03/06/2024
Postal antigua de Catemaco, Ver. - En los albores de la década de 1950, cuando el tiempo parecía detenerse en Catemaco, el lago se convertía en un escenario vibrante y lleno de vida durante la celebración del Día de la Marina. Los reflejos dorados del sol danzaban sobre las aguas tranquilas, mientras los pescadores y visitantes se preparaban para una jornada festiva. Los botes, adornados con colores vivos, flotaban gentilmente sobre las aguas, esperando ser ocupados por los entusiastas participantes. Cada embarcación era un mundo en sí misma: historias de aventuras pasadas, redes desgastadas y sueños de capturas legendarias.
Ese año, posiblemente en 1955, la competencia estaba más viva que nunca. Los pescadores mostraban sus habilidades en el tiro de atarraya; cada lanzamiento era un ballet aéreo de redes que se extendían graciosamente antes de sumergirse en las profundidades del lago. Los espectadores, algunos con sombreros y otros con miradas de asombro, seguían con los ojos cada movimiento, como si el destino de la mojarra más grande al ser capturada dependiera de su atención.
Pero no solo de destrezas se trataba aquel día. La competencia por la mayor cantidad de peces también tenía su lugar. Los pescadores se adentraban en las aguas con determinación y esperanza; cada captura era recibida con aplausos y vítores. Las risas y los gritos se mezclaban con el aroma a comida recién preparada en la orilla: un rico caldo calador, un festín para los sentidos.
Y allí, en primer plano, dos figuras observaban con nostalgia y gratitud. Sus rostros marcados por años de vida en el lago reflejaban la historia de una comunidad unida por el lago. Quizás alguno era pescador, recordando sus propias hazañas en competencias pasadas, o simplemente almas que encontraban paz en la contemplación de la tradición que se desplegaba ante ellos.
Además de las competencias de pesca, había otras actividades que formaban parte de la celebración del Día de la Marina en Catemaco. Entre los festejos, se organizaban equipos de pescadores y se contaba con patrocinadores como “Restaurante La Luna”, “Restaurante La Ola”, “Restaurante Las Brisas” y “Restaurante Julita”, entre otros. Los torneos incluían desafíos como el de la mojarra más grande, medida por peso y longitud, el mejor lance de atarraya y concursos de natación.
Los participantes también competían en carreras de botes desde el embarcadero, dando la vuelta a la isla de Agaltepec y regresando al punto de partida. Además, había concursos de palo encebado, cerdo encebado y carreras de encostalados. Los más intrépidos demostraban su destreza en torneos de cinta, tanto en bicicleta como a caballo. Y, como broche de oro, al caer la noche, se celebraba un gran baile frente al Restaurante Julita.
Estos eventos no solo eran competencias, sino también momentos de camaradería, tradición y alegría. Las risas y los aplausos resonaban en la orilla del lago. Así, año tras año, la comunidad de Catemaco celebraba con pasión y orgullo su conexión con el lago y sus costumbres.
Esta postal antigua es un testimonio silencioso pero poderoso de esos momentos mágicos: una época donde la tradición y la comunidad eran tan vibrantes como las aguas mismas del lago de Catemaco. Y mientras los botes se deslizaban hacia el horizonte, llevando consigo risas, sueños y la esencia misma de la vida en el lago, aquel par de observadores permanecía como guardianes de la memoria, sosteniendo en sus miradas el legado de un día inolvidable.
©ACG — (Foto: Rafael Muñoz G.) • Catemaco Fotos —