14/08/2024
Continuando con la serie de episodios narrados por Carlin Ruiz, hoy les traemos la parte 4 de El Monolito del Cerro Pilán. En este episodio, El Brujo nos sumerge en una trama llena de misterio y sorpresas. Descubran los oscuros secretos que rodean a un enigmático brujo, cuya presencia altera el destino de quienes se cruzan en su camino. ¡No se lo pierdan y manténganse atentos para el próximo capítulo!
PARTE IV
EL MONOLITO DEL CERRO PILAN: “EL BRUJO”
Por JOSÉ LUIS CARLIN RUIZ
Esa mañana no se hablaba de otra cosa más que de lo que había pasado la noche anterior.
En una esquina, un grupo de muchachos comentaban: – ¡Sonaba durísimo¡ parecía que el cerro se venía abajo…–Pero lo extraño es que eran rayos pero no había lluvia–, decía otro. –Seguro que han sido los ovnis–. ¿Tú crees en esas cosas? –Respondía otro.
En la tiendita igual, el mismo tema de conversación –Hay comadre que “fello” susto-. Todas las mujeres que estaban ahí hablaban al mismo tiempo, ni se les podía entender. – ¡Churre ven pa’ca, vaya a ser cosa que pase otra vez…!. Los niños cogidos de sus mamás ni siquiera tenían ganas de ir a jugar.
Ya eran como las diez de la mañana, entonces vieron venir a Don Ismael, jalando al b***o que traía sobre su lomo a un joven aparentemente desmayado. Mily, Ana y Paty venían llorando casi en silencio. Don Ismael venia pálido.
Un grupo de gente corrió hacia ellos. –¿Vienen del cerro Don Ismael?. Don Ismael no pronunció palabra alguna, caminaba como muy cansado. Paulo y Xavier, marcaban incansablemente el celular, pero parecía que no “entraban las llamadas”. Mark pidió a la gente que los dejen avanzar y que les traigan agua.
Casi a la altura de la capilla, Don Ismael se desvaneció. Las mujeres gritaban y los churres corrían asustados.
– ¡pa’ mí que se le ha “pegau” el susto ¡ gritaba Doña Juana, con un rosario en la mano. ¡Ave Mariya! ¡Pa’ que suben sabiendo que el cerro está “encantau”. Los gritos de miedo, de sorpresa y acusaciones venían de todo lado.
Pusieron a Don Ismael en la acera de la capilla y a Julián también. Don Ismael abrió los ojazos y trataba de decir algo, pero las palabras se le quedaban en la garganta, estaba bien pálido y frio. – ¡Llévenlo a Morropón, a la posta! Gritaba uno, ¡A Chulucanas¡ ¡den aire!, ¡den aire!– Gritaba otro. Hasta que, en el tumulto y la confusión, se acercó un anciano y muy seguro de sí mismo, les dijo: –Que no les ponga la mano ningún médico, los matan ahí mismito, eso es susto, susto fuertísimo…
Ana lloraba desesperada pidiendo que llamen a un doctor o los lleven a que los atiendan. Pero el anciano, ajustándose el sombrero volvió a decir: –el cerro los han “encantau”, y ahí mismo los tienen que curar–…
Doña Luz, abriéndose paso entre todos, dijo: –Si, el mayor tiene razón, ese susto solo lo puede sacar el “brujo”. ¡¡¡Santísima madre de Dios!!!... se persignó Doña Petronila, -no lo mencione Doña Luz, que hasta “escalosfrios” me dan - Todos hicieron silencio y miraban asustados a Doña Luz. –Pero y –¿quién los lleva?, decía uno. Los más jóvenes se hicieron a un lado como no queriendo comprometerse a nada. El anciano entonces llamó a un muchacho que se había quedado atrás. –¡Oye Ernesto tú conoces el camino! Tendrás que llevarlos. Ernesto votó el ci******lo que aún estaba a la mitad. – Pero Pa’ ahorita estamos ocupaos, quien los manda a que se suban. – Muchacho no me desobedezcas o acaso quieres que vaya yo.
