15/12/2016
LAS MAGIAS DE TEZCATLIPOCA
Hubo una vez en lo más alto de los espacios, allá, casi en el centro del universo, una energía creadora que produjo todo lo que existe en el cosmos. Era el TEOTL que se hizo a sí mismo, OMETEOTL, doble creador, y diseñó el fuego benefactor: el abuelo primero, HUEHUETEOTL; y ya con él, pudo hacer más creaciones, como la vida misma.
Entonces nacieron TONACATECUHTLI y TONACACIHUATL, el señor y la señora de la vida, quienes con el tiempo, tuvieron cuatro hijos dotados con esa energía creadora de los principios.
TEZCATLIPOCA, el moreno, se llamaba uno de ellos y siempre anduvo peleando con sus hermanos, sobre todo, con aquel llamado QUETZALCOATL. Siempre quería ser el único en todo y el mejor. Así convenció a su hermano TEZCATLIPOCA, el rojo, después llamado CAMAXTLE, para que se le uniera y juntos, fueran como uno solo.
Y no se diga del más pequeño que había nacido tan, pero tan, flaco, que parecía sin carnes, un simple esqueleto: era HUITZILOPOCHTLI. ¡Cuánta voluntad tuvo que tener éste para soportar a su hermano TEZCATLIPOCA!
HUITZILOPOCHTLI, tan pequeño al principio, en cuanto fue creciendo bien que le demostró a TEZCATLIPOCA lo que podía realizar.
Así que TEZCATLIPOCA mejor medía sus acciones para no herir a su hermano menor y dejaba que revoloteara como un colibrí por los espacios del sur, la zona de la fertilidad.
Pero con quien nunca pudo conciliarse, ejercer poderío sobre él, fue indudablemente QUETZALCOATL.
Y es que eran de ideas tan distintas: mientras TEZCATLIPOCA se pasaba la existencia memorizando todo lo que acontecía en el cosmos y guardándolo como una computadora en su cerebro retentivo. A QUETZALCOATL le encantaba dar lo mejor de sí, para crear y crear más y más seres y cosas, cada día mejores; perfeccionados.
TEZCATLIPOCA rabiaba a veces, como de envidia, por lo que su hermano, que le gustaba transformarse en una serpiente emplumada, se lucía dando a la humanidad, desde que ésta había sido creada.
Por ello, a TEZCATLIPOCA le agradaba vestirse lleno de relucientes espejos que de tanto brillo, parecía que despedían humo. Era un auténtico relumbrón. Un erudito que lucía su memoria privilegiada, pero cuyos datos sutiles, en ocasiones, sólo le servían para adornarse y nada más.
En cambio QUETZALCOATL, con su fascinante inteligencia creadora y con el ejemplo que ponía de sacrificio, de ayuno, de perfeccionamiento, de humildad y de virtud, todo lo llenaba de maravillas: Aquí vasijas, allá libros pintados, acullá pirámides majestuosas. Él transformaba a los hombres bestias, en auténticos seres humanos: creadores como el TEOTL, aquél por el cual existimos, ¡IPALNEMOHUANI!
Y había que ver los agarrones que TEZCATLIPOCA le daba a QUETZALCOATL, aunque afortunadamente, éste se defendía tan bien, que lo esquivaba y en múltiples ocasiones lo dejaba con el berrinche puesto.
Como en aquella vez, cuando se había decidido que, como aún no había sol, QUETZALCOATL fuera el planeta Venus y alumbrara algo la Tierra. De inmediato TEZCATLIPOCA, al ver que su hermano sólo semejaba un medio sol, a fuerza quiso unirse con él y hacerse un sol entero, pero QUETZALCOATL no se dejó y su defensa fue tal, que TEZCATLIPOCA se convirtió en la luna.
O en aquella otra ocasión en que le dio tremenda coz, TEZCATLIPOCA a QUETZALCOATL, que éste se convirtió en viento y los hombres quedaron convertidos en monos y los pocos que se salvaron, terminaron adorando a TEZCATLIPOCA, porque les recordaba que debían hacer de los animales sus dioses, vivir solamente sus instintos y olvidarse de QUETZALCOATL y sus extravagancias.
Sin embargo la Serpiente Emplumada pronto recuperó el ánimo y se desquitó inteligentemente de TEZCATLIPOCA, pues acabó con la creencia de que la animalidad era lo más importante en la vida del hombre.
Esto último había sucedido al comienzo del quinto sol y como sabemos, aconteció cuando TEOTIHUACAN se había convertido, por obra de las magias de TEZCATLIPOCA en un lugar donde se veneraba a las bestias.
Entonces QUETZALCOATL demostró la verdad de la energía creadora cósmica, el TEOTL: sólo por él existimos. TEZCATLIPOCA y los impostores fueron derrocados de sus altares.
Desde esos años pareció enmudecer, triste estaba ante el triunfo de la inteligencia creadora. Casi nadie se acordaba ya de él; él, que tenía tan buena memoria y todo lo recordaba.
