12/08/2024
LA CONDENA DEL SURI
Tradición oral de la zona altiplánica de Tacna
Recopilado por el Profesor Fredy Alca Gómez
Recorrer el distrito de Palca nos permite introducirnos a un escenario fascinante que contempla valles bajos de características interandinas, cuestas empinadas y abruptas, abras y nevados hermosísimos y amplias pampas puneñas. Cuando uno recorre los entornos del Paso de los vientos, los nevados, con sus cabezas blancas que se proyectan hacia el cielo, elevan a uno creándole sensaciones únicas como permitiéndole tocar el cielo, y discurriéndonos hacia el este, alcanzamos un espacio amplio y horizontal plagado de bofedales, ichu y tolares, que es transitado por las hermosas vicuñas y ágiles suris bajo el esporádico y majestuoso vuelo de algunos cóndores. Quien ha observado estas grandiosas aves, los cóndores, verá que ellas son muy parecidas a los gallinazos de la costa, claro, pues son de la misma familia, y por ello, comparten ciertos hábitos propios de su género. Si con detenimiento vemos los movimientos que estas aves manifiestan al momento previo de engullir su alimento, apreciaremos una especie de bailoteo y bamboleo en torno a su alimento, y luego, tras el festín de aquel despojo exánime, realizan ese mismo hábito a manera de danza concluyente para luego batir sus alas y levantar vuelo hacia la inmensidad del cielo.
En las cercanías de Ancomarca, hace mucho, un amigo llamado Mario me contó un hermoso cuento sobre el suri y el cóndor, cuento que hoy quiero referir a sugerencia de algunos amigos docentes que entienden el valor etnológico, y si cabe, literario, como joya tradicional andina de nuestra Tacna.
Hacía mucho tiempo, en los comienzos de la vida, en aquella pampa puneña del este tacneño, el cóndor y el suri eran hermanos y peinaban con su vuelo el límpido cielo de tintes azules; Diosito, es decir el Wiracocha de los andes, les había otorgado la potestad, de patrullar toda esa amplitud y los entornos del Barroso y el Chupiquiña para que de ella puedan obtener su sustento, y así, vivían estos hermanos en ese lugar maravilloso. Pero aquellos hermanos, el cóndor y el suri, eran muy diferentes, como en realidad son los hermanos en toda familia, es en ese sentido que, el cóndor era sumiso, agradecido y temeroso a Diosito, sin embargo, el suri era relajado y atrevido, muchas veces hasta faltoso y grosero, por ello, entre esos hermanos uno de ellos era más estimado que el otro.
En cierta ocasión, en su incesante patrullaje, los hermanos divisaron el cadáver de un huanaco, y tras el vuelo parsimonioso en el cielo ambos hermanos descendieron, y ya en el suelo, se aproximaron a su suculenta vianda.
Entonces el cóndor dijo:
- Hermano, demos gracias a tatito porque nos ha dado este alimento.
A lo que el suri contestó
- ¿Acaso el tatito nos ha dado este alimento?... nosotros lo hemos encontrado… además, tengo hambre y este huanaco se ve sabroso…
- No hermano, demos gracias al Wiracocha, él nos ha dado este alimento y hay que ser agradecido… - replicó el cóndor
- Yo tengo hambre, y mis tripas me piden chichi, ¡déjame comer!… - contestó el suri, y se abocó a picotear aquel cuerpo inerte, arrancando y tragando grandes trozos de carne.
El cóndor, sin embargo, levantó sus alas y comenzó a balancearse, y tras unos minutos, luego de haber completado su característica danza en torno al cadáver, se apersonó a él y recién tomó parte en el festín. El suri, que había adelantado la faena, llenaba rápidamente su panza, y pasado unos momentos, se sintió satisfecho.
- ¡He comido con mucho placer! - dijo, - y ahora voy a descansar un momentito… - continuó.
- ¡Hermano!, dale gracias al Wiracocha para que en los días siguientes nuevamente nos de alimento… - replicó el cóndor.
- ¡Curuju! Ya te he dicho que nosotros, después de horas de vuelo, somos los que hemos encontrado nuestro alimento, ¿Acaso él nos pone la mesa?... ¡déjame descansar un ratito! que luego volaré a nuestra morada… - respondió el suri.
- No hermano, no hagas eso, tatito siempre nos cuida… debemos darle gracias porque todo es de él y él es quien da las cosas… - pero no había terminado de hablar el cóndor cuando vio que el suri ya estaba disfrutando de un pesado sueño.
Pasaron los minutos y el cóndor terminó de comer; acicaló su plumaje, inició su balanceo y aleteando se movía en torno a los despojos que quedaban, esa, era su danza de agradecimiento. Y cuando terminó, trató de despertar a su hermano, pero éste no respondía, más aún, aquel desconsiderado soltaba sus ronquidos placenteros. Entonces el cóndor no insistió, batió sus alas con fuerza, emprendió una torpe carrera, y voló hacia el cielo.
En el cielo, los apus se acercaron a Wiracocha y censuraron la actitud incorrecta del suri que desde hacía tiempo era repetitivo, entonces, el supremo hacedor tomó una decisión, castigar al descortés y desconsiderado.
- Suri, desde ahora ya no podrás volar junto a tu hermano, estarás condenado a recorrer la amplitud de la pampa buscando tu alimento bajo el vuelo de tu hermano, para que recuerdes, siempre, que quien no es agradecido pierde lo que se le ha concedido.
Habrían pasado algunas horas y el suri despertó de su espléndido descanso, se paró y fiel a su figura expresó:
- ¡He comido bien, he dormido bien!… por lo visto mi hermano ya se fue, iré a la morada y allí le reprocharé por haberme dejado solito.
Entonces el suri batió sus alas y emprendió la carrera, saltó pero no pudo alzar vuelo, intentó nuevamente con más fuerza pero no lograba resultados. Corrió y corrió a lo largo de la pampa aleteando y saltando, pero no alzaba vuelo, y en esa obstinada y continua carrera y aleteo, se lastimaba más el plumaje de las alas y desarrollaba más sus piernas, y ya no podía volar. El suri, quedó condenado vivir en torno a los bofedales comiendo hierbitas y alimañas, asimismo, a recorrer errante la pampa tapiada de ichu y tolares.
Quien ve a los suri, esas hermosas aves que recorren los entornos de Alto Perú, Ancomarca y Ancochullpa, puede distinguir el plumaje de sus alas que se extiende a manera de manto desgastado, además, verá también, que es una ave que desarrolla una rápida carrera gracias a los fortalecidos músculos de sus piernas; he ahí el resultado de su condena, así quedó el suri, tras el obstinado aleteo y su empedernida carrera.
Este cuento, lo he recogido de los entornos de Ancomarca en los altos de Palca en nuestra región Tacna, debo agradecer a quien me lo contó… y es un valioso patrimonio oral de nuestra región.