Mark entonces pidió que le expliquen lo que estaba pasando. Doña Luz entonces le dijo: – a tu amigo lo ha cogido el cerro, y si no lo llevan se les muere, igualito Don Ismael!.. – ¡Pero como los van a llevar si ni caminar pueden¡–. No hay otra manera de salvarlos, tienen que llevarlos, dijo el anciano– ¿Quiénes van a ir? pregunto Ernesto.
José, amigo de Ernesto, grito desde atrás: – ¡Yo voy! Mark sintió curiosidad y le pidió a Paulo para ir. ¬Xavier tú te quedas. Mili pidió ir con ellos, pero José advirtió que era peligroso.
Entonces, el anciano pidió que abrieran la capilla. – los demás deben permanecer aquí, hasta que vuelvan. Corrieron a pedir la llave. Algunas mujeres se persignaban – Ave María qué “fello”, primera vez que veo esto…- ya ha “pasau” comadre que no se acuerda de la historia de Juanito…
Entonces entraron a la capilla y el anciano pidió que mientras estén ahí los cubran con mantas de color oscuro. José, miró a Mark y a Paulo y les dijo: - Vamos de una vez, antes que se haga más tarde, para llegar a él, tenemos que ir por el camino correcto y llegar antes del anochecer, les advierto, no importa cuánto ruido escuchen, no miren atrás.
Paulo, entonces retrocedió y le dijo a Mark, -Mejor me quedo. Entones Mark algo molesto le contestó –No seas cobarde hombre, hazlo por Julián, debemos regresarlo sano y salvo.
-Nos llevaremos el b***o de Don Ismael - Pusieron entonces sobre el las mochilas con agua y otras cosas. Ernesto cargó sobre su espalda a Don Ismael, mientras que José a Julián; Doña Luz se acercó a Ernesto y le dio algo envuelto en una tela negra. –cuando llegues a él, entrégale esto, pero no se te ocurra abrirlo en el camino. –Pónganlo en mi mochila–, contestó Ernesto, acomodando a Don Ismael para que no se caiga.
Partieron entonces, entre el llanto de Ana, de Mily y de Paty, mientras Xavier se dejaba caer en un rincón, no querían que sus compañeros vayan. Pero Mark se sentía muy responsable de la salud de Julián.
Ya eran casi la una de la tarde, la gente se retiró a sus casas. –Ya se hizo tardísimo, comadre no demora en llegar mi marido y nadita he “cocinau” – Las mujeres salían apuradísimas jalando a sus churres. –por estar en el chisme comadrita– decía otra mientras cogía su bolsa con el arroz que había comprado antes. Mientras el grupo avanzaba rápidamente de retorno al cerro en busca del brujo.
Paulo, reconoció el camino, llegaron hasta la cueva donde vieron a esa cabra negra que salió corriendo. Ataron el b***o y revisaron las mochilas. El miedo lo ganaba a Paulo, entonces José, le dijo –No demuestre miedo amigo, ¡póngase macho¡, que el cerro huele el miedo. Mark palmeteó a Paulo, como dándole valor. Paulo y Mark pensaban que seguirían el mismo camino, pero de pronto no sabían si se habían distraído o es que entraron a la cueva, pero el paisaje se veía distinto.
Ya eran las cuatro de la tarde. Paulo se extrañó, –¿tanto hemos caminado? Me siento muy cansado–. Es la altura le contesto Ernesto. Ciertamente habían subido ya buena parte del Pilán pero por un camino muy distinto al que ellos usaron en su visita anterior. Mark, sentía que por más que caminaban no avanzaban. Paulo entonces exclamó: - ¡Alguien nos sigue¡, escucharon? - Ernesto se apuró en contestar –¡No mires atrás! ¡Sigue! – a Paulo se le enredaban las piernas. Entre el monte vio algo que se movía, –¿es un puma?, Shhh, contestó José, –no hagas ruido– y continuaron el camino.