Él, que andaba invisible en cualquier lugar de los cielos y de la tierra; él, que parecía no envejecer nunca ni debilitarse con los siglos; él, que presumía de tener tantos nombres como oficios: viento de la noche, el que hace lo que quiere, el joven eterno, el que nos encanta, el vigilante, el espía, el provocador, el de las grandes magias.
Él, TEZCATLIPOCA, que tenía el privilegio de ser la conciencia de los hombres para el bien o para el mal, según conviniera.
No obstante, pareció que la humanidad prefería a su hermano QUETZALCOATL al verlo tan virtuoso, de conducta tan ejemplar y tan paternalmente bondadoso.
Así que TEZCATLIPOCA vagaba muy deprimido por todos los rincones del cosmos.
Y así andaba de un lado a otro, como desterrado por voluntad propia, mirando los avances de los hombres que ahí guiaba QUETZALCOATL. Y aunque aquello le parecía bien, no dejaba de sentir un algo de celos por no participar en aquellos logros.
Mas he aquí que un día, para su vanidad, se sorprendió al descubrir cerca del mar, en una playa hermosísima, a un hombre que lo llamaba, un admirador perdido en aquellos lugares que devotamente y arrodillado decía:
¡Oh, TEZCATLIPOCA poderoso que das conciencia a los hombres de nuestro origen animal y con eso nos das vida diferente! ¡Oh, espejo donde se refleja nuestra existencia y nos das memoria de todo lo que hemos hecho en ella! ¡Oh, hijo del TEOTL que guardas los recuerdos y cuyos sirvientes somos, haz que el olvido desaparezca y yo encuentre otra vez el camino extraviado para regresar con los míos!
Emocionado, TEZCATLIPOCA se le apareció y le dijo:
-Contento por la devoción que me profesas, voy a decirte cómo habrás de volver, discípulo mío. Sólo te pido que cuando regreses a tu tierra, hagas que ya no se olviden de mí y me rindan culto.
El devoto aceptó convencido y de buen agrado.
-Escucha bien.- continuó TEZCATLIPOCA -Quiero que vayas al espacio donde está el sol y traigas de allá, los cantores y sus instrumentos musicales para que mis devotos hagan fiestas en mis celebraciones.
-¿Y cómo voy a hacerle para llegar al espacio del sol?- preguntó el devoto.
-Es muy sencillo. Sólo hay que esperar a que por la mañana salga por el oriente y de inmediato llamarás en tu ayuda a los animales del mar, que con prontitud, se colocarán sobre el oleaje como un gran puente. Entonces tú iras por él a través de ese enorme camino entonando el hermoso canto que ahora voy a enseñarte. Memorízalo bien, pues de eso depende que los cantores te hagan caso y con nuestras magias vengan a tu encuentro cargando sus instrumentos musicales.
Las bestezuelas que van a colaborar contigo son las ballenas gigantes, las duras tortugas y las mujeres del agua, las ACIHUATL; ellas te facilitarán la llegada hasta el espacio del sol donde se encuentra su casa. Y ya cuando estés allí, canta más fuerte, mucho muy fuerte. Los cantores quedarán fascinados y querrán acudir hasta donde el canto brotó; tú, luego, luego, regresas y ellos te seguirán envueltos en nuestras artes de magia.
Y así estaba TEZCATLIPOCA instruyendo a su devoto, cuando se vio aparecer en el oriente el disco solar. Surgía trémulo de fuego, como enorme pelota, de entre las ondas del mar que se dibujaban en el distante horizonte.
-¡La hora ha llegado!- Exclamó TEZCATLIPOCA.- Repite junto conmigo este canto:
Mágico viento nocturno,
atravesemos el mar
para encantar a los músicos
y ponernos a danzar.
Y el devoto lo interpretó con una voz tan encantadora, de un timbre tan fino, que toda la naturaleza se veía conmovida.
Al escuchar tan bellas tonalidades, las ballenas se presentaron junto con las tortugas del agua y las mujeres del agua, ACIHUATL, mitad humanas, mitad peces.
El devoto transformado en un viento terso caminó sobre el puente que aquellos seres fantásticos le tendían.
Cientos de ballenas emergían de las aguas y se veía aleteantes sus enormes colas. Sus silbidos semejaban música de flautines y hacían brotar de su cabeza altísimos chorros de agua.
Miles de tortugas asomaban flotando sus verdes caparazones y servían de potentes corazas que sostenían el paso presuroso del devoto de TEZCATLIPOCA.
También de entre el oleaje surgían muchísimas mujeres del agua, que con sus voces impresionantes, formaban un coro tan perfecto que el propio TEZCATLIPOCA se asombraba.
Iba el devoto a la mitad de su camino cuando, como un fascinante murmullo, llegó hasta la casa del sol, el canto maravilloso que sucedía.
El alboroto de sorpresas que se hizo en el cielo solar fue tan estrepitoso que el sol ordenó callar y taparse los oídos. Y aunque él mismo se estremecía ante tanta belleza, pudo resistir y gritar:
-¡Insensatos! Nadie responda a ese canto. No lo escuchen, pues de hacerlo ese intruso mortal los arrebatará de mi lado.- y los trompeteros y demás músicos celestiales se esforzaban por obedecer.
