22/01/2024
Sobre el origen del cultivo de maíz, base de nuestro sistema alimentario.
Oaxaca y el origen del maíz
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A principios de los años 60, el arqueólogo Richard MacNeish excavó algunas cuevas en el valle de Tehuacán, donde encontró restos de pequeñas mazorcas tempranas. Las asigno a la fase que nombro “Coxcatlán”, de entre 7 mil 200 y 5 mil 400 años antes de nuestra era. Décadas después de su hallazgo, esos olotes antiguos fueron refechados de manera directa con un método más preciso, y los resultados indicaron que no eran tan antiguos como había creído MacNeish. Pues su parte, Kent Flanery excavo en 1966 la cueva de Guilá Naquitz, en el valle de Tlacolula, en Oaxaca, donde descubrió fragmentos de estructuras más pequeñas que los olotes de Tehuacán, representativas al parecer de una fase intermedia entre el teocintle (la planta ancestral) y el maíz. Los estudios de laboratorio confirmaron que se trata de los vestigios macroscópicos más tempranos conocidos hasta ahora del cultivo protagónico en el siglo XXI a escala mundial, restos con una antigüedad nos disputada de cerca de 6 mil 250 años.
En 2009, Dolores Piperno y sus colaboradores publicaron los resultados de su trabajo en un resguardo en la roca al pie de un peñasco llamado Xihuatoxtla, cerca de iguala, en el norte de Guerrero. Encontraron allí fitolitos (concreciones minerales minúsculas producidas por la planta), granos de almidón y polen de maíz asociados con implementos de piedra fechados unos 8 mil 700 años antes de hoy. Previamente se habían hallado fitolitos y polen de maíz en san Andrés, Tabasco, de aproximadamente 7 mil 300 años de antigüedad. Sin embargo, no han aparecido hasta ahora rastros de mayor tamaño en las cuencas del Balsas ni en la costa del Golfo. Algunos especialistas cuestionan la fiabilidad de fechas basadas en restos tan diminutos como el polen y los fitolitos, que pueden ser arrastrados con facilidad a estratos más profundos del suelo. Los vestigios macroscópicos son evidencia más convincente, y las reliquias más tempranas conocidas hasta ahora siguen siendo los primordios de olote descubiertos en Guilá Naquitz.
Los datos moleculares parecen concordar con los indicios arqueológicos. En 2001 – 2002, Yoshihiro Matsuoka encabezo a un grupo de investigadores que tomaron muestras de 193 variedades nativas de maíz cultivadas por pueblos indígenas desde el sureste de Canadá hasta el norte de Chile y Argentina. También examinaron 67 teocintles. Al comparar la variabilidad del ADN en 99 puntos distribuidos de manera uniforme a través de todo el genoma, mostraron que nuestro cultivo es resultado de un evento único de domesticación (se creía antes que el maíz pudo haber resultado de múltiples domesticaciones independientes) que ocurrió en los valles intermontanos del sur de México. Matsuoka y sus colegas resaltan en su publicación que las formas más cercanas a la base del árbol de la vida Zea mays (nombre científico de la especie) provienen de Oaxaca.
La investigación genética es corroborada, a su vez, por los registros de su diversidad bajo cultivo. Flavio Aragón, distinguido agrónomo oaxaqueño, ha documentado la presencia en el estado de al menos 35 razas (70 por ciento de la variación del maíz en México) algunas de ellas exclusivas de este territorio, como el bolita, zapalote chico y serrano mixe. Ninguna otra región del país o del continente exhibe tanta variación en los granos, las mazorcas y las plantas. El maestro Aragón ha descubierto, además, cuatro poblaciones de teocintle en Oaxaca, que se suman a otras dos que se conocían previamente y que hacen resaltar la importancia de la cuenca del Atoyac-Verde como centro de la diversidad del maíz silvestre. Los especialistas norteamericanos afirman que los teocintles del Balsas central son los ancestros del cultivo, pero no se ha llevado al laboratorio muestra alguna de las plantas encontradas recientemente en los distritos de Etla y Sola de Vega.
Los hallazgos agronómicos, genéticos y arqueológicos tienen correlatos culturales que son más próximos a nosotros en términos emotivos y que subyacen a la movilización social que concitan los transgénicos. El área de mayor riqueza de maíces es también la región de mayor variación cultural en el continente. Aquí se hablan más lenguas y se gobiernan por sí mismos más pueblos en forma comunal que en cualquier otra zona de extensión comparable en América. El maíz configuró este paisaje humano: hay buenas razones para creer que los primeros agricultores del hemisferio occidental, la gente que domesticó y a su vez fue domesticada por el teocintle, hablaban proto–otomangue, la lengua ancestral de la familia más diversificada entre todas las filiaciones indoamericanas. No es casual que las múltiples variantes mixtecas, zapotecas, mazatecas, chinantecas y otras, sobresalgan por la complejidad y sutileza de su léxico en torno a la milpa. Hoy día la postura de esos pueblos originarios, como creadores del cultivo, es defender el cultivo en todo México, no solo en Oaxaca.
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Dr. Alejandro de Ávila Blomberg
Maestro en psicobiología.
Director del Jardín Etnobotánico de Oaxaca.
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