaron. La llamaron Atalanta y, con el tiempo (y mucho drama seguro que también), la niña se adaptó a la vida en sociedad sin dejar de querer profundamente a la naturaleza en la que se había criado. Las propuestas de matrimonio le llovían porque, según el mito, era muy guapa, pero ella no quería hombres en su vida sino consagrarse a la diosa Artemisa y vivir a su aire, así que, para quitárselos de encima, dijo que solamente podría casarse con ella quien la ganase en una carrera de velocidad (lo de criarse con osos la había hecho súper veloz y lo sabía, si no se habría inventado otro reto), y quien perdiese debía morirse. Se murieron muchos. Hipómenes era un muchacho que había escuchado hablar de Atalanta, la carrera y todos los mu***os, así que le picó la curiosidad y fue a verla. Cuando se dio cuenta de que no solo era muy guapa sino ultra guapa, y dándole igual que la muchacha quisiera vivir soltera, decidió competir con ella. Pero Hipómenes sabía que correr no era lo suyo así que le rezó sin descanso a Afrodita, la diosa del amor, por si acaso conseguía casarse con Atalanta por obra divina. Y así pasó, Afrodita sabía que Hipómenes no ganaría ni dejándose los pulmones, de modo que le dio tres manzanas de oro para que las tirase al suelo durante la carrera y así distraer a Atalanta y ganarla, con trampas. Atalanta se distrajo con dos de las manzanas, porque sabía que iba con ventaja, pero cuando vio la tercera manzana casi al llegar a la meta, decidió ignorarla para que Hipómenes no la ganase, fue la diosa Afrodita quien la hizo cambiar de opinión y pararse a mirar la manzana. Se tuvieron que casar. Al tiempo, en un viaje, a la pareja le sorprendió una tormenta y se refugiaron en una cueva. Allí fueron sorprendidos por Cibeles, a quien no le molestaba que se entrase en su cueva, pero a meterse mano no porque la mancillaban. Así que les castigó y convirtió en dos leones, condenados a tirar para siempre de su carro y sin poder mirarse.