30/06/2024
Antes de dormir, no quería pasar por desapercibida esta gran solemnidad de San Pedro y San Pablo que cada 29 de Junio la celebra.
Se les celebra juntos porque son columnas sobre las que se fundó la Iglesia Católica.
En esta ocasión, me remitiré a escribir sobre el amor itinerante de San Pablo a Jesús:
“Y ya no vivo yo, sino Cristo quien vive en mí”.
Gál 2, 20.
Hablar de ese amor de Pablo tan grande hacia Jesús, es una de las expresiones más sublimes de un convertido, de un enamorado, del cual se puede abrir esta pregunta: ¿será posible que, a través de su figura, podemos experimentar y relacionarnos con ese amor tan radical del que tuvo a Aquel que nos ha llamado?
Pablo es un hombre noble, que no busca sus propios intereses, es aquél que ha anunciado el Evangelio, un hombre que trabaja con sus propias manos y comparte sus bienes. Un hombre que sabe ser teólogo y místico; es aquél que trasmite la alegría y la hace señal de los cristianos, pero también sabe reconocer sus imperfecciones y las asume con responsabilidad.
Es un hombre que como dice la Escritura en Filipenses: 3, 7-8:
“Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo”.
El enamoramiento de Pablo parte del encuentro y a su vez del conocimiento de que Cristo "nos amó y se entregó como oblación y víctima de suave aroma” (Ef 5,2).
Hacerse consciente de esto, hace brotar en Pablo, ese amor gratuito derramado en nuestros corazones por la eficacia del E.S. (Rm 5,5), él ha comprendido que el amor que tiene hacia Cristo corresponde a la filiación con el Padre, este amor es traducido en su experiencia misma. Una vida llena de sufrimientos, incomprensiones y martirio, convirtiendo es dolor en clave salvífica. Sí con Cristo ha mu**to, Pablo debe afrontar la propia muerte por amor; (Col 1,24; Col 2,12-13).
Su experiencia es una actividad, un despojo del hombre viejo al hombre nuevo, es un abandono en Cristo (2Cor 5,17; Gal 5,1), quien ofrece su vida al Evangelio sin descanso, hasta convertirse en un misionero y predicador itinerante, esto lo encontramos en varios de sus pasajes (Hch 13,16-41; 17,22-34).
Algo importante de resaltar es de como incultura la presentación de su mensaje, presentando que la fe es una alternativa de la Buena Nueva, además de que su predicación fuera aliento de salvación y perdón de los pecados en Jesucristo. Su entrega a su Señor es Pascual (Rm 6,3-4).
Él tiene la fortaleza de iluminar y provocar en nosotros una metanoia tanto en el ámbito personal-espiritual, así como socio-político, capaz de romper con paradigmas tradicionalistas y darles ese plus cristiano, para vivir día a día nuestra vida impulsada hacia nuestra meta final que es Cristo.
Hablar del amor en el hombre es un elemento constitutivo para formar parte del cuerpo de Cristo y vivir del plan salvífico de donde somos participes, de ello nos habla toda su Teología.
Ser un cristiano enamorado a manera de Pablo implica una Metanoia diaria, ir aprendiendo e ir redescubriendo ese conocimiento de Aquel que dio la vida por nosotros. Debe brotar en nosotros ese amor apasionado de ir y anunciar la Buena Nueva en un contexto donde pareciera que no hay cambio, que no hay sensibilidad. Ir y anunciar esa pasión por el Reino de Dios, optar la pedagogía de Jesús cada vez más sólida en nosotros e implantarla como semilla fecunda en el corazón del creyente en cualquier ámbito.
Bibliografía:
LANDGRAVE G. Daniel, Pablo un Loco enamorado, sonora, 1998.
REYNER Chantal, Para leer a San Pablo, Verbo Divino, 2009.
Fuente: Lic. en Ciencias Religiosas Karen Nayeli Díaz Pérez.
Pintura iconográfica bizantina de San Pedro y San Pablo.