09/07/2022
Durante el periodo republicano, en especial en el siglo XX y XXI se ha difundido la creencia de que Túpac Amaru habría sido masón, esto alimentado por la versión que da la propia “Gran Logia de los Libres, Antiguos y Aceptados Masones de la República del Perú”, quienes aseguran que “Túpac Amaru, Juan Santos Atahualpa, y Francisco Antonio de Zela, entre otros próceres y precursores de la independencia fueron hermanos masones”.
Historiadores como Flores Galindo, Charles Walker, Cornejo Bouroncle, Valcárcel, Boleslao Lewin, entre muchos otros, han señalado que no existen pruebas de que Túpac Amaru estuviese involucrado con la masonería o logia alguna, sino que por el contrario estos grupos, como la Logia Túpac Amaru, han buscado vincularse con el personaje histórico recién en el siglo XX.
Alfonso Fernández Cabrelli, es quien señala que Túpac Amaru se involucró con la masonería en Lima, en 1777, al mantener relación con los criollos Miguel Montiel, Julián Moreno y con 9 personajes misteriosos, quienes supuestamente eran masones. Del Busto señala que los “9 personajes misteriosos” señalados por Fernández Cabrelli en base al testimonio de un indio, eran en realidad el fiscal Don Serafín Leyán y Mola, el oidor Don Pedro Antonio de Echevers, Don Antonio Boza y Garcés, Don Pedro Antonio de Rivero, Don José de Baquíjano y Carrillo, el Conde de Sierrabella, el Marqués de Sotoflorido, el Marqués de Montemira y el Conde de Villar de Fuentes, quienes se habían visto afectados por las reformas fiscales de la década de 1770.
Dichas acusaciones y supuestos vínculos con grupos secretos (logias) no pasan de ser uno de los tantos mitos y creencias que rodean a José Gabriel Túpac Amaru, difundidas muy tardíamente por los detractores y fanáticos (republicanos), pero que en el juicio de 1781 no fueron incluidos entre los cargos imputados por el visitador Areche. A lo mucho se le acusa de ser “hereje”, y no porque estuviese vinculado con secta alguna, sino por el incendio de la Iglesia de Sangarará que se le adjudicaba, y el uso de elementos prehispánicos sagrados, que Areche mismo señala de ser “insignias de la nobleza antigua” y de la “gentilidad”