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23/05/2018

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Historias de tesoros y bandidosSi alguna región del noreste de México está llena de historias de tesoros enterrados y de...
05/04/2018

Historias de tesoros y bandidos

Si alguna región del noreste de México está llena de historias de tesoros enterrados y de bandidos, esa es la Sierra Madre Oriental, desde Santiago, Nuevo León y municipios aledaños, hasta Arteaga y Saltillo.

Las montañas, aparte de sus bellezas, tienen también innumerables escondites en donde se ocultaron en diversas épocas, grandes cantidades de dinero, la mayor parte producto de robos y asaltos y el resto para ocultarlo de revolucionarios, no sólo los de 1910 sino los que operaban desde la época colonial.

Recordemos que los hombres que vinieron a fundar las poblaciones del noreste de México eran generalmente aventureros, soldados de fortuna, perseguidos de la inquisición y judíos sefarditas que encontraron en las lejanas y desoladas tierras norteñas más libertad para realizar sus ceremonias. Con ellos arribaron también las tortillas de harina y el cabrito al pastor

Sin embargo todos llegaron con una finalidad, hacerse de tierras y dinero y muchos lo lograron y se crearon grandes latifundios, los más grandes del mundo, como el de la familia Sánchez Navarro y el marquesado de Aguayo, iniciado por Francisco de Urdiñola que no fue Marqués pero si pacificador de indios y logró amasar una considerable fortuna que mereció que a una de sus bisnietas, María Alceaga y Urdiñola, se le diera el primer título del marquesado.

Cuando ciudades como Saltillo, Monterrey y otras empezaron a progresar y a establecerse ranchos y haciendas, hubo necesidad de incrementar el comercio o la llegada de mercancías que, desde luego, se hacían a través de veredas y caminos de la sierra.

De puertos del Golfo de México llegaban hasta la comarca diversos productos de ultramar; el piloncillo que se consumía en la región era traído desde Jaumave, Tamaulipas, en recuas de mulas que también transportaban el dinero que compraba esos productos.

De las haciendas cercanas a Raíces, Nuevo León, salía la sal para Monterrey y Saltillo y el trigo para los molinos.
La región noreste no es rica en producción de metales como la plata y el oro, pero fue riquísima en la cría de ganado bovino y vacuno que se mandaba a las regiones mineras de Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí, y de allá para acá se mandaban cargas con plata y oro.

Los noresteños eran autosuficientes. Prácticamente no tenían más necesidades que comprar algunas mudas de ropa para todo el año pues sus alimentos se producian en casa y sobraba.

Pero junto con la prosperidad llegaron también los amantes de hacer dinero fácil, es decir los bandidos que lo mismo asaltaban pueblos que hasta las goteras de las ciudades más importantes.

Por ello, muchos ganaderos, hacendados, productores de trigo y otras cosas, escondieron sus fortunas en lugares tan seguros que incluso algunas allí se encuentran todavía.

En el asunto de los tesoros de la sierra, me consta del descubrimiento de al menos dos en la sierra y otro en Saltillo en donde al derrumbar una vieja casona allá por el año de l967, los albañiles dieron con un gran tesoro consistente en doblones de oro. Lamentablemente en vez de distribuirse el dinero entre ellos, se pelearon y quien vino quedándose con el oro fueron algunas autoridades.

Pero regresando a la serranía, hacia el año 1880 apareció por el rumbo de Galeana un hombre que venía huyendo de los rangers de los Estados Unidos.

Su nombre era Santiago González. Alto, delgado, 1.80 de estatura, pelo castaño, casi rubio con una edad que mediaba entre los 30 y 40 años. Los habitantes de la región lo apodaron de inmediato como “El Gr**go” que en poco tiempo se convirtió en el más famoso de los bandidos del noreste mexicano.

La principal actividad de este hombre que formó una nueva gavilla con habitantes de los ranchos de la sierra era la de contrabandista de géneros que pasaba desde la frontera y los trasladaba hasta Zacatecas, Aguascalientes y otras ciudades.

