12/08/2020
En el corazón de la sierra de Ancares, bastante apartado de los buenos caminos y olvidado de muchas rutas turísticas, se encuentra un pequeño castro que fue levantado hace casi 2000 años. A pesar de su fisonomía típicamente celta, se piensa que el castro de San Román de Cervantes se construyó en época romana (siglos I-II d.C.) para alojar a mineros de la población autóctona que trabajaban en vecinas explotaciones de oro.
Sorprende sobremanera la altura que alcanzan algunos de los muros de las viviendas. En el interior de algunas de ellas un basamento cuadrado de piedra con un agujero en el medio, donde se colocaba un palo que servía como eje central. El único hueco observado es el de las propias puertas, algo elevadas respecto del nivel del suelo para evitar la entrada de humedad.
Aunque el castro parece que fue abandonado hacia el siglo V, en época medieval se aprovechó de nuevo como necrópolis y aquí fueron enterrados cerca de 50 individuos. Algunas de estas tumbas de lajas de pizarra se pueden encontrar en mitad de varias casas, aprovechando espacios tiempo atrás ya olvidados. El castro se encuentra en un paisaje muy accidentado, delimitado por una muralla que ha sido muy alterada por la pista de acceso. Es sin duda un poblado que tiene todavía muchas historias que contar, y que merece sin duda un plan de nuevas excavaciones y de puesta en valor. Así lo hemos visto en Rutas y Leyendas.