Por: Jorge A. Figueroa Irizarry
Curador General División de Patrimonio Cultural
“Ponce es Ponce”, frase que encierra orgullo pasado y tradición. Esta Ciudad sureña es uno de los puntos más pintorescos de Puerto Rico. Su sitial como segunda Ciudad responde a un proceso histórico que evidencia su participación en el desarrollo político, social, económico y cultural del país.
Su importancia histórica se remonta al período de las olas migratorias de clanes y grupos pre-colombinos (arcaicos, igneris, pre-taínos y taínos). Estos se establecieron en la región suroeste del país (desde Ponce hasta Cabo Rojo) y fundaron allí el cacicazgo de Guainía. El jefe de este territorio fue Agüeybaná quien, según los cronistas de la época era el de mayor autoridad en la Isla.
En 1493 llega a nuestras costas el almirante genovés Cristóbal Colón, pero no fue hasta 1508 que se inició la conquista de la Isla. Fue precisamente por la región sur de Puerto Rico que llegó Juan Ponce de León, nuestro primer gobernador español. En horno a éste, la ciudad lleva su nombre.
En los primeros años de la colonización, a las orillas del río Jacaguas se asentaron las primeras familias españolas que poblaron el área que ocupa hoy el Municipio Autónomo de Ponce. Luego, este grupo, en busca de mayor seguridad, se estableció en las fértiles llanuras a los costados del río que los indios llamaban Barayama (hoy río Portugués). Tiempo después, en 1670, éstos erigen una pequeña ermita bajo la advocación de Nuestra Señora de la Guadalupe. Fue alrededor de la misma que se desarrolló el pueblo, reconocido oficialmente en 1692.
En el transcurso del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, Ponce experimentó un proceso de cambio que le fue preparando para el papel directivo que tomaría a partir de la segunda mitad del siglo XIX. A partir de esa época la población del partido fue creciendo expandiéndose así su contorno urbano, progreso que se dio a pesar de las catástrofes (fuegos, tormentas, temblores y otros) que en cierta medida obstaculizaron el mismo. Otro hecho significativo en esta época fue el establecimiento de los primeros trapiches melaeros para la elaboración de azúcar moscabada en la región.
Ese factor fue base para la conversión de Ponce en un centro económico de gran importancia en la región sur. Esa floreciente actividad fue dirigida por una clase hacendada extranjera, que por medio del sistema esclavista hizo del suelo fértil ponceño el principal centro agrícola del país. Evidencia de ese desarrollo económico fue la siempre recordada Feria Exposición de Ponce de 1882, en la que se expusieron los adelantos agrícolas e industriales de Ponce y Puerto Rico; y de la que nos queda el Pabellón que alberga el Museo del Antiguo Parque de Bombas.
Frente a las condiciones de vida que imperaban en la Isla, Ponce emergió de poblado a villa (1848) y de villa a ciudad (1877), hasta convertirse en lo que los historiadores del país señalan como la Capital Alterna del Puerto Rico finisecular.
Para la segunda mitad del siglo XIX Ponce se había convertido en una ciudad progresista y en el centro económico, cultural e intelectual del sur; y hay quienes afirman que del país. Allí se congregaron las principales figuras políticas del país, para dirigir los cambios que la colonia demandaba, ya fuese ese la asimilación, la autonomía o la separación. En el ámbito cultural, la música, el teatro, la ópera, los movimientos literarios y el quehacer periodístico encontraron en la Ciudad un importante medio de expresión.
A finales del siglo XIX, Ponce era un mosaico de diversos grupos: criollos, peninsulares, negros, mulatos y otros inmigrantes europeos no hispánicos. Por otro lado, su contorno urbano reflejó la idiosincrasia de sus ciudadanos. Fue la unión del elemento humano y físico lo que dio a Ponce un perfil propio que le distinguió del resto de la Isla; a la vez que le dio un carácter alterno en contraste con la capital, San Juan.
Los últimos dos años del siglo XIX (1898-1899) marcaron un período de grandes cambios para Puerto Rico. Eso a consecuencia de la invasión estadounidense a la Isla, el 25 de julio de 1898.
El inicio del siglo XX suscitó un proceso de transformación política, social y económica para Puerto Rico, dirigido por el nuevo sistema político imperante. La visión administrativa de los estadounidenses fue una de total centralización en la capital, acción que motivó un proceso de estancamiento socio-económico. Esto causado por ciertas medidas implantadas por el nuevo gobierno que atentaron contra el bienestar de la región. Entre esas medidas cabe señalar la apertura de las centrales azucareras Aguirre, a orillas del Puerto de Jobos en Salinas, y otra central en Guánica, que le restaron actividades comerciales y agrícolas al Puerto de Ponce. A eso se suma la miseria que dejó a su paso el huracán San Ciriaco, la decadencia del cultivo del café, el canjeo de monedas, la pérdida de los mejores mercados (España y Cuba), entre otros. Como soluciones alternas surgieron en la Ciudad movimientos de ciudadanos y comerciantes como Asociación Progresista y Junta de Obras del Puerto, entre otras. Estas organizaciones trataron de desarrollar programas con el propósito de aliviar el estancamiento económico en que se encontraba Ponce.