Sus nuevos compañeros le enseñaron en poco tiempo todas las veredas y vericuetos de las montañas que sirvieron tanto para ocultar el contrabando como el dinero producto del mismo.

Sin embargo no desdeñaba los asaltos a haciendas y ranchos, desprendido y generoso con los pobladores de la región, siempre les llevaba un paso adelante a los rurales, a la gendarmería fiscal y a la acordada. Sabía siempre en donde se encontraban sus perseguidores gracias a la información que le brindaban sus amigos.

Marchaba generalmente a la retaguardia de su gavilla que se adelantaba con los contrabandos. En cuanto aparecía un rural le disparaba y siempre daba en el blanco. Numerosos difuntos dejó a lo largo y ancho de las montañas.

Tanto lo llegaron a odiar las autoridades y hacendados que en Monterrey decidieron otorgar una recompensa de mil pesos oro a quien capturara o entregara al delincuente.

Su osadía no tenía límites y llegó a viajar hasta Puebla llevando manadas de mulas que se dice compraba en haciendas y ranchos y otras que “se juntaban” por el camino. Evitaba siempre cruzar las ciudades por temor a ser reconocido y las rodeaba por veredas y caminos.

A su regreso de estos viajes traía las cantinas de su montura llenas de oro que según las leyendas dispersaba por los escondites que tenía dispuestos para ello.

En alguna ocasión fue capturado por la policía de Saltillo que, extrañamente, en lugar de llevarlo a la cárcel, lo alojaron en el Mesón del Huisache, en donde ahora se ubica la Sociedad Manuel Acuña, en pleno centro de la capital coahuilense, supuestamente para que llegaran por él los policías de Monterrey y llevaran consigo los mil pesos oro que ofrecían como recompensa por la captura de “El Gr**go”.

Con ayuda de alguien, “El Gr**go” escapó por la noche y fue a parar hasta los llanos de Navidad, Nuevo León, en donde tenía una de sus guaridas en un bosque de cedros y de allí nuevamente para sus lugares preferidos de las montañas de Galeana.

Las actividades delictivas de este hombre duraron apenas seis años pero dejó una serie de leyendas e historias que aún persisten. Esta la Vereda del Gr**go, la Cueva del gr**go -al parecer son varias- el Puerto del Gr**go, etc.

El afamado bandolero tenía mujer y al parecer un hijo en una casa de San Antonio de Las Alazanas y la historia romántica de sus acciones señala que allí fue mu**to debido a la traición de uno de sus antiguos compañeros apodado “El Tuerto” que a cambio de su propia libertad denunció a los rurales la ubicación de su ex jefe.

Sin precisar fechas, la leyenda afirma que los rurales y gendarmes llegaron por la noche al jacal donde se escondía “El Gring”, lo rodearon y lo conminaron a la rendición.

El prófugo salió disparando con rifle y pi***la tratando de llegar hasta su caballo que mantenía ensillado en las cercanías, mató a varios rurales, entre ellos a un jefe policíaco llamado Antonio Aldaco pero antes de llegar a su cabalgadura recibió diez y nueve disparos que acabaron con su vida.

La versión oficial de este acontecimiento es muy diferente. Don Jacobo M. Aguirre escribió en la edición del periódico El Coahuilense con fecha del 15 de mayo de 1886 lo siguiente:

Muerte de un bandido

“Santiago González (a) El Gr**go famoso bandido y audaz contrabandista que tenía asolados los ranchos de los Distritos del sur de Nuevo León y algunos de este Estado, limítrofes de aquellos, fue mu**to en San Antonio de Las Alazanas, jurisdicción de Arteaga de este Distrito, por fuerzas de la gendarmería fiscal y algunos rurales de Galeana. Se nos cuenta que el 4 de mayo asaltó sin éxito la Hacienda de Ciénega y resultó herido en el tiroteo que sostuvo con nuestros amigos los Sres. Manuel y José López y que estaba curándose cuando fue alcanzado el 9 del actual por las fuerzas que hemos indicado. En el combate que se libro para aprehenderlo resultaron mu**tos: El Gr**go que recibió diez y nueve balazos, dos personas que lo acompañaban y un celador de la Gendarmería Fiscal y herido un vecino de Las Alazanas.

