19/08/2024
"LA HISTORIA"
La historia ocultada de Fernando Tupac Amaru Bastidas, de tan solo 9 años.
1781 Cuzco
Sagrada lluvia
El niño quiere volver la cabeza, pero los soldados le obligan a mirar. Fernando ve cómo el verdugo arranca la lengua de su hermano Hipólito y lo empuja desde la escalera de la horca.
El verdugo cuelga también a dos de los tíos de Fernando y después al esclavo Antonio Oblitas, que había pintado el retrato de Túpac Amaru, y a golpes de hacha lo corta en pedazos; y Fernando ve.
Con cadenas en las manos y grillos en los pies, entre dos soldados que le obligan a mirar, Fernando ve al verdugo aplicando garrote vil a Tomasa Condemaita, cacica de Acos, cuyo batallón de mujeres ha propinado tremenda paliza al ejército español.
Entonces sube al tablado Micaela Bastidas y Fernando ve menos. Se le nublan los ojos mientras el verdugo busca la lengua de Micaela, y una cortina de lágrimas tapa los ojos del niño cuando sientan a su madre para culminar el suplicio: el torno no consigue ahogar el fino cuello y es preciso que echándole lazos al pescuezo, tirando de una y otra parte y dándole patadas en el estómago y pechos, la acaben de matar.
Ya no ve nada, ya no oye nada Fernando, el que hace nueve años nació de Micaela. No ve que ahora traen a su padre, a Túpac Amaru, y lo atan a las cinchas de cuatro caballos, de pies y de manos, cara al cielo. Los jinetes clavan las espuelas hacia los cuatro puntos cardinales, pero Túpac Amaru no se parte. Lo tienen en el aire, parece una araña; las espuelas desgarran los vientres de los caballos, que se alzan en dos patas y embisten con todas sus fuerzas, pero Túpac Amaru no se parte.
Es tiempo de larga sequía en el valle del Cuzco. Al mediodía en punto, mientras pujan los caballos y Túpac Amaru no se parte, una violenta catarata se
descarga de golpe desde el cielo: cae la lluvia a garrotazos, como si Dios o el Sol o alguien hubiera decidido que este momento bien vale una lluvia de ésas que dejan ciego al mundo.
Eduardo Galeano
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"Tras el sacrificio de sus padres, Fernandito fue condenado al destierro en una prisión de África. Pasados tres años, en 1784 se procedió a su expulsión del Perú, junto a su abuelos, tías, tíos, su hermano Mariano, primos, es decir todas las ramas de la familia Túpac Amaru /Bastidas.
Caminaron setenta días del Cusco a Lima para ser encerrados en el Castillo Real Felipe, del Callao, y meses después embarcados en un navío repleto de oro y plata con destino a Cádiz.
Mientras toda la familia de los Túpac Amaru eran desterrados del Reino del Perú, en la cárcel de Lima quedaban recluidos los hombres comprometidos con la rebelión en la capital. Dos de ellos – el clérigo Vicente Centeno y el negociante Miguel Montiel – murieron al año siguiente víctimas del ensañamiento con que fueron tratados.
La vida atormentada del menor de los Túpac Amaru fue un verdadero calvario. Sólo una pluma avisada como la de José Luis Ayala puede contarnos esta odisea. Con muchas tribulaciones en el viaje, llegaron a Río de Janeiro, allí repararon el barco para atravesar el Atlántico, y ya frente a las costas de Portugal, en Peniche, la nave naufragó al entrar al ojo de una tormenta.
No sabía nadar, pero gracias a la ayuda de uno de los jóvenes oficiales el muchacho se salvó. Al llegar a tierra, una astucia hace que no lo tomen prisionero, al decir a las autoridades que él había sido “ayudante de un oficial ahogado”. Deambula en las costas de Peniche, al final decide entregarse a las autoridades españolas, pensando que por este gesto lo iban a librar de los castigos y las p***s, que luego sufrió.
Así continúa este viacrucis de Fernandito Túpac Amaru, llegando con sus quince años a Cádiz. Encadenado, echado a las mazmorras de San Sebastián y luego a la de Santa Catalina, una prisión lúgubre y húmeda en la punta de una casi-isla de esta ciudad. En ese confinamiento sobrevive a los asaltos de su memoria.
Gracias a la mediación de un sacerdote, al cumplir los 17 años le escribe al Rey Carlos III pidiéndole su liberación, expone que su único delito era el haber nacido en la familia de los Túpac Amaru y que eso en sí mismo no era un pecado pues nadie escoge en qué familia nacer.
Tiempo después es trasladado para estudiar en las escuelas Pías de Getafe y de Lavapiés, no muy lejos de Madrid.