03/03/2024
POR QUÉ SUFRIMOS ANTE SU BONDAD
[12] He aquí, en esto no has hablado justamente;
Yo te responderé que mayor es Dios que el hombre.
[19] También sobre su cama es castigado
Con dolor fuerte en todos sus huesos,
[20] Que le hace que su vida aborrezca el pan,
Y su alma la comida suave.
[21] Su carne desfallece, de manera que no se ve,
Y sus huesos, que antes no se veían, aparecen.
[22] Su alma se acerca al sepulcro,
Y su vida a los que causan la muerte.
[23] Si tuviese cerca de él
Algún elocuente mediador muy escogido,
Que anuncie al hombre su deber;
[24] Que le diga que Dios tuvo de él misericordia,
Que lo libró de descender al sepulcro,
Que halló redención.
(Job 33:12, 19-24).
El sufrimiento no tiene por qué presentar a Dios como alguien malo, indiferente o falto de poder. Tampoco quiere que amemos el sufrimiento ni que este sea algo bueno en sí mismo. Es cierto que Dios lo usa para nuestro bien (Ro 8:29) pero además, necesitamos comprender que el sufrimiento es el resultado de nuestro pecado ante un Dios infinitamente bueno.
Job aprendió que Dios es infinitamente “mayor que el hombre” (Job 33:12). Lo que Dios considera el bien puro, puede no siempre serlo para nosotros. Nosotros fallamos, somos débiles y a veces más carnales que espirituales.
Desde el principio, Dios ha dejado ciertas “pistas” en la naturaleza y en nuestro interior para poder interpretar ese bien en la dirección correcta. En nuestro interior, hay una ley moral, una conciencia tan antigua por medio de la cual, todo hombre, por más sencillo o intelectual que sea, ha sabido que existe el bien y el mal. Dios mismo implantó esa ley moral en nosotros (Ro 2:14, 15).
Dios trata de llamar nuestra atención por medio de su ley moral o conciencia que ha implantado en nosotros y sufrimos cuando lo hace. Dada la diferencia entre el Dios infinito y nosotros mortales y de carne, nuestra reacción natural es opondremos a su bondad:
El sufrimiento suele ser el resultado del choque entre la bondad del infinito Dios y la naturaleza carnal con la cual nos oponemos a Él.
A la bondad de Dios no le es indiferente la maldad del hombre con tal de que no sufra. Él es “fuego consumidor”, por la razón de que él es Dios y nosotros no.
Job nos enseña que sufre porque Dios trata con él (Job 1:16; 2:10), precisamente porque Dios, el omnipotente, se propuso amarlo (Job 5:17; 13:15, 16; 15:11; 19:25). Al final del libro levanta una alabanza porque ahora conoce mejor a su Dios, quien le ha transformado con y por su amor.
Es en Cristo donde encontramos la más elevada descripción del amor divino. Tratar de comprender el amor de Dios en nuestros términos es como ver a un niño dibujar su primer garabato y escucharle decir con ingenuidad que está replicando la capilla Sixtina de Miguel Ángel.
Cuando nos enfrentemos al dolor, sepamos que Dios está llamando nuestra atención. Que sin duda él está interesado en nosotros, que a pesar de ser él Dios, se dispone a tratar con nosotros para hacernos como su Hijo. Su Hijo, es amado por Dios por quien es; es la única persona que le satisface plenamente debido a su perfección y belleza.
En esto consiste el amor de Dios, en que, a pesar de ser hombres de polvo y pecadores, Dios se ha propuesto desde la eternidad pasada a tratar con nosotros para hacernos como su Hijo.
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29).
“[17] para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, [18] seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, [19] y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Efesios 3:17-19).