Ya las autoridades de Arteaga hacen las averiguaciones respectivas con relación a este suceso y de su resultado informaremos a los lectores de este periódico”.

El cuerpo acribillado de El Gr**go -se cuenta- fue atravesado en un b***o y trasladado hasta la cabecera municipal de Arteaga para que se diera fe ministerial de su muerte. Alguien compró un cajón y en él fue colocado el cuerpo que apenas cabía por la altura del difunto.

La última determinación de las autoridades, fue que el bandolero fuera sepultado en la entrada del cementerio de Arteaga, para que todos los que entraran al lugar pasaran sobre sus restos como castigo póstumo por todas las fechorías que cometió, aunque esta versión no ha podido ser confirmada plenamente.

Así concluyó la vida y la historia de este bandido pero quedó su leyenda y sus tesoros que aguardan por allí en algunas partes de la inmensa serranía en espera que algún afortunado los encuentre.

Sin embargo muchos habitantes de Arteaga son intransigentes defensores de El Gr**go y de ninguna manera aceptan que se le llame bandido y, por el contrario se habla del famoso personaje como una especie de Robin Hood que ayudaba mucho a la gente.

Existe una novela con tintes románticos sobre la vida y correrías de Santiago González y apareció allá por los años cincuenta del siglo XX. Lamentablemente prácticamente no existen ejemplares de este libro y quienes poseen alguno, no lo sueltan a nadie. Esta novela fue escrita por un señor de nombre José Lobatón, supuestamente originario de Parras de la Fuente y emparentado de alguna manera con alguno de los hacendados de la sierra y por ello conoció la vida y andares de “El Gr**go” Santiago. Lamentablemente no se pudo localizar ningún antecedente de este escritor y si el libro citado fue su único trabajo, aunque al parecer el CONACULTA ya se ha encargado de rescatar esta obra tan interesante para la historia regional.

Aparte de que la obra relata las hazañas de González, nos permite conocer el nombre de montañas, veredas y de rancherías por donde se movía.

En Lo personal me ha tocado visitar dos de las cuevas que presuntamente eran guarida de El Gr**go. Una está por el rumbo de la Hediondilla, Nuevo León y cuando comencé a investigar sobre ésta se le denominaba la Cueva de los Madriles, un periódico regio la ubicaba como la Cueva Lamadrid y finalmente como la Cueva de los Mariles sin que se sepa realmente de donde viene el origen del nombre.

Está en la cima de unas lomas no muy altas y en la entrada había huesos dispersos que no pudimos saber si eran de humanos o animales. Para bajar a la cueva está un pequeño escalón en donde milagrosamente nos salvamos de al menos tres serpientes de cascabel que espantamos para poder ingresar.

No había nada, solo estalactitas y estalagmitas y ya había sido visitada por otras personas, según los rastros que allí encontramos.

Otra de las cuevas, es mucho más interesante, está por el rumbo del Puerto de Artesillas. Es bastante grande e incluso tenía espacio para varios caballos. Una parte de esta última cueva está tapada y por allí empezamos. Cada golpe de la barra hacía salir chorros de aire lo que nos hacía suponer que íbamos por el rumbo correcto hacia la parte oculta de la caverna, donde se supone que están ocultos algunos tesoros.

Según algunos relatos, parte de esta cueva fue dinamitada para ocultar el acceso a la parte que servía para ocultar hombres y tesoros.

Lamentablemente esta exploración fue en septiembre de l985 y allí, en la sierra nos sorprendió la llegada del huracán Gilberto que nos obligó a refugiarnos durante toda la noche en los vehículos en que nos habíamos trasladado.

Al amanecer todo aquello estaba inundado, incluso la cueva a donde entró gran cantidad de agua por el lado de las caballerizas. No quedó más que recoger las herramientas y retornar a Saltillo lo que tuvimos que hacer por caminos del Cañón de Los Ángeles ya que la carretera 57 había desparecido en el área de Los chorros.

