24/11/2024
Todo gran acontecimiento, toda gran acción, para bien o para mal, nunca es improvisado. Las más conmovedoras y edificantes historias de heroísmo o de virtud fueron resultado de la realización continuada de pequeños actos buenos; a las barbaries más terribles, a los crímenes cuya sola mención se eriza la piel, precedieron caídas más leves, pero frecuentes. Y de la misma forma, las magnas celebraciones, tanto civiles como religiosas, ameritan siempre una larga preparación, digna de la importancia que encierra el festejo o la efeméride en cuestión.
La Cristiada, también conocida como Guerra Cristera, también fue el producto de una prolongada y sistemática persecución religiosa, y la respuesta espontánea de un pueblo creyente a la tentativa del régimen erradicar la fe católica de la faz de la Nación Mexicana. Incontables hombres y mujeres, de toda edad, origen y condición, se lanzaron a la defensa de la religión que sus padres y abuelos les habían heredado, y sus ascendentes a ellos, con mal armamento, cabalgaduras no avezadas a las maniobras bélicas, exiguas municiones... Pero con una gran valentía que los movía a luchar, vivir y morir por el más grande de sus amores: Dios, por Quien muchos llegaron al extremo de entregar generosa e intrépidamente su propia vida, ya fuera en el fragor del combate, ya fuera ante los máuseres de un pelotón de fusilamiento, ya fuera con un dogal al cuello, al estentóreo grito de “¡Viva Cristo Rey!” y “¡Viva Santa María de Guadalupe!“ Fue debido a esta aclamación, de hecho, que el gobierno, por mofa, les llamó “cristeros“. Pero para estas personas, la mayoría gente muy sencilla, de pueblo, no fue baldón, ni ignominia, el ser denominados así. Por el contrario, fue el mayor de los honores.
El recuerdo del inicio de aquella Gesta heroica, por consiguiente, es un motivo de justa y muy merecida celebración. Sabemos que para Dios mil años son como un segundo, y viceversa. Pero aquí en la tierra, donde aún existe el tiempo, éste no se detiene. Muy pronto se cumplirán cien años de que comenzó la Cristiada y, como expresábamos al principio, tan importante suceso de nuestra Historia patria ha de ser antecedido por pequeños homenajes previos y por diversas providencias encaminadas a disponer la conmemoración del Centenario con una magnitud proporcional a su relevancia.
Así pues, es para nosotros un placer presentar esta imagen, que hemos elaborado con sumo esmero, como forma de inaugurar oficialmente de esta preparación. Elegimos, a propósito de ello, una fecha muy especial: la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, que marca el término del año litúrgico. Fue por Él que incontables cristeros y Mártires derramaron su sangre: es nuestro deseo, y sabemos que es compartido por muchos, que tantos testimonio no se pierdan. Esto es lo que, en primer lugar, nos ha movido.
Es verdad, y somos conscientes de ello, que aún falta para 2026. Pero para ninguno de nosotros es secreto que las jornadas transcurren con rapidez vertiginosa, y sería una cruel ingratitud que, cuando llegue el momento, no haya habido, con anterioridad, una adecuada organización y diversos preparativos. Tampoco es que seamos los únicos que emprenderán una labor semejante. Pero, con el favor de Dios, y como otrora le dijo la Santísima Virgen a San Juan Diego en el Tepeyac, queremos ir y hacer lo que esté de nuestra parte para recordar, honrar y homenajear estos eventos, dignos de estar escritos por siempre, con caracteres escarlatas y dorados, en nuestra memoria, y también a todos aquellos que participaron, de una forma u otra, en esta extraordinaria Gesta, y a los que sacrificaron su existencia terrena por Cristo Rey, por la Iglesia, por la fe, por la santa Causa que defendían.
Presentamos brevemente, como parte esencial de este primer homenaje y preparación, a los personajes que conforman nuestra ilustración. Al centro, naturalmente, se encuentra Jesucristo Rey, Dios y Hombre Verdadero, Redentor, Señor y Juez de la Historia.
A su diestra, podemos ver a los siguientes varones insignes, todos ellos destacados generales cristeros:
1. Enrique Gorostieta Velarde, neolonés, militar de carrera, jefe y líder supremo del Ejército Cristero (Guardia Nacional), que actuó en
2. Jesús Degollado Guízar, cotijense, connotado combatiente y dirigente en los estados de Michoacán y Colima.
3. Manuel Reyes, ajusquense, antiguo zapatista y luego ex militar federal, que acaudilló la Causa en el Estado de México, Puebla, Morelos y las cercanías del entonces Distrito Federal.
4. Rodolfo L. Gallegos, también antiguo oficial de las tropas del gobierno, que peleó en diversos áreas del estado de Guanajuato.
Al centro, debajo de Cristo Rey, está el Beato Mártir Anacleto González Flores, tepatitlense, paladín católico por excelencia en el Occidente Mexicano, escritor y orador talentoso, jefe moral e intelectual de la resistencia, primero pacífica, luego activa.
A la siniestra se hallan cuatro prelados cuya intervención en y durante la Guerra fue de suma importancia. Tres de ellos fueron los únicos que, abiertamente, apoyaron y alentaron el movimiento cristero; el otro, sin hablar de modo público a favor de aquél, como sus tres compañeros del Episcopado, tampoco lo condenó, y él mismo, pese a su edad sexagenaria, fue uno de los dos obispos que, a salto de mata, velaron por el bien espiritual de su grey:
1. Monseñor Francisco Orozco y Jiménez, zamorano, V Arzobispo de Guadalajara, perseguido sin cansancio por el gobierno, desterrado cinco veces de su sede, como otro San Atanasio. Durante la Cristiada, oculto en el campo y las rancherías, siguió impartiendo los Sacramentos.
2. Monseñor José María González y Valencia, cotijense, IV Arzobispo de Durango, el primero que ratificó, desde la puerta Flaminia en Roma, la licitud de la resistencia armada católica, y también buscó ayuda para ésta desde Europa a través de pláticas y conferencias.
3. Monseñor José de Jesús Manríquez y Zárate, leonés, I Obispo de Huejutla, increpó duramente al presidente Plutarco Elías Calles y le reprochó sus atropellos, por lo que fue arrestado y estuvo prisionero por meses, para luego ser expulsado del país; no volvería hasta 1944. En una Carta Pastoral, sin tapujos, exhortó a colaborar en el financiamiento del movimiento cristero.
4. Monseñor Leopoldo Lara y Torres, quiroguense, I Obispo de Tacámbaro, quien a pesar de su exilio durante la Cristiada también secundó el derecho de los católicos de defender su fe perseguida con las armas, y la misma resistencia.
Habiéndolos presentado, concluimos esta publicación, la primera de muchas con las que, de manera paulatina, iremos colocando nuestro granito de arena para celebrar, con esplendor y de manteles largos, el venidero Centenario del inicio de la Gesta Cristera.
Al unísono, repitamos y hagamos nuestro aquel santo clamor de batalla, sello de martirio, prenda tierna y ardorosa de amor:
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe!
Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera.
Testimonium Martyrum y Ruta Cristera Sahuayo