26/04/2021
Les molesta que hablemos del respeto hacia un niño.
Les molesta que promovamos los buenos tratos en la infancia.
Les molesta leer que una nalgada es maltrato.
Les molesta leer que los gritos dañan la autoestima.
Les molesta escuchar que una madre o un padre no siempre tienen la razón.
Les molesta cuando se habla de validar las emociones.
Les molesta leer que un niño también se puede enojar, frustrar, entristecer y que esto es válido y natural.
Les molesta leer que un padre o una madre no tienen el derecho de golpear a un hijo.
Les molesta cuando promovemos una crianza libre de etiquetas, libre de maltrato, libre de humillación.
Les molesta cuando hablamos de su falta de paciencia, de su carencia de herramientas y poco control de sus emociones al momento de educar y su necesidad de sanación.
Les causa asombro.
Les causa gracia.
Les molesta.
Les indigna.
Les irrita.
Porque ahora más que nunca se defiende a los niños y adolescentes.
Porque ahora más que nunca se lucha por una crianza respetuosa.
Porque ahora más que nunca se hace notar los errores de aquellos que criaron desde la ignorancia.
Porque ahora más que nunca se promueve una crianza coherente.
Porque ahora más que nunca se intenta erradicar todo tipo de violencia.
Porque ahora ya no se normaliza ni romantiza el maltrato de padres/madres hacia hijos e hijas.
Porque duele.
Porque cuando ellos fueron pequeños jamás les dieron voz.
Porque cuando ellos fueron niños jamás los defendieron.
Porque cuando ellos fueron niños nadie secó sus lágrimas.
Porque cuando ellos fueron niños nadie validó lo que sentían.
Porque cuando ellos fueron niños los mandaban a callar.
Porque cuando ellos fueron niños aplastaron sus sueños y su autoestima.
Porque cuando ellos fueron niños les pegaban y les decían que era por su bien.
Y se lo creyeron.
Y crecieron pensando que un grito o un golpe era señal de amor.
Y crecieron idolatrando a sus padres/madres y agradeciendo sus malos tratos.
Y crecieron pensando que el irrespetar a un niño era normal, solo por ser pequeño.
Y crecieron creyendo el cuento de que solo gracias a los golpes, son profesionales, son personas de bien.
Y crecieron creyendo que la única forma de educar era a través del miedo, del dolor.
Por eso ahora les cuesta.
Cuesta abrir esa herida.
Cuesta recordar.
Cuesta aceptar.
Cuesta sanar.
Y solo les queda decir "generación de cristal"; sin darse cuenta que son ellos quienes están rotos... sin darse cuenta lo mucho que les cuesta aprender a amar y a educar... sin darse cuenta que su niño interior les dice a gritos: ¡necesitas sanar!
Bethania Herrera