Finalmente llegamos a nuestras casas en donde estaban preocupados por nosotros acordando que luego exploraríamos nuevamente la cueva. Lamentablemente luego la zona donde se ubica pasó a ser una propiedad privada y consecuentemente sin acceso.

Lo único sacado de aquella cueva fue la parte inferior de una mandíbula humana cuyos dientes estaban en perfecto estado lo que indicaba que perteneció a una persona muy joven. Allí mismo enterramos de nuevo esos restos.

De lo que si estoy seguro es que aún quedan muchas historias por contar y tesoros por encontrar pero la edad y algunos males nos han limitado pero no extinguido y continuaremos hasta donde se pueda.

Posteriormente contaremos las historias de algunos poderosos hacendados que patrocinaban el bandolerismo e incluso ellos mismos eran bandoleros. No se pueden dar nombres porque existen descendientes de los mismos cuya susceptibilidad podría verse afectada al conocer la verdadera historia de sus fortunas y sus antepasados.

El tesoro del tío PereyraLeyenda El tesoro del tío PereyraLeyenda del Estado de Nuevo LeónComo a unos trescientos o cuat...
05/04/2018

El tesoro del tío Pereyra
Leyenda El tesoro del tío Pereyra
Leyenda del Estado de Nuevo León

Como a unos trescientos o cuatrocientos metros del nacimiento del Ojo de Agua por la margen derecha, existe un arroyo llamado "El Arroyo del Tío Pereyra".

El Origen del nombre viene del siguiente modo: Cuentan nuestros tatarabuelos y abuelos, que hace muchos años, allá cuando se exploraba en gran escala las minas de la Iguana y de Vallecillo, y cuando el "Mineral de Santiago de las Sabinas" contaba con un rudimentario horno fundidor, había un indio apellidado "Pereyra" que trabaja en uno de estos minerales y, al ponerse el sol, partía de la mina acompañado de su esposa que montaba un paciente a**o, que además de cargar a la india que era bien pesada, llevaba sobre sus lomos un morral a cada lado del fuste que contenían los lingotes de plata que el indio se robaba.

Hombre y mujer llegaban al lugar donde el arroyo antes mencionado se juntaba con la corriente del río; allí se quedaba la india y el hombre seguía algunos cientos de pasos con rumbo al sureste donde tenía cavada una especie de cueva al nivel del suelo que era tapada con toda discreción por una piedra laja.

Al morir el indio, su mujer denunció a los vecinos el escondite; pero sin poderles precisar el sitio exacto donde estaba enterrado el tesoro y sólo les dio el rumbo por donde oía los golpes del talache cuando "Tío Pereyra" trabajaba para hacer la excavación. Pasó algún tiempo sin poder encontrar el tesoro y sólo después de muchos años dicen que algunos dieron con la cueva que encerraba el tesoro consistente en muchos lingotes de plata encontrándose dentro de la cueva el talache y la pala que servían al indio para hacer el trabajo; nada más que quienes encontraron la fortuna pusieron algunas señas para volver por el codiciado metal y al regresar las señas habían desaparecido junto con el tesoro en forma misteriosa.

Muchos aseguran que el tesoro existe pero que encontrándose la cueva al pie de la sierra, los derrumbes de la misma taparon la famosa piedra que servía de entrada a la cueva quedando el tesoro sepultado de esta forma.

Algunos carreteros que viajaban con metal de Sabinas a Villaldama, dicen haber visto una lumbre que se levanta en medio de la oscuridad de la noche con dirección a donde creen se encuentra "El Tesoro del Tío Pereyra". Para mí, que oí de labios de los viejos este relato, no pasa de ser una leyenda de esas que no faltan en los pueblos.

EL COFRE DEL DIABLOLEYENDAS DE TESOROS.Las leyendas de Nuevo León están esperando por todos los rincones de esta tierra;...
05/04/2018

EL COFRE DEL DIABLO

LEYENDAS DE TESOROS.

