11/10/2024
Nuestro querido Fray Artemio siempre tan cariñoso con todos sus amigos a quienes nos escribe seguido compartiendo sus actividades diarias, así como sus temporadas de vacaciones, en esta ocasión queremos compartir esta carta que muestra la triste situación que están viviendo en nuestra amada Tierra Santa
Querida Meche:
¡El Señor te dé su Paz!
A pesar de las noticias tan terribles que oímos, yo estoy bien, y lo mismo nuestros hermanos franciscanos. Pero la situación es muy difícil. Hoy, en el ritmo frenético que impone la vida moderna, nos cuesta mucho afrontar situaciones en las que no pasa nada. Estamos mejor preparados para la actividad que para la reflexión. Nos asusta un poco la soledad, porque nos parece que no estamos colaborando en la difusión del Reino de Dios. Un poco de esto sucede a los franciscanos, cuando no hay peregrinos. ¿Qué estoy haciendo aquí? Aunque últimamente he recibido a 5 grupos de peregrinos mexicanos. ¡Qué maravilla!
Por eso, en estos momentos de soledad, los franciscanos, continúan celebrando los misterios del Verbo hecho carne allí donde Él se ha manifestado. Pero ha habido momentos muy difíciles y por desgracia lo habrá. Llevo en Tierra Santa 54 años. Me ha tocado vivir 9 guerras y dos intifadas. Pero esta situación es la peor de todas, al menos para nosotros. “La paz que anunciáis con la boca, tenedla más abundante en vuestros corazones”. Especialmente, el 7 de octubre, aniversario de la guerra, para crear este clima de paz, fueron fundamentales la oración y el ayuno. Una plegaria constante al Señor, “el Príncipe de la Paz”, para que moviera los corazones de todos los hombres de buena voluntad y pudiera reinar la concordia entre los pueblos. San Francisco quiso que sus frailes fueran, especialmente en Tierra Santa, “instrumentos de paz y de reconciliación” para el mundo. Los frailes de Tierra Santa no deben hacer “ni peleas ni disputas”, “estén sometidos” a todos y confiesen que “son cristianos”. En una palabra: tienen que amar a todos.
Te tendré muy presente en mis oraciones en el Cenáculo. ¡No te olvides de nosotros en las tuyas! Recuérdate de mi hermana. Que María, nuestra Madre, la Reina de la Paz, nos proteja siempre.
Besos y abrazos con mucho cariño.
Fr. Artemio