07/02/2023
Belen de Benito
Hoy tengo 48 años. Con 41 años escribí este texto al ir caminando por la calle y encontrarme este grafitti en el suelo. Sorprendentemente, se hizo viral. Hoy Josefina, que lo compartió hace ya muchos años, lo ha vuelto a compartir y ha vuelto a mi recuerdo. 7 años después, el panorama ha ido a peor. Y es una pena. No añadiría ni una sola palabra si volviera a escribirlo hoy. Y mucho menos quitaría ninguna. El texto tiene una década ya casi. Y también pienso que hoy no se haría viral. Porque la capacidad de autocrítica, de mirarse al espejo, hoy en día, es mínima. La mayoría de la gente está adormecida. Pasean por aquí como zombies. Y ya no se comparten las cosas ajenas. Ya no se comparte ni la belleza. Eso eran cosas de hace ya años. De cuando éramos un poco más espontáneos y libres que ahora. Y eso, también, es para reflexionar.
Cuando tenía 8 años alguien me preguntó si era del Barça o del Madrid. Barça o Madrid. Norte o Sur. Hombre o Mujer. Obrero o Empresario. Creyente o Agnóstico. Izquierda o Derecha. En qué momento. En qué momento nos hicieron plantearnos que debíamos pertenecer a algún bando. Agarraron una tiza invisible y marcaron nuestro suelo con una línea divisoria. En qué momento. Nos contaron que debíamos decantarnos. Atrincherarnos en ideas preconcebidas. Juzgar. Etiquetar. Discutir unos con otros. No ser tolerantes. Criticar lo ajeno sin medida. Tirar por tierra los pensamientos no compartidos. En qué momento. Nos dijeron que lo nuestro era lo bueno. Que lo de los demás era lo malo. Que si abríamos nuestra mente, que si dudábamos, que si teníamos autocrítica, estábamos siendo débiles, incongruentes, inconstantes, infieles, vendidos. En qué momento les hicimos caso. Y cualquier comentario político o religioso se convirtió en un polvorín. De un lado. Y de otro. Mis padres nunca me dijeron a quién votaban, o a quién no votaban. Nunca me dijeron en qué creían, o en qué no creían. Nunca me condicionaron. Me dejaron encontrar mi propio camino. Y así ha sido. A veces he sentido que he acertado. Otras, que me he equivocado. Simplemente, creo, que he caminado la vida. Sin más. No creo en las ideas. Las ideas se evaporan con la misma rapidez con la que aparecen. Sí creo en las personas. Y también creo que, esas mismas personas, nosotros, somos capaces de lo mejor, y de lo peor. Todos y cada uno. Sin excepción. Yo, la primera. Así que intento no perder de vista nunca esta certeza y guiarme por mi instinto. El único que tengo. El que tenemos todos. El más básico. El más sensato. El sentido común. El que consigue alejarme de la trampa de las verdades absolutas. El que hace que respete las opiniones, ideas, o creencias de los demás. El que quiero que me acompañe siempre. Cuando tenía 8 años alguien me preguntó si era del Barça o del Madrid. “A veces me gusta el Barça, a veces el Madrid, depende de cómo juegen”, contesté. Muy enfadado me dijo: “Eso no puede ser, tienes que ser del Barça o del Madrid”. Y, ¿por qué?. Me lo pregunté con 8. Me lo sigo preguntando con 41. No soy de nada, ni de nadie. Soy de sentido común.
Texto & Foto: Belén de Benito (17)