Las leyendas de Nuevo León están esperando por todos los rincones de esta tierra; pero a falta de investigadores, estas tradiciones permanecen anónimas, inéditas, ya que faltan aquellos que han de ir a descubrirlas ahí, donde se originan los hechos que son o llegarán a ser leyendas al paso del tiempo. De Mier y Noriega hasta el río Bravo, las historias nacen y sobreviven a los siglos gracias a que son contadas de boca en boca y generación tras generación, resistiendo el paso del tiempo.

Hoy llega a nosotros una historia que ha generado capítulos año tras año, no sabemos desde cuando, ya que su origen se pierde en la niebla del tiempo. A veces, los actores de estas tramas terribles han sido víctimas fatales de una maldición sin haberlo buscado; otras, son personas que han gustado de retar al peligro, de enfrentar fuerzas todopoderosas para su pobre condición humana. Es esta la historia de una maldición que ha pasado a la tradición con el nombre de…

El cofre del diablo

Cerca de Allende, hay un sitio de recreo familiar llamado Club Campestre donde, por sus alrededores, se han presentado hechos insólitos año con año, llenado de asombro a los que han escuchado de estos extraños acontecimientos. Aunque es historia inmemorial, uno de los últimos reportes datan del año de 1997 cuando la familia Gallardo llegó llena de entusiasmo a pasar un alegre fin de semana en las instalaciones de aquel centro de descanso y recreo.

Al llegar, por la mañana disfrutaron del canto de los pájaros y el murmullo del viento entre las ramas de los árboles; por la tarde, corrieron a refrescarse en las albercas, principal atractivo del lugar sobre todo para niños y jóvenes. Pero al terminar el día ya habían hecho amistad con don Carlos, el viejo velador de club. Al caer el sol, aquella fue una noche de relatos.

Cuenta don Carlitos que por esos lugares se han originado historias de terror; y al compartir algunas consejas que se cuentan por aquellas tierras, especialmente una llenó de miedo a los jóvenes escuchas.

Era una noche oscura en que el viento soplaba con gran fuerza provocando ruidos entre las enramadas del monte que por momentos, se confundían con susurros de voces que parecían venir de todas y ninguna parte. Las fuertes corrientes de aire mantenían el cielo despejado y podían verse y hasta contarse una a una las estrellas.

A lo lejos, perdidas entre los arbustos, se podían observar las titilantes luces de las cabañas regadas por la montaña. En una de esas casas de campo vivía don Rodrigo, un hombre que acostumbró pasar días y noches y a veces hasta una semana, viviendo en el lugar como placentero retiro y refugio de los ruidos y ajetreos del mundo. Sin embargo, a partir de aquella noche sin luna, sus estancias fueron reduciéndose poco a poco y sus visitas fueron cada vez más espaciadas, como si el lugar hubiera perdido su encanto.

El origen de todas las historias fue revelado. Contaba don Rodrigo que todas las noches, a partir de las doce se empezaban a escuchar ruidos que tras la primera inquietud natural, acabó por no darles importancia. Perdido el interés, sólo procuraba cerrar con llave todos los accesos, hasta que aquella noche azotada por el viento, estas providencias fueron rebasadas.

Aquella ocasión, don Rodrigo escuchó el trote de un caballo que siempre parecía merodear por el área y a veces, el sonido se presentaba como un verdadero galope. Aquella noche, tras tanto ser interrumpido en su sueño por el recurrente ruido, el vecino sintió fastidio y enojo por la constancia de aquellos sonidos que echaban a perder su anhelado descanso. Tomó su lámpara de pilas y un rifle, y salió decidido a correr al intruso, fuera quien fuera.

Al asomar al monte, lo que vio por las cercanías fue una llamarada en el suelo que fue adquiriendo tanto brillo que lo cegó por breves segundos. Al bajar la intensidad de aquella llama, don Rodrigo siguió acercándose a la luz con el cañón del fusil al frente. La flama permanecía ante él mientras alrededor se escuchaba el trote del invisible caballo. Al llegar a unos pasos del sitio del fuego, éste desapareció junto con los ruidos y en el lugar quedó un pozo de escasa profundidad que antes no estaba allí.