Ernesto al rato, les dijo –hay que descansar–. Siéntense en círculo. Se sentaron y pusieron las cosas a sus pies. En el centro dejaron a Don Ismael y a Julián, cubiertos con unas mantas negras. Julián despertó, abrió apenas los ojos y balbuceaba algunas palabras que no se le entendían.
Ernesto empezó a hablar: – el brujo es muy poderoso, el vigila el Pilán, el habla con ellos… se convierte en lo que él quiera, en pájaro, en puma, en lechuza, en león, cualquier forma que a él le dé la gana, a veces baja al pueblo convertido en anciano o anciana, pobre de ti si lo miras a los ojos. Luego encogiendo los hombros continuó: – shhhh, nos vigila, él sabe quién viene a buscarlo. Hubo una vez, alguien que quiso subir a matarlo, pero él lo vio venir, y entonces el brujo se convirtió en un gigantesco puma y lo descuartizó, al otro día los gallinazos revoleteaban el cerro para comerse sus restos…su sombra va detrás de quien viene a pedir sus favores–. Mark interrumpió: – o sea ¿viene tras de nosotros?, si dijo José, por eso no se te ocurra mirar atrás, solo camina–, José continuó: –Dicen que cuando le gusta una mujer la hace venir al cerro y la encanta y la deja para toda su vida, mi abuela me contó que el brujo es inmortal, que desde que llegó nunca se ha ido, ni se irá–.
Paulo, no se atrevía a mirar alrededor. Ernesto entonces abrió su mochila y Paulo pudo ver que ese bulto que le dio Doña Luz, parecía moverse. ¿Qué eso que llevas ahí? –no sé, Doña Luz me dijo que no lo abriera. Pero se está moviendo dijo Paulo. Mark se asomó y dijo: -Es tu idea, esa cosa no se mueve. De pronto Mark, sentía que lo llamaban. –¡Hey! escuchan, están diciendo mi nombre, escucharon pasos detrás de ellos. Ya había oscurecido. Había un extraño y fuerte olor a flores a perfume, a hierbas.
Al rato los pasos se hacían cada vez más claros y como que ciertamente, se escuchaban voces. Se pusieron de pie rápidamente, los arbustos se movieron, Ernesto incluso retrocedió, cogiendo su machete. Tres sombras aparecieron. ¡¡¡Mierda!!! grito José.
Mark sentía que el corazón se le salía del susto, y Paulo, estaba tan blanco y con los ojos desorbitados.
–Tranquilos muchachos– se escuchó una voz. Mark apunto con la linterna y en realidad eran dos hombres acompañando a una señora, todos venían cubiertos con mantas y colchas. –¿Vienen de donde el maestro? preguntó José. –sí, así es. Hay gente allá arriba–.
La mujer los miró y se cubrió el rostro, Continuaron su camino, mientras Mark soltaba una carcajada de evidente nerviosismo. ¡carajo que susto!...
-Bueno sigamos el camino, ya no falta mucho. Paulo, llevado por la curiosidad metió las manos a la mochila de Ernesto, quería saber que era lo que le entregó Doña Luz, al tocarlo, sintió que una mano fría y descarnada lo cogía, un escalofrió recorrió su cuerpo, dejando salir un grito desgarrador. Los demás no habían reaccionado cuando lo vieron correr cuesta abajo. ¡Paulo! ¡Paulo!, gritaba Mark, ¡regresa! Ernesto y José se miraban sin saber qué hacer. Mark lo quiso seguir pero Ernesto lo detuvo.
José entonces dijo, lo voy a buscar, continúen yo los alcanzo, poniendo a Julián sobre el b***o, que se mostraba cada vez más inquieto. ¡Sooooo b***o!!! Gritó Ernesto. Mark, no quería seguir el camino sin Paulo. Pero Ernesto le hizo recordar que la vida de su amigo y la de Don Ismael estaban en peligro –No te preocupes, José conoce muy bien estos caminos, lo traerá de vuelta. Con mucha desconfianza Mark continuó arreando al b***o.
