28/11/2023
Petroglifo de jirafa Dabous
En la meseta de Djado, una pequeña región de 20.000 kilómetros cuadrados al noreste de Niger explorada por los europeos por primera vez en 1906, se encuentran las impresionantes ruinas de varias ciudades fortificadas levantadas hace aproximadamente 1000 años. Pero más asombrosos todavía son los cercanos petroglifos del desierto de Teneré, entre los que se hallan las Jirafas de Dabous, que los arqueólogos datan entre el 9000 y el 5000 a.C.
Aunque la meseta de Djado está hoy prácticamente deshabitada existen evidencias de la presencia humana en el lugar desde hace al menos 60.000 años, cuando la zona todavía no era un desierto (de hecho todavía hoy la meseta es una especie de isla de vegetación en medio del Sáhara).
En sus cercanías se encontraron hasta 828 petroglifos prehistóricos, imágenes grabadas en la roca realizadas durante la época neolítica. De ellas, 704 corresponden a animales, 61 son figuras humanas, y otras 159 no se han podido identificar con claridad.
Estos petroglifos son testimonio de la antigua fauna del lugar, antes de que se convirtiera en un desierto en torno al año 2000 a.C. Muestran bóvidos, jirafas, avestruces, antílopes, leones, rinocerontes y camellos, los cuales ya habían desaparecido para cuando la ciudad de Djado empezó a prosperar.
Las Jirafas de Dabous fueron descubiertas por Christian Dupy en 1987, en un espolón rocoso e inclinado en las estribaciones de las cercanas montañas de Air. Sin embargo, no serían documentadas hasta una década más tarde, en 1997, cuando la expedición fotográfica en la que viajaba David Coulson las reveló al mundo. Es por ello que frecuentemente se cita a Coulson como su descubridor. Las imágenes llamaron la atención del arqueólogo Jean Clottes, que inmediatamente se dio cuenta de la importancia del hallazgo, debido al tamaño, la belleza de las representaciones y las técnicas empleadas. Éstas incluyen una combinación de raspado, alisado y grabado profundo del contorno. Se encuentran situadas a una altura de 15 metros en la cornisa, y por ello no son visibles desde el suelo.
Se trata de dos figuras de jirafas prácticamente de tamaño natural, ya que tienen unos 6 metros de altura, lo que las convierte en los petroglifos de animales más grandes del mundo. El lugar donde se hallaron se conoce como la Roca de Dabous. Una de las jirafas es macho y la otra, más pequeña, hembra, y la calidad de los grabados es excepcional en cuanto al detalle y la proporción. Su datación se estima entre 11.000 y 7.000 años de antigüedad.
Lo que no se sabe con exactitud es cómo fueron realizadas. Hace 10000 años todavía no se conocía el uso del metal y faltaban todavía muchos siglos para la Edad del Bronce. Los investigadores creen que los autores de los petroglifos pudieron emplear cinceles de madera petrificada, muy abundantes en las arenas del desierto, para hacer las incisiones en la roca, puliendo después la superficie.
Esta técnica artesanal, por la dificultad que conlleva y la cantidad de tiempo que debieron emplear en realizar el trabajo, aumenta todavía más su valor e importancia histórica y artística.
En el año 2000 las Jirafas de Dabous fueron incluidas por la UNESCO en la lista de monumentos en peligro de desaparición. Su deterioro es evidente a pesar de su situación remota y la dificultad de acceso.
Aun así, pronto empezaron a sufrir las consecuencias de la degradación humana, tanto voluntaria como involuntaria. Daños por pisadas, pintadas y robo de fragmentos han sido habituales en los últimos años. Actualmente la Fundación Bradshaw se encarga de su protección.
Moni Jovel