Intrigado, fue a su cabaña por una pala y empezó a cavar más hondo. A unos centímetros, topó con unas maderas que asomaron entre la tierra. Cavando alrededor las descubrió y se dio cuenta que era un cajón de mediano tamaño. Picado por la curiosidad, lo tomó entre sus manos para descubrir también su contenido. Una sorpresa lo llenó de alegría y nerviosismo: bajo la luz de su lámpara, vio que estaba repleto de cientos, tal vez miles de onzas de oro.

De pronto, el trote del caballo se volvió a escuchar acercándose hacia él. El hombre se puso en guardia con el rifle al frente. No podía ver mas que la oscuridad reinante atravesada por el haz de luz de su lámpara que se perdía entre matorrales sin hacer contacto con ser viviente. De pronto, a unos cincuenta metros de él, se materializó un caballo negro montado por un jinete que se confundía entre las sombras. La extraña bestia continuaba acercándose hasta que los pudo contemplar plenamente. Cabalgadura y jinete quedaron parados frente él, definiéndose la figura del cabalgante vestido de traje de diseño antiguo en color rojo, cubierto con una capa negra que casi lo tapaba de cuerpo entero y tocado con un ancho y negro sombrero charro. En el observar al extraño de arriba abajo, se cimbró de un espanto repentino al descubrir que en lugar de las botas que esperaba ver, el jinete tenía unos cascos hendidos. Entendió el significado de aquella presencia, y al instante sintió que se le doblaban las corvas por un incontrolable espanto.

El extraño ser, sin levantar el rostro oculto por el sombrero, abrió la boca para pronunciar unas palabras con sonoro y ronco timbre:

_ ¡Deja ese cofre que no te pertenece! ¡Es mío y si lo tomas para ti, caerás mu**to al instante…!

Las palabras salieron autoritarias y amenazantes. Atónito, Rodrigo no tuvo tiempo de contestar una palabra; la fantasmal y hórrida visión giró su cabalgadura en actitud de retirarse y se deshizo en el aire tras la fatal advertencia.

El pobre hombre estaba tan aterrado que hasta el rifle había olvidado. Como quiera que sea, se introdujo unas monedas a la bolsa y procedió a enterrar de nuevo el cofre que ahora le parecía ma***to.

La vivencia se propagó entre los escasos vecinos de don Rodrigo que empezó a acudir menos al sitio de esta terrible experiencia. Poco a poco dejó de verse por el lugar hasta que una noticia vino a cubrir de luto esta historia: una mañana, nuestro hombre amaneció atravesado en su cama con unas monedas de oro aferradas en la mano. La maldición se había cumplido.

Hoy todavía, cada madrugada los vecinos del Campestre pueden mirar una bola de fuego que parece vigilar las montañas que rodean el lugar. Algunos se sienten maravillados y hasta motivados a correr la aventura; otros sienten miedo y se encierran en sus cabañas; pero aquellos que acarician la idea de ir por los dineros recuerdan que la leyenda del tesoro contiene también una advertencia: aquellas monedas de oro están en posesión de un demonio y quien trate de rescatar la caja maldita, correrá la misma suerte del infortunado hombre de esta historia quien se atrevió a desobedecer la fatal advertencia. Así pues, todos prefieren no retar al destino y dejar en paz el cofre del diablo.

Cueva de los Murciélagos o Cueva de Agapito TreviñoEl Tesoro Perdido de MonterreyMonterrey, ciudad de las montañas, qué ...
05/04/2018

Cueva de los Murciélagos o Cueva de Agapito Treviño
El Tesoro Perdido de Monterrey

Monterrey, ciudad de las montañas, qué mejor lugar para escalar, subir, explorar y, por encima de todo, esconder el tesoro más valioso de toda la ciudad.