Con las linternas encendidas avanzaron. El camino se hacía más difícil, Mark se sentía agotadísimo. De pronto llegaron a una zona un tanto descampada. –Detente– le dijo Ernesto a Mark. A unos metros de ellos había alguien todo cubierto, era alguien corpulento, de por lo menos dos metros de estatura, su respiración se escuchaba y se sentía aun en la distancia, algo negro, más oscuro que la misma noche, lo cubría desde la cabeza a los pies
-No lo mires-susurró Ernesto. ¿Él es el brujo?, balbuceó Mark. Había alrededor un silencio sepulcral, ni siquiera el viento se atrevía a cruzar, el cielo esta oscurísimo. Mark, sentía que el suelo se movía, como si cientos de hormigas negras corrían bajo sus pies, Ni cuenta se había dado que tenía apretadísimo el brazo de Ernesto. El b***o se inquietó casi dejando caer a Julián.
- ¡Suéltame carajo!, no muestres temor– Dijo Ernesto. Sin embargo, Mark lejos de perder el miedo quiso salir corriendo, la presencia de ese ser frente a ellos, le revolvía las entrañas. De pronto el terrible silencio se interrumpió, por una voz casi gutural: –¡Sicanñi!.
Ernesto entonces s**o de su mochila lo que Doña Luz le había entregado y sin mirarle a los ojos se acercó extendiendo sus manos. El brujo lo recibió e inmediatamente lo abrió. Mark de reojo trataba de mirar que era, le pareció ver un cráneo o tal vez era un “huaco”, no se podía distinguir, el brujo dejando ver una infernal sonrisa apreció el obsequio. Mark pudo ver sus ojos amarillentos, como si fueran de un reptil.
El momento fue interrumpido por el ulular de unas lechuzas que surcaron el cielo, volando por encima de ellos. Mark se tiró al suelo, temblando de miedo. El brujo les dio la espalda y avanzó arrastrando la pesada tela que lo cubría. Ernesto, sin dejar caer a Don Ismael, levantó a Mark y fueron tras el “brujo”.
Cruzaron por unos imponentes árboles, que entre las sombras parecían humanos gigantes. Luego entraron a una vieja casa con paredes de quincha y techo de tejas. Unos mechones humeantes iluminaban la entrada. Había tres o cuatro personas más, sentadas en unas bancas de madera. Una mujer anciana les indicó el lugar donde deberían dejar a Julián y a Don Ismael, luego los invitó a sentarse. Al parecer era como la asistente. Ernesto escuchó que el brujo le susurraba algo a la mujer. Entonces ella le preguntó –Dice que como está tu padre. Muy extrañado Ernesto contesto- Si, si…. está muy bien. El brujo volvió a susurrar. –El maestro dice que le adviertas que no vaya a hacer negocios con su compadre. No tiene buenas intenciones. – Muy confundido Ernesto contestó. – está bien, se lo diré en cuanto baje–.
Mark, no comprendía nada, solo quería salir de ese lugar y encontrarse con su amigo Paulo. La mujer volvió a dirigirse a ellos –Ya lo encontró, está a salvo y lo trae de regreso.
Mark miraba aun con más asombro a Ernesto, quien le hizo señas de que se tranquilice.
Mark, vio que sobre la mesa había palos, velas encendidas, cráneos, unos huacos, botellas y muchas cosas más. Le llamó la atención ver imágenes religiosas. Quiso mirar el rostro del brujo, pero extrañamente las sombras no le dejaban ver.
La demás personas permanecían en silencio, estaban como adormitados.
Afuera las lechuzas seguían revoleteando. De pronto el silencio volvió.
-Cuchuc yor! ¡ñangru! ¡Chupuchup! Cuiar ñap! ¡ñususchu! ¡Yacu!!allpa!
