16/09/2021
Los Guadalupes
EL padre Hidalgo aseguraba a sus lugartenientes que, al momento de acercarse a la ciudad de México, la población que era favorable a la causa saldría de ella y los acompañaría en su entrada triunfal, pero esto no paso aun luego de la derrota realista en Monte de las Cruces el 30 de octubre de 1810. Hidalgo se retiró por circunstancias que un se desconocen, estas van desde la duda, hasta el miedo y la muerte del cura sepultó en su pecho las razones de su retirada, pero la ciudad de México durante muchos años llevaría en el estigma de no haber se revelado a favor de Hidalgo, pero estos simpatizantes si existían.
Una de las justificaciones que se esgrimen para alegar que esos adeptos a la autonomía o la independencia no se manifestaron a la llegada de Hidalgo están en las medidas de defensa y seguridad impuestos por el Virrey Venegas. Desde que se conocieron las nuevas de las victorias de Hidalgo por el Bajío y su posterior avance sobre la capital, se ordenaron a levantar barricadas en las calles, se distribuyeron armas, se guardó el archivo, cerro la Alhóndiga y el pósito y se instruyó a alguaciles, serenos y alcaldes para resguardar la ciudad. La paz de la población se trastoco por completo, Fray Servando Teresa señalo que “los demás habitantes se encerraron en sus casas a esperar a sus libertadores; pues, aunque es cierto que estos habían errado el medio, no es menos cierta la opresión tiránica de un gobierno ilegitimo” en opinión de Fray Servando los simpatizantes esperaban con ansias la llegada de Hidalgo y esperaban más cercanía para poder tomar partido abiertamente y no ser presa las fuerzas realistas. Pero de repente cuando el 2 de noviembre Hidalgo se alejó de la Ciudad de México el desconcierto cundió entre sus pobladores, a instancias de esto, dos vertientes tomaron los simpatizantes de la causa independentista, los más pocos partieron a buscar la manera de unirse como soldados a la insurgencia, que al poco tiempo vería su primer derrota a manos de Calleja en Aculco, otros caracterizados por tener un estatus social acomodado se organizaron para servir a la causa de forma diferente desde la ciudad capital, pero esto significaba un nuevo reto para estas personas que poco apoco se fueron asociando, por que las nuevas restricciones impuestas por el virrey mantenían suspendidas ciertas libertades, a partir de septiembre de 1810 ningún soldado podía dejar el cuartel, nadie tenía permiso de cambiar de residencia, admitir invitados, sirvientes y/o dependientes sin previo aviso al delegado de la Junta de Policía y Seguridad Publica. Las clases menesterosas de la ciudad se vieron agobiadas por la tan temida leva, que se volvió desde esos momentos el método más recurrente de reclutamiento forzoso en México.
A pesar de todas esas restricciones las reuniones en apoyo de la insurgencia se dieron, como la denunciada por José Ignacio Sánchez ante la Inquisición, delatando conversaciones en casas particulares, en el Parián, el Portal de la Merced y hasta en las calles públicas, a favor de los rebeldes y contra europeos, criollos y las autoridades civiles y eclesiásticas, y lo que más lo escandalizaba es que participaban empleados de la secretaria del Virreinato, curanderos, frailes, maestros de botica, clérigo, comerciante, entre otros. Este aumento en la inconformidad y las ganas de participar más activamente en la lucha los hicieron agruparse en una de las Sociedades Secretas más importantes de la lucha, Los Guadalupes. A ella pertenecieron destacadas personalidades de la aristocracia novohispana que soñaban con la autonomía o la independencia, como el conde de Medina, que era coronel y propietario, el conde de Valencia, minero y propietario, el conde de la Presa de Jalpa, el marqués de valle Ameno, el conde de San Juan de Rayas, el conde de Regla, el marqués de San Miguel de Aguayo, el marqués de Guardiola, Andrés Quintana Roo, Carlos María de Bustamante y Leona Vicario.
El actuar de Los Guadalupes creció mas durante la dirigencia política de Calleja, este afirmo que la insurgencia constaba de dos fuerzas, la armada y la civil, esta última actuaba clandestinamente escribiendo cartas, mandando vivires, protegiendo insurgentes y hasta enviándoles una imprenta para que pudieran publicar ideas y decretos.
Los Guadalupes una vez más consolidados iniciaron a comunicarse primero con Rayón a quien le hicieron llegar la mencionada imprenta hasta su Cuartel el Tlalpujahua, posteriormente lo hicieron con Morelos, en su primera comunicación epi***lar del 15 de septiembre de 1812, le hacían saber los esfuerzos realizados por ellos para salvar la vida del prócer Leonardo Bravo, recién ejecutado por los realistas y como habían ayudado a la viuda Gertrudis Rueda y su hija a salir de la capital, también le mandaban ejemplares del Diario de México, el 22 le informaron sobre el estado de armas de la capital, de igual forma le hicieron llegar un ejemplar de La Gaceta y La Instrucciones Militares de Federico de Prusia. Así de esa forma Los Guadalupes les comunicaron muchas veces de importantes cargamentos que llegarían de filipinas y que si los atracaban podrían servir para financiar la causa, entradas y salidas de tropas de la capital y otros puntos importantes y en muchas ocasiones instaron a Morelos en el cenit de su poder para que atacara la capital o Puebla.
Pero la accion de Los Guadalupes no solo se basó en el espionaje, también fueron pieza clave para que simpatizantes de la insurgencia alcanzaran cargos importantes en el ayuntamiento capitalino, en Cortes y hasta en la Junta o Diputación Provincial. Pero luego de la batalla de Tenango en la que Morelos fue derrotado, un baúl lleno de cartas remitidas por Los Guadalupes cayó en manos de los relistas, propiciando a si la caída en prisión de muchos de ellos, el cese de otros y la salida de la capital de unos cuantos, como fue el caso de Bustamante, Quintana y Vicario. Por comentarios de Alamán y Bustamante se han logrado identificar cerca de 42 miembros de esta sociedad secreta, que no solo se limitó a operar en la capital, uno de los casos más conocidos es el de Gertrudis Bocanegra, quien operaba en la zona de Pátzcuaro.
Se presume que el fin de los Guadalupe llego a la par del ocaso de Morelos en 1814, para 1816 la pista de estos es irrastreable, pues de esas fechas se consignan sus últimos documentos, aun así, se cuentan como impulsoras de la constitución de Apatzingán, donde algunas de sus ideas tomaron forma