13/05/2021
La muerte de Moctezuma (Motecuhzoma)
Moctezuma escalando el pretil de las azoteas del palacio del viejo Axayácatl, habló a los jefes y al pueblo. Un silencio solemne se hizo en la plaza, los guerreros abatieron las armas y los guerreros inclinaron respetuosamente la vista; pero cuando el tlatoani pidió a los suyos que cesaran aquella guerra, se alzó un clamor que llenó los ámbitos, se le apostrofó, se le llamo "mujer de los españoles", dice Durán, y finalmente una lluvia de piedras y flechas cayó sobre el débil y miserable monarca. Éste fue el último y definitivo rompimiento con los españoles; ahora iba a entrar como un guerrero y a llenar las páginas de la historia un joven , Cuauhtémoc, el joven señor de Tlatelolco. Durán, cuyo texto confunde inicial mente a Cuitláhuac con nuestro personaje, dice que quien más animó a los mexicanos fue el valeroso guerrero Cuauhtemotzin, el cual, aunque joven, salía cada día armado a pelear y a animar a los suyos".
Según la versión española, Moctezuma recibió una pedrada de los suyos al asomarse a hablarles a los tres días le causó la muerte; pero, según versiones indígenas, Moctezuma recibió muerte de los españoles. Ixtlilxóchitl llega hasta a pormenorizar que el cuerpo había sido rematado por un estoque o espada que le atravesó las partes inferiores. De cualquier suerte, hecho de haber arrojado posteriormente los españoles fuera del palacio dos cadáveres, el del monarca y el del general tlatelolca Izcuauhtzin, parece significativo de que la muerte no debe atribuirse a las de piedras de los mexica.
Cuando los mexicanos recogieron el cuerpo de Moctezuma, muchos lo censuraban y decían: "Este vil a todo el mundo hizo temer -dice el informante de Sahagún-, en todo el mundo fue temido, en todo el mundo se sentía temor y horror hacia él..." Pero allí estaban ahora los silenciosos despojos de quien hizo decir al cacique de Zacatlán: "¿Pero hay otro señor en el mundo que no sea Moctezuma, el que abrió las puertas a los extranjeros, el que entregó al fuego a Cuauhpopoca y traicionó a Cacamatzin?" Sin embargo, México, respetuoso del varón que lo rigiera dieciocho años, lo incineró, con reales ceremonias. También Izcuauhtzin recibió el llanto de su tribu en la pira de Tlatelolco. Cortés habló poco después con los jefes mexica; acudió al pretil de las azoteas y los convocó para demandarles paz. La respuesta fue: que abandonase la tierra y los dejarían en paz o que tuviese por cierto que "habían de morir todos o dar fin de nosotros", dice Cortés.
Libro Cuahutemoc
Salvador Toscano