En contraposición a la merma de la actividad agrícola en la región, surgió en la Ciudad una industria manufacturera que en su medida equilibró su desarrollo económico. Muchas de esas industrias en manos de empresarios ponceños descollaron de tal manera que su producción ganó terreno en el mercado a nivel mundial. Ejemplos de éstas son: la Ponce Cement, las Industrias Vasallo, la Destilería Serrallés, entre otras.
El advenimiento del siglo XX representó para Ponce una época de grandes retos y luchas. Como centro político, Ponce continuó con la tradición de encabezar importantes movimientos de cambios. Por otro lado, luego del 1946, seis hijos de esta tierra han asumido la gobernación de Puerto Rico, tres de éstos ponceños: Roberto Sánchez Vilella, (por adopción), Luis A. Ferré y Rafael Hernández Colón.
El panorama físico de la Ciudad para esta época es testigo de un floreciente desarrollo arquitectónico. El mismo estuvo en mano de talentosos arquitectos como Francisco Valls, Manuel Víctor Domenech, Eduardo Salich, Blas Saliva Boucher, Agustín Camilo González, Alfredo Wiechers, Francisco Porrata Doria y Francisco Gardón Vega. Ellos, unidos a una clase artesanal diestra, dieron a Ponce un estilo arquitectónico con notable acento criollo y neoclásico. Uno de los patrimonios culturales más importantes del país son las antiguas estructuras que conforman el centro histórico de Ponce.
La vida cultural y artística en Ponce en el nuevo siglo se desarrolló con el mismo esplendor, aunque no con la continuidad del siglo pasado. Esto, a causa de las contínuas crisis económicas que atravesó el país. Un hecho significativo para ese letargo artístico fue la destrucción del Teatro La Perla a causa del terremoto del 1918. Posteriormente en 1941, este importante escenario fue reconstruido por los arquitectos Francisco Porrata Doria y Francisco Gardón, quienes convirtieron a este teatro en la última muestra del neoclasicismo en Puerto Rico.
Para ese mismo período la actividad musical experimentó un gran desarrollo, tanto en el género clásico, como en el género popular. Es significativo señalar que en los primeros años del siglo XX la bomba y la plena, ritmos afroantillanos, tienen gran difusión en la región sur del país, principalmente en Ponce. Fue en los barrios populares de esta Ciudad, como la Joya del Castillo y San Antón, donde la plena tuvo sus orígenes y alcanzó su madurez.
En las artes de la representación como el teatro y la danza encontramos en Ponce compañías locales que desarrollaron una importante actividad artística. Con relación a las artes plásticas, son varios los pintores ponceños que se destacaron en diversos medios como la pintura, el dibujo y otras áreas relacionadas a esa disciplina. En la primera mitad del siglo XX cabe destacar las figuras de Miguel Pou, Horacio Castaing, Juan N. Ríos, Rafael Ríos Rey, Epifanio Irizarry; y entre los contemporáneos, José A. Torres Martinó, Miguel Conesa, Julio Micheli, Diógenes Ballester, Wichie Torres y muchos otros. En esa época el acontecimiento más importante relacionado con las artes plásticas en la Ciudad es la fundación del Museo de la Arte de Ponce en 1959. En el presente esa institución es una de las más prestigiosas del Caribe.
La actividad deportiva también ha dado glorias y triunfos a Ponce y Puerto Rico, específicamente en los deportes del béisbol, baloncesto, natación y boxeo. Son varios los deportistas ponceños que en sus ejecutorias dieron a conocer el nombre de la Ciudad a nivel internacional. Ejemplo de ellos son Francisco (Paquito) Montaner, Carlos Ortiz, José (Chegüi) Torres y Jesús (Cheyenne) Vasallo, entre otros. Actualmente, Ponce alberga facilidades deportivas en las que se celebran actividades deportivas locales, regionales e internacionales.
En el presente Ponce es una Ciudad moderna que ha conservado su tradición de pueblo. A partir del 1985 se inició un proceso de rehabilitación urbana, social y económica impulsado por el ex gobernador Rafael Hernández Colón, mediante la creación del Plan Ponce en Marcha. Mediante este plan se restauraron los edificios de valor arquitectónico y además se estableció una infraestructura moderna para la zona histórica de servicios tales como: energía eléctrica, cable tv, teléfono, entre otros. Se crea un desarrollo cultural y turístico para la zona enfatizando su valor arquitectónico. Ponce se convierte en el primer municipio autónomo de Puerto Rico en 1991, mediante la implantación de un plan maestro de desarrollo. Si usted desea invertir en nuestra Ciudad, puede llamar a la Oficina de Planificación, al teléfono 259-2210; si desea información turística, al 841-8044; si desea información cultural, al 284-4141, ext. 2084.
En el siglo XXI, Ponce es modelo de cambio y renovación. Su contorno urbano: calles, residencias, edificios, plazas, paseos y monumentos son el más fiel testigo de su pasado. Sus hechos notables, sus movimientos de avanzada y las ejecutorias de sus ciudadanos han forjado un proceso histórico que enorgullece a sus ciudadanos.