Mark, casi susurrando le pregunto a Ernesto -¡sabes lo que esta diciendo? Ernesto casi amenazante le respondió ¡silencio!, está llamando a las fuerzas del cerro…
En el terrible silencio se escuchaba que pronunciaba algunas palabras totalmente desconocidas las mismas que la anciana parecía traducirlas.
–Hay mucho dolor aquí–, señalando a una de las personas, de pronto una de ellas empezó a sollozar.
La mujer que asistía al brujo, volvió a decir. –El Pilán te acoge, el Pilán te dará la salud.
El brujo entonces dijo: –Unuc–, la mujer acercó a una de esas personas una vasija: -bebe esto…
Continuaba ese extraño ritual ante los atónitos ojos de Mark. Entonces el brujo siguió, al parecer diciendo plegarias, o sabe Dios que, se acercó a los cuerpos de Don Ismael y de Julián, escupía al aire, algo que olía a aguardiente, a “cañazo”, agitaba esas varas de madera, esparcía perfumes, decía palabras que no se entendían. La anciana entonces dijo: –El que viene trae algo que no es de él, el cerro lo reclama y tiene que devolverlo, de lo contrario ellos morirán–
Mark y el mismo Ernesto no entendieron nada; en efecto, al rato llegó José trayendo a Paulo, quien venía arrastrando una pierna, al correr había caído y se había herido la pierna derecha. La mujer entonces se acercó a Paulo y le dijo: –tienes que devolverlo…– Paulo, cansado balbuceó: -¡entregar que¡ -aquello que no te pertenece– dijo la anciana, señalando uno de sus bolsillos. Paulo muy asustado y sin comprender nada se metió la mano al bolsillo y sacó una pieza de metal, al parecer era oro puro, una especie de cuchillo pequeño parecido a un “tumi”. Mark, le preguntó –¿de dónde sacaste eso? Paulo, aun confundido, dijo –lo tome de las cosas del guía–. De Don Ismael, contestó José, seguro lo encontró mientras subían.
Efectivamente, Don Ismael había recogido ese objeto en la entrada de la cueva, ahí donde vieron a la cabra negra.
La mujer tomó la pieza y la entregó al brujo. Afuera de la choza, el viento soplaba fuerte. Las lechuzas gritaban y el brujo pronunciaba algunas palabras. La mujer alcanzó una pequeña vasija de barro a Ernesto y le hizo una seña. Ernesto entonces acercó su nariz y absorbió el líquido que contenía, luego se la dio a José y este a Mark, - Toma tienes que “singar”. Mark, contesto- ¿singar? ¿qué es eso? José sonrió y le mostró como hacerlo. Mark, al primer intento se ahogó arrojando el líquido al suelo. La mujer muy molesta le alcanzó más líquido, –¡mierda¡, gritó Mark al rato, creo que me estoy mareando. Entrando en un estado de enajenación. El brujo salió del lugar ocultando su rostro y llevando consigo aquella pieza que devolvió Paulo, que para ese rato yacía inconsciente.
Don Ismael había despertado, pero apenas si podía hablar, mientras Julián permanecía pálido con los ojos bien abiertos y la mirada perdida, mudo.
Afuera el brujo gritaba palabras que ellos no entendían, un relámpago iluminó todo el lugar, Paulo, despertó mirando atónito a todo lado. Mark retrocedió asustadísimo, pues con la luz vio cientos de rostros cadavéricos en todo el lugar. Parecía que hubiera fantasmas en las paredes, en el techo rostros horribles, en un rincón había alguien que los miraba directo a los ojos, de pronto la anciana se veía como una joven mujer, muy hermosa, ojos verdes, pelo rubio, las tres personas que también participaban del ritual se veían como seres deformes, horribles, no sé de dónde venía una música chamánica, parecían tambores, parecían campanas, se sentían fuertes olores a flores, a hierbas Ernesto y José permanecían quietos, inmóviles.