La ciudad de Monterrey tiene su propia leyenda del tesoro perdido y está oficialmente documentada. Antes de que vayan por su detector de metal y el mapa topográfico de las montañas, permítanos contarles la leyenda desde el inicio.

Nuestra historia comienza en el año de 1851, en donde entonces el joven Agapito Treviño de 18 años de edad fue apresado por primera vez debido a sus actos de robo. Era conocido como el Caballo Blanco pues en cada uno de sus robos, este montaba un caballo blanco mientras tocaba la harmónica. Después, apresaba a sus víctimas y las obligaba a bailar desnudas antes de dejarlas amarradas en el monte. Quizás piensen que Agapito era un ser maligno, pero la verdad es que era considerado una personas muy bondadosa y fue querido por mucha gente debido a que nunca recurrió a la violencia para cometer sus robos, sino simplemente se divertía un poco. Al final del día, compartía su motín con gente que realmente lo necesitara y el resto lo llevaba a su bóveda secreta… una cueva.

Cuando Lloran los Valientes, película donde Pedro Infante interpreta a Agapito Treviño
Volviendo a los hechos, en el año de 1851 se le apresó por primera vez siendo condenado a 10 años de trabajo forzado. Claro que esto no detuvo a Agapito Treviño y este se escapó con todo y grilletes puestos. En 1853 fue capturado nuevamente y obligado a otros 10 años de trabajo forzado en la construcción de lo que ahora es el Museo de Historia Metropolitana. De nuevo, volvió a escapar. Sin embargo, su suerte terminó en 1854 cuando fue capturado por última vez y sentenciado a muerte un 24 de Julio.

Sin embargo, ese día comenzó la leyenda del tesoro, pues se dice que a lo largo del cerro de la Silla, al sur de la ciudad, Agapito Treviño escondió sus tesoros en una de las muchas cuevas escondidas que existen en el tramo. Se dice que quien encuentre el tesoro morirá, otros dicen que si encuentras el tesoro y lo usas para fines personales y egoístas, caerá una maldición sobre ti. Algo es seguro, nadie ha logrado encontrar la cueva donde Agapito escondía el resto de sus robos… y probablemente se encuentre escondido en alguna de las cuevas de Monterrey esperando a ser descubierto.

El cañón de la Guitarrita es la entrada a un cañón más grande que se conoce como Las Escaleras en plena Sierra Madre Ori...
05/04/2018

El cañón de la Guitarrita es la entrada a un cañón más grande que se conoce como Las Escaleras en plena Sierra Madre Oriental. Ese lugar está plagado de misterios y leyendas. Entre 1910 y 1920, varios contingentes de revolucionarios y bandidos pasaron por ese cañón. En 1924, un bandido llamado Ricardo Gómez, se llevó unos lingotes de oro de un tren que estaba en Rinconada, poblado perteneciente a Villa de García. Atravesando por el cañón de Rinconada llegó hacia el cañón de Las Escaleras, para luego pasar a un poblado que se llama Canoas que está en plena Sierra Madre y ahí bajaron por ese cañón otra vez a las Escaleras.

Ese relato se relaciona a su vez con una leyenda que habla de una familia de los alrededores, quienes viajaban en una carreta llevando provisiones para vivir en su rancho y como estaba lloviendo, se metieron a una caverna y grande fue la sorpresa de que encontraron ocultas, sobre heno o sobre ramas, unas cargas con lingotes de oro.

Dicen que los familiares hicieron un pacto muy extraño: para que los recursos no pasaran a otra familia, nadie se iba a casar. Que el que se casara, iba a perder parte de la herencia. Una mujer o dos personas de ellos ya estaban casadas, pero el resto de los hermanos permanecieron solteros.

Cuentan que en ese cañón hay más lugares con leyendas de tesoros enterrados. Todavía hay gente que va y los busca. Un vecino de un rancho cercano, me platicó que una vez una norteamericana pasó por la sierra buscando datos de su esposo que tiempo atrás había cruzado por ese cañón y que llevaba un cargamento que decían eran barras de oro. Nunca encontraron las recuas o el material que, presuntamente, llevaba. También se dice que muchas de esas riquezas pertenecen al diablo y que por eso, lo mejor es no buscarle.

