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03/07/2022
¡Mi Oaxaca antiguo!
Vista de una vasta área inexplorada Monte Albán aún vemos los montículos cubiertos con maleza. Monte Albán, Oaxaca 1904
Fotografía: Charles B. Waite
La capital zapoteca de Monte Albán es una de las ciudades prehispánicas más fascinantes del área mesoamericana. Lo es, no sólo por sus monumentales dimensiones sino por su estratégica ubicación sobre montes, en pleno corazón de los Valles Centrales de Oaxaca. Al pie de esos cerros también se enseñorea la Verde Antequera, ciudad colonial que es hoy capital del estado, la Oaxaca de Juárez. En ésta confluyen tres grandes ríos que le han dado vida a esas tierras durante siglos. En vista de todo esto, el recorrido por esta región, incluidos los valles Etla, al norte, Grande o Zimatlán, al sur, y Tlacolula, al este, constituye un verdadero viaje por los extensos territorios originalmente zapotecos.
Es probable que Monte Albán se fundara en el siglo V a.C., a iniciativa de uno de los grupos que habitaban en las aldeas de las tierras bajas. La capacidad de esta comunidad —seguramente San José Mogote— para controlar los asuntos de orden social, político y económico, permitió desarrollar un proyecto urbanístico tan perfecto como ambicioso, lo que llevó a la población a asentarse sobre la cima de los cerros mencionados. Esta movilidad, además de dar a sus habitantes preeminencia sobre los pueblos de los valles, les brindó la protección estratégica y de dominio que seguramente buscaban. Lo interesante es que se mudaron junto con sus mu***os, los cuales fueron vueltos a inhumar en las tumbas de Monte Albán, es decir, la nueva ciudad se cimentó sobre sus difuntos, con lo que adquirió el rango de necrópolis.
A pesar de los momentos de inestabilidad que al parecer padeció la ciudad, su construcción duró más de 1 000 años, lo que invita a reflexionar sobre la cantidad de trabajo que esto implicó, sobre todo en sus inicios. Modificar la topografía natural del cerro con terrazas y murallas; nivelar espacios para plataformas y plazas, con drenajes y tumbas; acarrear materiales de construcción y agua desde las tierras bajas, al mismo tiempo que bastimentos y mano de obra, fue una labor titánica que se dice fácil. Allí quedan las huellas de diversas estructuras superpuestas, mudos testigos de las distintas modificaciones de la ciudad, siempre acordes con los intereses y deseos de gobernantes de diferentes dinastías zapotecas.
A la fecha [2020] sólo se ha explorado un pequeño porcentaje de los casi 7 km2 (Blanton, 1978) que tiene la ciudad, área que durante su máximo esplendor (500-750 d.C.) llegó a albergar a cerca de 30 000 habitantes, sin considerar a la población que permaneció en los valles, supeditada al poderío urbano. La parte que ahora puede visitarse se encuentra en el Cerro del Tigre o Monte Albán, aunque en el centro (Cerro del Gallo) y en el norte (Cerro del Bonete o de Atzompa) hay numerosas estructuras, como el juego de pelota, que aún conserva sus aplanados de estuco. Las evidencias arqueológicas de la ciudad se extienden en un área de poco más de 2 000 ha, de las cuales quizá sólo se ha explorado un 20 por ciento.
En su época de mayor auge, Monte Albán mantuvo fuertes nexos comerciales y políticos con metrópolis lejanas, como Teotihuacan. El intercambio de mercaderías preciadas y exóticas agilizó el ir y venir de comerciantes, lo que llevó a organizar corresponsalías diplomáticas con sede en ambas ciudades. Hace algunos años se localizó en Teotihuacan un barrio zapoteca con tumbas y ofrendas según sus costumbres. Asimismo, en Monte Albán perduran vestigios de la presencia de Teotihuacan.
Hacia el siglo VIII d.C., la privilegiada situación de esa noble aristocracia decayó. La dispersión de su poderío terminó por debilitar su fuerza principal, apoyada en lazos consanguíneos y religiosos. A partir de entonces, numerosos centros de poder, al mando de nuevas alianzas sociales, económicas y tal vez religiosas, se multiplicaron a lo largo y ancho de los valles. Cuando esos centros dejaron de contribuir al mantenimiento de Monte Albán, ésta murió en el aislamiento.
Se desconoce el nombre original de la ciudad, pues a la llegada de los europeos estaba abandonada y sólo era una leyenda. Sin embargo, Danibáan, palabra zapoteca que significa “monte sagrado”, se refiere al sitio. De igual manera, los mixtecos que arribaron a los valles tras el colapso de la metrópoli la llamaban Sahandevui, “al pie del cielo”. Los mexicas la conocían con el vocablo náhuatl Ocelotépec, que significa “Cerro del Jaguar o del Tigre”. Estos tres nombres nos hablan del respeto que se tenía hacia el lugar. Sin embargo, el nombre de Monte Albán se refiere más bien al español que llegó a ser propietario de estas tierras, de apellido Montalván. En diciembre de 1987 la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad