12/12/2022
PEÓN, SOLDADO Y ARRIERO EN LA GUERRA DEL CHACO
(…) Escuchemos al excombatiente Bacuire:
“Yo he trabajado haciendo el carretero de Tarija a Villamontes. En ese tiempo no había camión, no se escuchaba aviones, se andaba en mula.
Así he crecido. Cuando tenía unos 33 años, he trabajado en una cuesta que se llama Ñancaguazu, en el camino que venía de Sucre. Ya estaban peleando en la Guerra del Chaco mientras nosotros hacíamos ese camino. Hemos terminado, nos han pagado y ese rato nos hemos venido a Ñaerenda, a la casa de mi patrón.
— ¿Bacuire, ya has vuelto?
— Si, ya he vuelto.
— ¿Te has asustado?
— ¿De qué me voy a asustar? Nosotros somos bolivianos y por nuestro país nos vamos a ayudar.
— Anda dos semanas a tu casa a descansar y vas a volver —me ha dicho mi patrón.
— Bueno —le dije.
He estado dos semanas aquí, en Tentayape, y he vuelto donde mi patrón. Pero no he tenido suerte, porque antes de la guerra el patrón me ofreció tres yuntas de bueyes —en ese tiempo yo tenía vacas— pero el patrón decidió ir a la guerra y, sin decirme nada, me llevó con él de su arriero.
—Ya están todas las cargas, todos los burros están en la manga —me ha dicho mi patrón y en la mañanita hemos cargado a los burros.
Faltaban dos semanas para Todos Santos y hemos ido a Villamontes a entregar una carga de maíz, cumanda y harina de maíz para los soldados. Sesenta y tres burros con carga hemos llevado. Faltaban camiones para llevar esas cosas y el lugar donde peleaban estaba lejos del camino carretero. En Villamontes las autoridades me preguntaron (extrañados por la simba y la tembeta)
— ¿Quién eres vos?
—Yo soy avita, soy boliviano.
— ¿Tienes miedo de llevar la munición a la línea de fuego?
— ¿Por qué voy a tener miedo? Nosotros somos bolivianos y entre bolivianos tenemos que ayudarnos.
—Está bien…
Entonces nos han entregado la munición y la hemos llevado bien lejos. Y el mismo día de la fiesta, mientras seguían peleando, hemos llegado con más munición a la línea de fuego.
¡Mira! Aquí estaban los bolivianos y de aquí a un kilómetro estaban los paraguayos. De ambos lados nos disparábamos. De este lado hacían sonar sus armas y de allí también hacían sonar sus armas. ¡Si nos pescaban, ahí nomás quedábamos!
Y así han estado peleando hasta que ya no se veía el humo de las armas...
ENTRÉGAME A LOS SOLDADOS
Mucho me hizo andar, tras él, mi patrón. Yo ya estaba muy cansado y con mucho dolor. Un año he estado llevando cosas que se necesitaban en la guerra y trabajando de arriero del patrón.
(El trabajo de arriero no es tarea fácil y más aún al ritmo que exigían las circunstancias: Abrir sendas en esos espinales del Chaco para que pase la recua de 63 burros, atender las cargas que, por el trote, tienden a caer. Curar las heridas de los animales producidas por el roce de las caronas, controlar que no ingieran hierbas venenosas -muy común cuando están hambrientos- desvelarse en las noches para que no escapen y, luego de recorridos que pueden durar semanas, distribuir las municiones en las extensas líneas de fuego, impotentes ante el drama de los soldados y del país. Esa la explicación de Bacuire en otras charlas y esa la razón que le llevó a decirle a su patrón:)
—Entrégame nomás a los soldados, patrón. Yo estoy muy cansado de andar. He alcanzado a llegar hasta aquí, con vos, pero con mucho dolor. Entrégame nomás a los soldados.
—Bueno —me ha dicho el patrón y me ha llevado a entregar al Teniente Urquidi, al Mayor Urquidi y al Capitán Calderón.
Con ellos dos años he estado. A manejar armas nomás me han enseñado, solamente a disparar. Pero no me han enseñado lo que a los blancos les enseñan. Seis días he recibido entrenamiento militar, pero todo he aprendido. Yo no era sonso.
¡Harto me han disparado los paraguayos, che!
—Cuando fuiste a la guerra, ¿otros ava fueron contigo? -(pregunta el entrevistador)
— ¡Uh! Muchos. Mucho han trabajado por Villamontes, haciendo caminos; pero yo fui donde estaban peleando siempre.
Mucho he caminado con los soldados por Izozog, por Caipendi, por todo ello. He ido a Santa Cruz y he vuelto. Por acá he caminado y un carai de Tacuarendi, que me conocía, dijo: "él cuando era muchacho (se refiere a Bacuire) harto ha andado por Itaguazuti, Tacurbite, Huacareta, Uruguay, San Miguel, Monteagudo..." (Y por recomendación de ese carai, los jefes militares encomendaban a Bacuire trabajos como guía, en la persecución de desertores y omisos).
DE DESERTORES Y MUERTE
Muchos collas y carairetas de este lado, estaban ocultos. No querían ir a pelear. Y una vez hemos ido a buscarlos entre diez soldados, un sargento y yo. Doce éramos. Y, para que no se den cuenta que los buscábamos, los soldados lejos de mí se quedaban. Llegaba a alguna casa y no se asustaban de mí.
— ¿Se estará escapando solito? —escuchaba que decían y se amontonaban a mi alrededor.
—Pobrecito, debe de estar desertando.
—Si, estoy escapando. No esta bien la guerra. Harto se están matando.
— ¡Ah!
—y seguían amontonados.
Y cuando los tenía así, amontonados, de repente de este lado del monte salían los soldados, de ese otro lado también salían soldados y, ya nomás, los hacíamos caminar a la guerra. Yo me iba a otra casa y allá igual: ya nomás los estamos haciendo andar... Hemos agarrado unos cien y los hemos hecho bajar a Igüembe y los hicimos llegar a Huacaya.
En Huacaya estaban las municiones que habían traído desde Palos Blancos y, en Boyuibe, ya estaban peleando. Esa munición estaba en cajones. He amarrado los cajones en un palo, para que la carguen entre dos; pero me costó llegar con los desertores a Cuevo, ¿ves? En la quebrada de Cuevo hemos descansado. Algunos se dormían, otros se sentaban. Estaban cansados cuando llegaron los otros soldados que nos iban a ayudar. Esos soldados nuevos me miraban largo rato, se fijaban mucho en mí.
Y NO SABIAN DISPARAR…
— ¿Los desertores que agarraron, te tenían rabia? -(pregunta el entrevistador)
— ¿Me tenían rabia, pero yo los pegaba. Harto los he pegado.
Primero, cuando recién llegué allá, harto me han pegado, ¿ves? Me han hecho mucho daño y eso que no había motivo. Me pegaban nomás... A veces hay motivo, y si nos pegan no pasa nada. Los jefes de los soldados miraban pero no les decían nada, solamente movían su cabeza.
"Harto ya le han pegado", sabrían pensar.
"A ver, veremos, mucho ya me han pegado estos. Son tan malos. Los voy a pegar a estos carajos...", pensé y pegué:
Tumbé a uno, otro vino a mí y lo tumbé... Y los jefes no se enojaron conmigo. Desde entonces ya me dejaron de pegar, ¿ves?. Si yo no tenía culpa y me pegaban nomás, tenia que defenderme.
Cuando los agarramos (a los omisos y desertores) mucho los he pegado a los pobres. Cuando se me querían enojar (no querían acatar sus órdenes por considerarlo inferior), ahí nomás les pegaba con una rama larga que he cortado de ïguira yaguazu. Ese palo no se quiebra. Con la espalda colorada los iba llevando a los que no querían hacer caso y todos se asustaban.
Y así...: Cuando los hicimos llegar a la quebrada de Cuevo los hicieron bañar. En la noche les dieron de comer a los pobres; tomaron, se emborracharon y bailaron... Al día siguiente les recortaron. ¡Todito su pelo les cortaron! (Bacuire dice esto con mucha pena, porque para los ava, el cabello es un signo de dignidad). Les quitaron su ropa, y así, a montones la quemaron. Les hicieron vestir con ropa de soldado, les dieron fusil, balas, pero ellos no sabían hacer sonar sus armas.
—Ahora disparen —les han dicho.
Y no sabían como disparar, ¿ves? Al otro día vino un camión y los llevaron a todos. Yo ya estaba por irme a Huacaya, Macharetí, Tigüipa, Tarayri hasta llegar a Villamontes.
—No te vayas todavía, escucharemos que pasa con ellos —me dijeron.
— Bueno...
Me quedé. A las nueve empezaron a pelear, y a la una esos cien estaban mu***os, ves? Por eso sufrí mucho en la guerra. Cuando ustedes se presentan al cuartel les enseñan, pero a estos nada siempre les enseñaron. ¡No ves que estaban ocultos! Sin que sepan defenderse los llevaron a hacerse matar a los pobres. Ahora todos están mu***os...
SOLO LA VIDA COMO PREMIO
En Cuevo, las autoridades de los soldados me dijeron:
—Ya están todos mu***os, puedes irte.
Y me volví otra vez a caminar... Ahora sigo vivo. Mira yo nomás me he hecho daño: si hubiera sacado mi libreta (de desmovilización) recibiría plata.
— ¿Cuando terminó la guerra, sacaste tus papeles? -(pregunta el entrevistador)
—Habían. Los tenía. Pero a la Argentina los llevé a botar, ¡toditos!...Muchos eran mis papeles que llevé. Ya ves, ahí había de todo.
Dos años estuve en la guerra y uno de arriero y se hizo el arreglo. El teniente Urquidi, mayor Urquidi y capitán Calderón, eran las autoridades de los soldados. De Cochabamba, ¿de dónde serían?
—Ahora ándate por dos meses y volvé a recoger tu libreta. Dinero vas a llevar —me dijeron y me dieron la mano al despedirme.
Y me fui a la Argentina. Casi un año estuve. Después regresé a Tentayape, pero ya no fui a recoger mi libreta ni el dinero.
Hummm...así fue. Y nunca más dejé esto.
Cuando pasó la guerra, mi patrón tenía que pagarme por lo que me hizo andar de arriero y, a cuenta de lo que me debía, me dio esta tierra: Tentayape. La Satuca Gutierrez y Julio Rendón, me han entregado esta tierra. Y por este pedazo de tierra, todavía siguen quitoneándose los vecinos carai. Hasta aquí han sabido venir a reñirme.
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*— En imágenes: Bacuire con su hijo Guayari y actual capitán de Tentayape en 1987. Bacuire días antes de su viaje al mundo de los Iya, en 1995.
*— Del libro “QUEREIMBA, apuntes sobre los ava-guaraní en Bolivia. Traducción de la nota publicada. Edgar y Sergio Chávez de los Ríos