Una vez fuimos un viernes santo a la hacienda del Mu**to en Mina, Nuevo León, con la intención de tomar unas fotos del lugar. Pero se nos hizo raro que había una camioneta repleta de herramientas. Como ellos nos miraban con recelo y nosotros con temor, les hicimos plática. Ahí se dijo que iban a buscar un tesoro y esperaban la señal de la relación. Una relación se refiere a la identificación, la señalización y la localización de un lugar en donde hay un tesoro oculto. Pero también tiene que ver con peligros: si alguien tiene malos pensamientos el tesoro se convierte en carbón. También pueden ser los restos de un difunto y en consecuencia espantan en el sitio y se pueden contraer maldiciones. La relación se puede dar con una señal como un gas luminoso que sale de la tierra.

Y precisamente esos señores que eran de Hidalgo, Nuevo León, estaban esperando que la relación les indicara en donde estaba el dinero. Uno de ellos sostuvo que había soñado con una persona que le decía que viniera a buscarlo para desenterrarlo y llevarlo a un panteón cercano. Decían que eran los restos de un revolucionario que murió en el combate de Icamole en 1915. Una vez que lo encontraron se lo llevaron a enterrar y en sueños se le volvió a aparecer y le informó que atrás de la capilla de la hacienda del Mu**to, en un arroyo que pasa por el lugar verían la relación. Ya no supe si encontraron o no el dinero.

En la sierra que está arriba de la cabecera municipal de Villa de Santiago hay una cueva que llaman del Indio y en la que dicen hay un tesoro, pero que un indio la cuida. Una vez que encuentran la entrada, se aparece el indio y les dice: “O todo o nada”. Como es tanta la riqueza acumulada y no pueden llevársela, cuando regresan ya no hay cosas.

Decían que cuando se enterraba un tesoro en la tierra o se colocaba sobre una cueva, mataban a alguien para que cuidara el sitio o que también mataban un b***o o una mula y con su sangre untaban la entrada de la caverna para sellarla y evitar su profanación. Cuenta la tradición de que si una persona iba a enterrar un tesoro o un costal de pesos de plata limpia, debían dar una arrastrada al lugar con una ristra de ajos o con cabestro de cerda hecho preferentemente con la crin de un caballo negro. De esa manera, quien buscaba el tesoro nunca lo iba a localizar porque se le aparecía una víbora que inmediatamente mordía al ambicioso intruso. Pero si el buscador era muy valiente, agarraba pronto la cabeza de la serpiente y la mataba. Entonces el animal se convertía en la ristra de ajos que se desparramaban por el suelo.

El derrotero es propiamente el famoso plano del tesoro. Y una familia de Villa de García me facilitó un documento muy interesante que por su rareza voy a trascribir porque nos habla de la existencia de un tesoro:

Carta escrita en Saltillo, mayo 24 de 1838
Dedico este derrotero a mi tío Nicolás Sánchez. En el camino de Saltillo a Monterrey, en el punto llamado Carrizalejo, en ese cerro del rancho que está yendo hacia donde el sol se mete, está una cueva donde se encierran grandes cantidades y al pie de la cueva están unos resumideros de agua y como digo está la puerta viendo hacia el sol se mete.
Como señas particulares son en la puerta está una cruz de fierro embutido en piedra que sirve de puerta. Esta es la seña principal y está además numerada con números negros. Está la puerta tan bien embutida en el cerro que parece hecha por Dios. En los brazos o en los pies, está la cueva en un reliz. Se recomienda que paguen una manda que tengo y es acabar la torre de la iglesia de Saltillo y el demás dinero tómelo Usted que al cabo ay para que se haga millonaria su última generación. El dinero que hay está sellado en costales de ixtle y el demás de oro y plata en barras, pero del puro sellado se puede hacer millonario. No se olvide que está con el cadáver de mi esposa.

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