13/03/2024
Todos hemos escuchado o leído la historia del pescador y el banquero.
Según esa historia, un banquero llega a un pequeño puerto y conversa con un pescador. Al ver que el pescador había tenido una buena pesca el banquero lo felicita. Ambos conversan. El pescador le dice que sale a pescar a las once de la mañana, y a las dos ya está en su casa almorzando con la familia. Luego juega con sus hijos y a eso de las seis de la tarde va a la cantina para cantar y tomar con sus amigos.
El banquero le dice: ¿Y por qué no pescas más?
El pescador dice: ¿para qué si así estoy bien?
El banquero dice: Bueno, podrías pescar más, vender más pescado, juntar dinero, comprar una lancha más grande, hacer una procesadora de atún, y luego vender tu empresa o retirarte rico.
El pescador dice: ¿Y para qué todo eso?
El banquero le dice: bueno, te puedes retirar rico, podrás tener tiempo para jugar con tus hijos, con tus nietos; podrás cantar y tomar con tus amigos. Tendrás mucho tiempo libre para hacer lo que quieras.
El pescado sonríe y le dice: ¿Pero acaso no es eso lo que hago? Salgo a pescar en las mañanas, luego juego con mis hijos y luego con mis amigos…”
Esta historia es engañosa. Tiene camufladas varias semillas de pobreza. En esa historia nos venden la idea de que el banquero es el malo, el avaro, el capitalista malvado que solo quiere plata. Y el pobre pescador es el hombre feliz, que vive tranquilo, vive la vida a la que deberías aspirar.
No te engañes. En realidad, en esa historia el pescador es el egoísta. Immanuel Kant dijo: “Dormía, y soñé que la vida era belleza; desperté y advertí que ella es deber.”
La vida es deber. Tenemos el deber de dejar el mundo mejor de lo que lo encontramos.
El pescador podría esforzarse más. Las escrituras dicen: “En el barbecho de los pobres hay mucho pan pero se pierde por falta de juicio.”
El pescador dice: “¿para qué si así vivo tranquilo? Ya no necesito más.”
Ese es el pensamiento de pobreza: solo hacen algo cuando lo necesitan. Pero realmente la gente grande hace las cosas no porque las necesita, sino porque siente que hacerlas es su llamado, es su deber.
Con más dinero el pescador podría enviar a sus hijos a una mejor escuela.
Con más recursos podría darle a su familia mejor calidad de vida.
Si hace una fabrica, podría generar trabajo y traer prosperidad a su pequeño puerto.
En Las Escrituras se puede leer a Pablo decir: "Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cerca. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.”
Eso es lo que todo ser humano debe hacer: irse después de haber peleado la buena batalla. ¿El pescador de la historia está peleando la buena batalla o solo ha caído en el conformismo disfrazado de tranquilidad?
Algunos dirán, “ah, pero el pescador es feliz y lo que importa es eso, es ser feliz.”
Primero no se puede afirmar que una persona es feliz solo por el mero hecho de que viva una vida tranquila y rutinaria.
Tranquilidad y felicidad están relacionadas pero son diferentes. La tranquilidad es calma, quietud. La felicidad en cambio, tal y como sugiere su etimología, es un estado interior más activo, vibrante y fecundo. Felicidad y fertilidad tienen la misma raíz. La persona feliz CREA algo, le añade vida a la vida.
Así que no demos por sentado que el pescador vive feliz por el mero hecho de vivir una vida rutinaria y tranquila.
Recuerda: Lo que sea que estés haciendo, da lo mejor de ti. Pelea la buena batalla. No seas conformista. Y si lo que quieres es tranquilidad, recuerda que la tranquilidad no viene de lo que haces, sino de quién eres.
Puedes estar tranquilo en una choza, o en una mansión.
Y puedes vivir perturbado en una choza, o en una mansión.
Puedes estar tranquilo mientras sales a pescar para vivir del día a día o puedes estar tranquilo mientras levantas una fábrica.
No es el lugar, no es lo que haces, eres tú.
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