25/12/2024
Bajo un cielo estrellado y envuelto por la suave brisa del Caribe, la Navidad en Cancún siempre había sido especial para Andrea. En vez de frío invernal, la arena blanca le cosquilleaba los pies mientras caminaba por la orilla, contemplando las luces de colores que adornaban las palmeras cerca de la playa. Aquella noche, estaba decidida a capturar la magia navideña de su ciudad de una forma distinta.
Después de la tradicional posada con su familia—donde no faltaron los villancicos, el ponche de frutas y el delicioso pavo—Andrea tomó su cámara fotográfica y partió rumbo al muelle principal de la Zona Hotelera. Con cada paso, escuchaba risas, el sonido del ukulele de un músico ambulante y las conversaciones alegres de turistas que, maravillados, descubrían una Navidad sin nieve, pero llena de color y calidez.
Al llegar al muelle, las aguas cristalinas reflejaban las luces navideñas, creando un espejo de ensueño que parecía extender la fiesta hasta las profundidades del mar turquesa. Andrea se subió a una lancha pequeña, donde esperaba un grupo de amigos que compartían la misma emoción por celebrar diferente. Juntos zarparon bajo la luz de la luna, llevando consigo una piñata navideña adornada con conchas de mar y estrellas doradas.
Mientras rompían la piñata en medio del océano, a la distancia se distinguían fuegos artificiales que pintaban el cielo de colores vibrantes. Andrea, con el corazón lleno de gratitud, se dio cuenta de que la verdadera magia de la Navidad en Cancún no estaba en la nieve ni en el frío, sino en la calidez de la gente, en la unión familiar y en la certeza de que, sin importar dónde te encuentres, el espíritu navideño puede sentirse tan infinito como el mar que la rodeaba.