Los objetos sobre la mesa cobraban vida. De repente entraron atravesando la puerta cerrada dos figuras casi humanas, vestidos de blanco resplandeciente, sus ojos eran amarillos, se acercaron hasta donde estaba Julián y Don Ismael. Todo era confuso, todo era perturbador, todo era real o producto de la imaginación o efecto tal vez, de los brebajes que habían “singado”.
Un nuevo relámpago iluminó todo, pero lo extraño que era una luz verde, tres veces seguidas se iluminó el lugar, mientras que el suelo parecía temblar, las tejas del techo vibraban, la vieja puerta se abrió sola y se cerró de golpe, a lo lejos se escuchaban ruidos metálicos, la luz de los candiles y de las velas se apagó.
De pronto todo volvió a la calma, la anciana encendió los candiles y el brujo empujando la puerta entró, sin dejarse ver el rostro. Se sentó sobre un taburete, diciendo cosas, agitaba fuertemente una vara, como si golpeara a alguien o a algo, la anciana esparcía perfumes y de pronto el brujo hizo silencio. Paulo y Mark respiraban tan fuerte como podían, sentían que la vida se les terminaba. Las otras personas que también participaban del ritual, estaban también asustadísimas. –Ya terminó– habló la anciana. – ¡Ya nos podemos ir¡, exclamó uno de ellos. La anciana les dijo – deben quedare y esperar a que amanezca, el cerro aun esta bravo.
Se quedaron de pronto tan dormidos y la noche avanzó sin que se dieran cuenta. De pronto ya se dejaban ver los primeros rayos del sol, Julián fue el primero en despertar, estaba espantadísimo y pálido aun, confundido corrió a despertar a Mark y a Paulo. Don Ismael se despertó y se sentó sobre la vieja tarima, Ernesto y José despertaron también. Ya no había nadie más en ese lugar. –¿Dónde estamos? – preguntó Julián, – es una larga historia, dijo Paulo. Mark miró alrededor y ya no estaban los objetos que vio sobre la mesa la noche anterior, parecía una casa totalmente abandonada. –me duele la cabeza–dijo, es como si hubiera estado tomando toda la noche– Sacó una botella con agua de la mochila y bebió.
Se apresuraron en salir, vieron correr entre el monte a un venado. Todo estaba en calma, Don Ismael sigiloso desató al b***o y comenzó a bajar, los demás lo seguían en silencio.
Las aves revoloteaban de árbol en árbol, dejando escuchar su trinar. Luego, solo se escuchaban las hojas secas que al caminar el grupo pisaba. De pronto el lugar se llenó de sombras, como si entraran a un túnel. Don Ismael les dijo – caminen rápido y no toquen nada–. Al rato estaban ya fuera de la cueva, continuaron el camino sin descanso.
Don Ismael, preguntó –¿Quién le ayudó al brujo anoche? –Una anciana– dijo Paulo y Mark a la vez. –Mi papá me contaba, que esa anciana es una joven que se perdió hace muchísimo tiempo, vino con un grupo de amigos para subir al cerro y en el camino de regreso se perdió, la buscaron por todos lados, hasta que abandonaron la búsqueda creyendo que el cerro la había encantado…
Julián apuró el paso, casi corría, Mark y Paulo hicieron lo mismo. Ernesto y José soltaron una burlona carcajada y Don Ismael con el mismo palo que venía arreando al b***o los golpeó – avancen también ustedes, antes que el cerro se ponga bravo–.
Eran casi las diez de la mañana, en el pueblo corrió la noticia que el grupo estaba de vuelta, Xavier, Ana, Mily y Patty salieron al encuentro, se abrazaron llorando.
Doña Luz les esperaba ahí afuera de la capilla con un rosario en la mano, se arrodilló y se persignó. Ernesto abrazó a su papá y le dijo – Pa’ el maestro me dio un mensaje para usted, vamos a la casa, allá le cuento–.
Don Ismael mirando al cerro también se persignó, se subió al b***o y despidiéndose de los jóvenes visitantes emprendió el camino a su casa.
JOSE LUIS CARLIN RUIZ, 2024