10/04/2022
Pero qué lindooooooooo👌👌👌
¡Vale la pena leerlo!
Me llamo Fernando, tengo 60 años y soy el hombre más feliz del mundo, lo soy porque he nacido sin prejuicios ni diferencias.
Nací en el seno de una familia atípica y eso me proporcionó una educación que es la envidia del mundo.
Era el mediano de 5 hermanas, dos mayores y dos menores.
Mis padres eran docentes, se conocieron en la universidad.
Nos llevaban cada mañana a nuestros respectivos colegios donde impartían clase, primero acompañábamos a mi madre y a mis hermanas a un colegio femenino y luego corriendo íbamos al colegio donde papá daba clase y yo las recibía, masculino.
Tras acabar las clases, volvíamos a correr por ellas, para volver juntos a casa.
Al llegar, nos poníamos los 5 en una mesa enorme del comedor a estudiar y acabar nuestras tareas escolares, nos ayudábamos entre nosotros, y mi padre nos observaba mientras hacia las tareas del hogar junto a mi madre, charlando animados y felices.
Mientras mi madre nos organizaba el baño, mi padre preparaba unos platos únicos y riquísimos para cenar.
Y llegaba el mejor momento, como estaba todo hecho, nos podíamos sentar un ratito a explicarnos como había ido el día y cenar entre charlas animadas y risas.
Después nos íbamos a dormir, sin antes mirar con admiración como se abrazaban y se besaban.
Los fines de semana, entre los 7 teníamos que dejar la casa lista, las mismas responsabilidades repartidas por edad, mi padre cuando acaba las suyas, ayudaba a que el resto estuvieran bien acabadas. Después nos íbamos a merendar al campo o a dar una vuelta hasta la churrería ubicada en la plaza mayor, era nuestra recompensa.
Al ir creciendo escuchaba conversaciones de adulto que me costaba entender: "Fernando es una vergüenza para la hombría" decían los hombres de la familia cuando recogía los platos después de una comida familiar, "que suerte ha tenido María con su marido", decían las mujeres, incluso algunas le decían "deja eso hombre, esto es cosa de mujeres"
¿Cosa de mujeres, ni que los hombres no hubieran comido en un plato?
Cuando tenía 17 años, mientras hacíamos la cena mi padre y yo, le pregunté: "papá, ¿Porque hacemos las tareas del hogar si eso es cosa de mujeres?"
"¿Eso crees?"
"Eso creen todos"
"Un hogar no es una casa con muebles; un hogar es una familia. Cuando tu madre y yo nos casamos, los dos teníamos trabajos profesionales, y por educación cuando llegábamos a casa ella hacía las tareas del hogar y yo no hacía mucho. Pero se quedó embarazada de un hermano que no llego a vivir. Tu madre llegaba de trabajar cansada, embarazada y aún sacaba fuerzas para hacer cosas que teníamos que hacer juntos.
Perdimos a nuestro primer hijo.
El día del entierro, estaba solo, tu madre estaba en el hospital. Ese día me di cuenta que mi mujer, tu madre, iba a aportar a nuestro hogar algo que yo nunca podría darle, y lo aportaba dando todo lo mejor de ella, su cuerpo, sus esperanzas e incluso su vida si hiciera falta, mientras yo, la miraba desde la mesa, con su vientre lleno de vida esperando que me pusiera la cena.
Así que ese día decidí que si la vida me regalaba descendencia mi mujer recibiría el mismo esfuerzo por mi parte que ella había hecho por la suya.
Y no me importa lo que digan los hombres, ni lo que crean las mujeres, ni lo que la sociedad crea que es políticamente correcto.
Es nuestro hogar, son nuestros hijos, de los dos, y mi mayor felicidad en la vida es ver a tu madre feliz porque yo también lo soy, disfrutando juntos de nuestro hogar".
Mi orgullo por mi padre no podía ser mayor.
De eso ya hace 40 años, mi mujer nunca ha sentido la desigualdad del mundo en nuestro hogar, y nuestros hijos han tenido el mismo ejemplo y educación que yo tuve en mi casa.
Hoy paseo a mi primer nieto, acabo de jubilarme anticipadamente porque quiero disfrutar de él, mi mujer sigue trabajando, es la directora del centro donde ha trabajado toda la vida.
Después de una vida a mis espaldas miro a mi alrededor y me doy cuenta que falta educación, respeto y cariño, predicar con el ejemplo es algo fundamental para la igualdad.