Muchos de ellos se aferraban a sus tambores; a los llamados TEPONAXTLI y a los conocidos como HUEHUETL.
Vestidos de cuatro colores: Blanco, rojo, amarillo y verde, se estremecían y sus pies parecían no poder controlar el impulso por correr a encontrarse con aquel canto delirante.
Y el sol seguía insistiendo que no oyeran esa canción, que cubriera sus oídos con algodones de nubes, pero nadie ya le hacía caso.
-Allí viene el miserable.- gritaba -¡No lo vean!- Mas el devoto los llamó cantando y uno de ellos, sin control, le respondió enseguida y se fue con él.
Así uno tras otro de los músicos celestes, con todo y sus instrumentos, abandonaron la casa del sol y se dejaron guiar por las voces del viento que acompañaban al devoto de TEZCATLIPOCA.
Entonces se vio cómo el puente se iba llenando de un desfile de músicos encantados que llegaban hasta la playa de nuestras tierras. Todo era música, canto poesía.
Cuando los habitantes de esas regiones se enteraron de aquello, llevados por el bullicio de las notas rítmicas que brotaban por cualquier lado, comenzaron a danzar y a danzar y a danzar; horas y horas, sin cansancio, sin fatiga.
TEZCATLIPOCA se encontraba feliz al ver el resultado de sus magias.
El devoto pregonaba a todos los aires que gracias a TEZCATLIPOCA ahora la humanidad tendría distracción.
La música y la danza que habían descendido de la casa del sol debían servir siempre para festejarlo.
El HUEHUETL y el TEPONAXTLI serían los indicados del ritmo y haría que quienes escuchaban o danzaban o cantaban se sintieran poco a poco extasiados por su música. Había que dejarse envolver por ella, sin preguntar siquiera la razón.
Y TEZCATLIPOCA, nada más en pensar que su hermano QUETZALCOATL perdería adeptos, vibraba de emoción.
-¡Qué les va a importar el ayuno y la meditación con la alegría distractora de la música!- comentaba para sí. Ahora las mayorías bailarán al ritmo que se les toque y no conforme TEZCATLIPOCA con sus logros obtenidos, continuó tramando la manera de no sólo contrarrestar el poderío de QUETZALCOATL, sino acabar con su influencia. Para eso estaba dispuesto a utilizar todas sus capacidades de mago para perder eternamente a su hermano.
Así que desde las alturas donde habitaba, bajó de su espacio por una cuerda hecha de telaraña para perseguir y arrojar a QUETZALCOATL de la Tierra donde vivía haciendo el bien: TOLLAN, el lugar de la abundancia; el sitio de la sabiduría; la ciudad de los TOLTECAS.
La lucha sería terrible, y aunque con los suyos era bueno, TEZCATLIPOCA iba a mostrar su crueldad total con el fin de vencer por fin en esa guerra florida que desde siempre había sostenido con su hermano, la Serpiente Emplumada, QUETZALCOATL.
Tenía que acabar con todos los adoradores de QUETZALCOATL y para eso reunió a tanta gente de los alrededores de TOLLAN, como nadie lo había logrado, con el pretexto de un gran mitote, de una gran fiesta.
Cuando había tantos que no se podían contar, así mancebos como mozas, TEZCATLIPOCA, emplumado todo su cuerpo, teñida la cara de colorado, comenzó a bailar y cantar tocando los tambores traídos de la casa del sol.
Y toda la gente también comenzó a bailar y a holgarse mucho, cantando los poemas que TEZCATLIPOCA-TOUEYO iba entonando.
Así bailaron y cantaron desde la puesta del sol hasta cerca de la media noche.
Como eran tantos los que danzaban, se iban empujando unos a otros y muchos de ellos caían por el barranco cercano. Allí TEZCATLIPOCA los convertía en piedras.
Otros se iban por el puente colocado sobre el río cercano y al pasar, TEZCATLIPOCA lo quebraba y todos los que por ese lugar pasaban, se precipitaban al río y quedaban convertidos en peñascos.
TEZCATLIPOCA los había emborrachado con un brebaje mágico para que los TOLTECAS no vieran lo que hacía el mago y mucho menos sintieran lo que les acontecía.
Después de que hizo desaparecer a muchos de los seguidores de su hermano con sus encantamientos, se convirtió en un hombre gigantesco al que llamaron TEQUIUA, y mandó traer a otros comarcanos de TOLLAN para que vinieran a ayudar en el cultivo de una huerta de flores que según TEZCATLIPOCA, era para QUETZALCOATL.
Con este pretexto, vinieron muchos vecinos de los pueblos cercanos a TOLLAN y cuando TEZCATLIPO-CATEQUIUA los vio reunidos, tramposamente los atacó con una coa y como iban desarmados, muchos corrían huyendo, pero con las prisas angustiosas caían y allí eran victimados.
TEZCATLIPOCA cada día se elevaba más poderoso sobre los TOLTECAS que suplicaban la pronta presencia de QUETZALCOATL para apaciguar tanta desgracia.
Casi toda la TOLTECAYOTL había caído en poder de TEZCATLIPOCA, sólo faltaban unos cuantos, y esos, pronto serían vencidos por obra de sus negras magias.